martes, 12 de agosto de 2025

TEMAS

Otra mirada a cinco grandes

El teatro de variedades primero y la radiofonía después fueron, sin duda, los mayores proveedores de conjuntos cómicos a la industria mundial del show business. La Argentina no tuvo muchos, pero los más populares de entre los que accedieron al cine resultaron ser Los Bohemios en los años 30, La Cruzada del Buen Humor en los 40 y La Revista Dislocada y los uruguayos de Telecataplum en los 60, en tanto la década de los 50 fue enteramente propiedad de Los Cinco Grandes del Buen Humor, y no sólo porque no tuvieran competencia, que no la tuvieron, sino por su estilo único: si con otro grupo similar cabe una comparación es con los Marx Brothers, que según dictamen histórico fueron geniales. Los argentinos no estuvieron a esa altura, pero se le acercaron demasiado en el corto tiempo de vida del grupo en el cine (1949-1955), muy menor a aquel en el que reinaron los Marx (1925-1946).


   Los Cinco Grandes del Buen Humor eran Rafael Carret (Rafael Antonio Carretta; Buenos Aires, 10.9.1923 / 9.9.2014), que proveía el mayor gasto cómico y componía muchas de las canciones que pautaban sus films; Jorge Luz (Oscar Jorge Da Luz Borbón; Alejandro Korn, BA, 8.5.1922 / BA, 14.7.2012), graciosísimo, especialista en travestismo; Zelmar Gueñol (Zelmar Daniel José Guegnolle; BA, 21.10.1920 / 9.5.1985), que pasaba por ser el más serio y reflexivo; Guillermo Rico (Lanús, BA, 10.2.1920 / 18.5.2013), que oficiaba de galán-cantor y era el único que se quedaba con la chica en cuestión; y Juan Carlos Cambón (Juan Carlos Darío Cambón; Junín, BA, 24.1.1912 / BA, 20.6.1955), flaquísimo –y por ello sus compañeros lo apodaban Gordo–, que aportaba una desopilante gestualidad mayormente silenciosa.

1. Antes

Carret venía buscando su lugar desde finales de los 30, como se verifica en su actuación, sin ser acreditado, en al menos tres films: en Chimbela era un adolescente amigo de Salvador Lotito, en …Y mañana serán hombres uno de los internos del reformatorio y en Un bebé de contrabando apenas un muchacho que andaba por ahí. Ya como miembro de La Cruzada del Buen Humor intervino en El fabricante de estrellas imitando la voz del pato Donald que lo hizo muy popular en la radiofonía y le valió el apodo “Pato”, que lo acompañó hasta el fin de sus días, y, sin ser acreditado, como un mensajero en Romance sin palabras.

   Luz de alguna manera “corría con ventaja” por ser hermano de Aída Luz, notable actriz que ya había impuesto su nombre cuando Jorge debutó en …Y mañana serán hombres también como un interno del reformatorio, film en el que su nombre no figuraba en los títulos, al igual que en el siguiente Los celos de Cándida, donde aparecía como un muchacho flaquito en la playa, caminando detrás de Cándida y Jesús y riéndose de ellos; tuvo su primera acreditación (puesto nº 17) en La suerte llama tres veces, donde hacía un locutor.

   Gueñol apareció inicialmente en El fabricante de estrellas imitando a Pedro López Lagar y a Pepe Arias acreditado junto con otros cuatro compañeros de La Cruzada y poco después como el repartidor del almacén en Romance sin palabras, donde no se le concedió crédito alguno.

   Rico habría debutado en cine en Una prueba de Cariño en calidad de integrante del conjunto Los Bohemios que lideraba Mario Pugliese “Cariño”, pero el dato no puede ser confirmado puesto que no han sobrevivido copias. Luego apareció en El fabricante de estrellas imitando a Alberto Vila, a Hugo del Carril, a Agustín Irusta y a Carlos Roldán, todos ellos cantores, lo mismo que Rico. En 1945 fue el cantor en la boîte L’Hermitage en No salgas esta noche, donde fue acreditado como Roberto Coral, nombre de fantasía que utilizó cuando era vocalista de la orquesta de Francisco Canaro (aunque algunas fuentes tangueras lo mencionan como Guillermo Coral, en ese film figura como Roberto Coral). Su última aparición en cine previa a Los Cinco fue en Romance sin palabras, como un repartidor y sin figurar en los títulos.

   Cambón, en fin, no hizo film alguno antes del grupo: era músico, en los 40 fue pianista en la orquesta de Mercedes Simone y director del cuarteto típico Los Ases además de componer varios tangos.

   Los cinco actores coincidieron en los inicios de La Caravana del Buen Humor, que fue la denominación primera del grupo dirigido por Tito Martínez del Box hasta que los fabricantes de los cigarrillos Caravana dejaron de auspiciarlo. Entonces, su nombre mudó a La Cruzada del Buen Humor, enorme éxito popular con varios años en el aire, casi siempre los domingos al mediodía. Ese conjunto accedió al cine en Cuidado con las imitaciones, producción súper barata que sólo ofrecía una sucesión de imitaciones de actores y cantantes populares y cuyo mejor chiste está en el minuto final, cuando un misterioso personaje (se ignora quién lo interpretó) que cada tanto pasa delante de la cámara cargando una valija repentinamente se detiene, la abre y extrae de ella un cartón que dice “fin”. Sin embargo, Carret, Luz, Gueñol, Rico y Cambón ya no aparecieron en el segundo y aún peor Imitaciones peligrosas, donde el grupo fue presentado como La Gran Cruzada del Buen Humor. Una grieta se abrió entre sus integrantes.

   Se ignora en qué momento exacto Los Cinco y Máximo Aguirre –uno de los libretistas de La Cruzada– concretaron su independencia. Entre noviembre 1947 y enero 1948 todavía estaban filmando Cuidado con las imitaciones, pero el 16.1.1948 debutaron en el teatro Casino en dos revistas de Carlos A. Petit en cuyo programa de mano no tenían destaque pero en el detalle de los cuadros figuraban como en su “presentación teatral” y bajo el rubro Los Cruzados del Buen Humor. En Qué va usted a hacel-le??? intervenían en el cuadro 2º (Empiecen a conocerlos!!!), en el 11º (¿Va usted a pegarles?) y en el 18º y final (Conjunto muy boliviano), y además el Pato Carret hacía él solo el cuadro 8º (Concierto en “J”); en la otra revista estrenada esa misma noche, Y llegó la Caravana!!..., actuaban en el cuadro 7º (Aquí está la Caravana...!) y en el 14º (Y aquí se rajó Jalisco...!), en tanto Luz y Carret hacían el 10º (La Goya con su Goyito). Tan sólo en el siguiente estreno, Selecciones 1948 (30.1.1948), figuraban en los créditos del programa en un recuadro destacado como “Los Cruzados del Buen Humor sobre libretos de Máximo Aguirre”: la apelación a los términos Caravana, Cruzada y Cruzados indica con elocuencia el momento de transición en que se encontraban todos los involucrados.

   Algunas pistas pueden dar la pauta del momento de la separación. El miércoles 12.5.1948 enormes avisos publicitarios en los diarios daban cuenta del debut, a las 21 por LR4 Radio Splendid, del ciclo Aquí está la Caravana..!, a emitirse los domingos y los miércoles auspiciado por Casa Muñoz, con libretos de Aguirre y actuación principal de Carret, Luz, Gueñol, Rico y Cambón –el mismo orden jerárquico con el que aparecerán en sus films–, ciclo en el que eran secundados por Chela Ruiz, Ana María Roig (ésta también separada de La Cruzada), Nelly Lainez y Julio Durán, audición que se prolongó en las salas de variedades: el martes 6.7.1948 se presentó (“Hoy Gran Fiesta de Despedida”) en la confitería y salón de té Adlon, en Florida 251, y luego en diversos cines porteños, del Gran Buenos Aires y hasta de Mar del Plata. Otra pista la ofrece el siguiente chimento periodístico: –“A propósito, ¿cómo andan las diferencias entre el grupo de Máximo Aguirre y el de Tito Martínez del Box?” –“Mal. Muy mal. Tal como se han planteado las cosas, no hay arreglo”. (Clarín, 23.6.1948, sección Cielo de Celuloide).

2. Durante

El creciente éxito del nuevo grupo cómico alertó a la industria cinematográfica, siempre atenta a los best sellers de otros medios. Y quien hizo la primera oferta fue la gente de Lumiton, quien anunció hacia septiembre 1948 un proyecto titulado “El gol de Cupido” que hubiera dirigido Carlos Hugo Christensen. El asunto no prosperó y tan sólo un año más tarde se produjo su debut en cine en una producción conjunta de Artistas Argentinos Asociados (AAA) y Productores Independientes Argentinos, empresa ésta que no produjo nada más y de la que se ignoran sus titulares, aunque se presume que escondía a Los Cinco y a Aguirre. La filmografía del grupo merece ser disfrutada en detalle.

Cinco grandes y una chica (Augusto César Vatteone, 1949), guión de Vatteone y Osvaldo Falabella sobre argumento original de Máximo Aguirre, quien colocó a los muchachos como futbolistas que descubren manejos sucios: éste es el argumento antes previsto como “El gol de Cupido”. Fue un feliz debut del grupo en el que, como en todos los posteriores, poco importa el asunto propiamente dicho sino que destacan las imitaciones, su especialidad: Carret imita a Chico Marx; Luz a Harpo y Rosario Serrano; Gueñol a Groucho; Rico a Alberto Castillo (“Alberto Costilla”), Azucena Maizani y Gregorio Barrios (“Gregorio Barro”). La chica es nada menos que Laura Hidalgo –antes de sus consagradas vampiresas– y además no sólo hay abundante travestismo sino también toques gay, en este caso en una viñeta con “Luis María” y sus dos amigos, todos muy afeminados, que se retiran ofendidos de la boîte El Gato Escaldado porque... un hombre actúa vestido de mujer. El éxito fue tan instantáneo que –lo contó Roberto Quirno en su sección El Baúl de la Nostalgia en el diario Crónica (12.2.1998)– “la noche de su estreno, en el Metropolitan [en verdad, era el Monumental], ocurrió lo que nunca en el cine: el público, con sus risas, tapaba el diálogo y el remate de los gags; entonces, el ruidoso reclamo de bis tuvo que ser atendido por el operador, ¡que rebobinó y volvió a pasar algunas escenas!”. En el Monumental aguantó nada menos que nueve semanas.


Cinco locos en la pista (Vatteone, 1950) concreta el viejo proyecto de filmar para Lumiton, con iguales libretistas. Comienza de manera desopilante: antes de los créditos, Cambón parodia al hombre que golpea el gong en el logotipo de la compañía, sólo que en este caso el gong se hace añicos. El resto no es tan divertido y está de algún modo supeditado a promocionar al Gobierno, que ponía el acento en su apoyo a todo deporte, en este caso el automovilismo: en el film aparece Clemar Bucci, acreditado como “el famoso volante”, y el automóvil que conduce en la carrera final tiene escrito “Perón” sobre el capot. El interés femenino es la desabrida Nelly Darén. Se mantuvo durante tres semanas en el cine Ocean.


Fantasmas asustados (Carlos Rinaldi, 1951) los devuelve a AAA, con Eduardo Bedoya como director de producción y Héctor Olivera como su asistente en una historia de Aguirre convertida en guión por el director y René Mugica. Resultó un divertidísimo disparate con Los Cinco a pleno. Como en todos sus films, lo que menos importa es la trama, que entremezcla humor con terror, como Abbott & Costello, sino los detalles, los gags, las caracterizaciones: hay una referencia a los films previos, en los que Rico se ganaba a las chicas; alguien dice “¡la pipeta!”, expresión lunfarda muy popular por entonces; los muchachos se dirigen a la cámara en varias oportunidades, y en una secuencia en la que Luz, como falsa mucama, intima con Susana Campos, Carret exclama: “¡Ah no no no... en la próxima película la donna la faccio io!”. El travestismo también es practicado aquí, aunque cueste imaginarlo, por el Flaco Cambón. Fue una pegada comercial en la que superaron las recaudaciones de su segundo film pero no alcanzaron las del primero: ocho semanas consecutivas en el Monumental. En 1973, Máximo Aguirre vendió esta historia a Juan Antonio Muruzeta, quien la transformó en El cabo Tijereta, un vehículo para su artista exclusivo, el cómico Ismael Echevarría “El Tehuelche”.


Locuras, tiros y mambo (Leo Fleider, 1951) fue una producción de Argentina Sono Film, lo cual revela el creciente atractivo comercial del grupo, codiciado por tres de las principales compañías productoras de la época. Esta vez el guión fue escrito por Carlos A. Petit, quien armó una historia mucho más sólida que las que proporcionaba Aguirre: éste era hombre de la radio y Petit, que en sus comienzos fue actor, luego guionista profesional y revistero, era más imaginativo en términos visuales. Aquí, los muchachos quieren ser artistas pero están en la miseria. Conocen a la vedette La Cubana de Fuego (Blanquita Amaro, claro), le caen en gracia y, además de ser contratados por ella, la ayudan a desbaratar a un grupo de gangsters que pasa apuestas clandestinas en el sótano de la sala. El film es muy divertido y al transcurrir toda la acción en un teatro permite la fluida inclusión de los números musicales de rigor. Hay una estupenda actuación de Juan Verdaguer, quien como jefe de la banda promete una “bacanal de plomo y muerte” pero cuando se afloja siempre dice “bah, sentimentalismos”. El más zafado de Los Cinco esta vez –casi siempre, en realidad– es Jorge Luz, especialmente con su imitación de la bailarina española Carmen Amaya, aquí Carmen Arraya, La Emperatriz del Cañí, impagable acompañada por Cambón como su aya La Candelaria. Como de costumbre, hay private jokes: –¿Qué hacemos?Algún chiste: es una película cómica, el Pato Carret soñando en voz alta “Ay, Rafael Carret, sos el más gracioso de los cinco”, la parodia a los Globe Trotters en Los Mula Trotters, o cuando la aspirante Elda Dessel enumera sus antecedentes: “Trabajé en el Comedia, en el Maipo, en el Casino... trabajé con Los Cinco Grandes...” y Carret replica: “Bah, cinco gatos”. Fueron siete semanas en el Monumental.


La patrulla chiflada (Rinaldi, 1951-1952) fue su tercer film en un año calendario, nuevamente con libreto del trío Aguirre-Rinaldi-Mugica y producción de AAA en los estudios Baires, empresas que alternarán con la de los Mentasti el resto de su filmografía. Rico tiene a su cargo una “delicada misión” y, haciéndose pasar por un oficial, embarca rumbo a Barcelona: Carret, Luz, Gueñol y Cambón, con la excusa de no dejarlo solo, se cuelan como polizontes, esto es, el mismo punto de partida de Monkey business de los Marx Brothers. A bordo, un falso duque (José Comellas) tiene aviesas intenciones, nada menos que venderle a un sultán las cuatro chicas de un coro que dirige la gorda María Esther Corán. Todos ellos bajan en Casablanca, donde se resuelven los entuertos. Cómica con suspenso y misterio en la vena “aventura oriental” que incluye un desierto (filmado en los médanos de Mar de Ajó) con sus correspondientes espejismos, oasis, hordas de beduinos salvajes y toda la imaginería de rigor tras tantos años de cine, La patrulla chiflada fue acaso el mejor de los doce films del grupo, lo cual se advierte en su espléndida factura técnica derivada de la mano experta de Rinaldi. Aquí hubo una producción generosa y una seguidilla de atracciones tales como un divertido baile apache por Carret, una imitación de Maurice Chevalier por Gueñol, una alocada fiesta de disfraces, una canción por Rico, una autorreferencia a un film anterior (“Cayó el fantasma asustado”), otra vez Susana Campos como la chica de rigor –Atilio Mentasti la estaba preparando para personajes mayores–, alguna palabra que hoy suena tan, tan lejana (“chitrulo”) y hasta dos fugaces gay touchs con sendos mariquitas, un negro beduino y el cazador de autógrafos del final. Tres gags destacan de la diversión generalizada: el beduino que consulta la hora de un reloj de arena colgado de sus ropas; Luz fumando de un narguile, mareándose y concluyendo “¡qué mate más asqueroso sirven aquí!”; y, el must, acaso el mejor de toda su filmografía, Rico despertando de un desmayo mientras va reconociendo –junto con la cámara– a sus amigos: “¡Jorge!”, “¡Pato!”, “¡Zelmar!”; cuando llega a Cambón se ve la cara de un camello... Hizo seis semanas en el Ambassador. Un proyecto de remake de este argumento fue anunciado en 1980 por el productor Juan Carlos Albornoz (Alba Films SRL) con el título “Patrulla motorizada en acción”.


Vigilantes y ladrones (Rinaldi, 1952), guión del mismo terceto del anterior pero con producción de Argentina Sono Film, también reconoce la influencia de los Marx. Aquí son universitarios: Rico ya se graduó mientras los demás continúan en el primer año y cuando les preguntan si son futuros ingenieros responden que “muuuuy futuros”. Entre abandonar por falta de recursos y seguir estudiando al tiempo que trabajan optan por lo segundo y así ingresan a una gran tienda en la que ocurren cosas extrañas, como en The big store. La dueña (Amalia Sánchez Ariño) ansía reencontrar a sus cuatro nietos, a los que no ve desde que eran niños. Hay un gerente codicioso (Comellas) que embauca a los muchachos con un supuesto tesoro de Montevideo y los hace pasar por los nietos, tres varones y una mujer: la sorpresa es que de nieta hace el Pato Carret y no Luz como de costumbre. Vigilantes y ladrones resulta un entretenimiento en verdad formidable, que acude a un ritmo vertiginoso que no surge sólo de las rutinas de sus actores sino también de la realización de Rinaldi. Incluye tres números musicales: uno de inspiración tropical por Rico con muchos bailarines y en decorados monumentales; otro ambientado en una playa en el 900 y el tercero conformando un popurrí en el que Los Cinco se lucen ampliamente. Uno de estos cuadros simula pasar por la TV ante los ojos de Luz, quien pone cara de asco y dice “Con estos Cinco Grandes me pasa lo mismo que a usted: ¡no los aguanto!”. Cuando son presentados a Sánchez Ariño, Carret la mira de arriba abajo y le pregunta: “¿Tú no trabajaste en Los árboles mueren de pié?”, exitosa pieza teatral de Alejandro Casona que la actriz venía representando desde 1949. Alguien piropea a una chica con un “¡churro!”, término lunfardo que años más tarde tendría otro significado, y no falta la broma interna: un profesor llama a la mesa de examen a un alumno llamado Germen Vanarelli: Germen Gelpi y Mario Vanarelli eran los escenógrafos estables de los estudios Baires por aquellos años, pero no en este film, lo cual se convierte en un guiño para entendidos. Se defendió durante ocho semanas en el Monumental.


Trompada 45 (Fleider, 1953), asimismo para la Sono, con guión de Máximo Aguirre, cuyo título replica el del western estadounidense Colt .45, estrenado poco antes en Buenos Aires. Es uno de los más reideros, con Carret, Luz, Gueñol y Cambón como vendedores ambulantes hasta que Rico aparece elegantemente vestido en una limusina con chofer (“¿Es verdad lo que veo, o estamos filmando?”, se asombra Luz). Contratado para actuar en Hollywood (“Que le den una oportunidad al muchacho, aunque sea con Yvonne De Carlo”), un bizarro acuerdo con su representante (Víctor Martucci) lo obliga a hacerse pasar por un príncipe ruso y por supuesto llevará consigo a sus cuatro amigos en calidad de sirvientes (adivinanza: ¿quién hace de dama de compañía?). El viaje hace una escala en Río de Janeiro y un aterrizaje forzoso en el desierto de Arizona, momento en que el film se convierte en una parodia de western con indios y todo. Hay una dama tramposa (Maruja Montes), Rico se traviste en mujer, están las consabidas referencias a films previos (“Ya una vez me hicieron buscar un tesoro”, dice Rico, aludiendo a Vigilantes y ladrones), términos a la moda de ese tiempo (“churro atómico”, “chapa chapa”, “paparulo”), un baile indio y varios números musicales. El ritmo por momentos decae, lo cual tampoco es grave ni molesta a su público adicto. Y registra la primera aparición en cine de Alicia Márquez, futura gran vedette de la revista porteña, que aquí sólo hace una pasadita. Se mantuvo seis semanas en el cine Monumental y hubo un intento de remake que se titularía “Cuatro cowboys en el Sheraton”, anunciado en 1976 por Juan Carlos Albornoz y Pascual Guglielmo con dirección de Julio Saraceni y protagónico de Ismael Echevarría “El Tehuelche”.


Desalmados en pena (Fleider, 1953), con Los Cinco y Aguirre de vuelta en AAA-Baires. Registra la última actuación de Cambón en el que resultó uno de los más débiles vehículos del grupo, sin gags memorables y con una historia propia de Abbott & Costello, de aquellas con científico loco y mansión siniestra. Aquí es una granja en la que Rico oficia de mayordomo: sus amigos van de visita y descubren a un profesor (Francisco López Silva) que, cual doctor Frankenstein, intenta revivir cadáveres, y a su sobrino (Lalo Malcom) que, para heredarlo, lo acusa de criminal. El título del film caricaturiza el dicho popular “alma en pena”. Hizo cuatro semanas en el Monumental.


Veraneo en Mar del Plata (1954) estrena director nuevo para Los Cinco, el muy experimentado pero también muy convencional Julio Saraceni, quien lo mismo dirigía un roto que un descosido. Con producción de los Mentasti, el argumentista Aguirre intenta suplir la ausencia de Cambón con Ramón Garay, veterano y eficaz comediante que interpreta al “inspector Saporiti”, personaje al que introdujo en La mejor del colegio (“detective inspector Saporiti, de la agencia El Ojo Mágico”) y al que acudirá luego en Más pobre que una laucha (“detective Saporiti”) y en Amor a primera vista (“Valentín Saporiti”). Como sea, este veraneo –filmado sin embargo entre abril y junio– es una divertida comedia en la que los muchachos viajan a Mar del Plata para buscar trabajo como “artistas” y en la ruta se relacionan con la actriz Silvana Manganini (María del Río, bellísima) y un productor italiano (Carlos Barbetti). Lo que sigue es un disparate total a la medida del grupo, que en una hora veinte logra meter una serie interminable de gags, la mayor parte de ellos de contundente eficacia. Todo lo que ocurre tiene que ver con la actualidad del espectáculo: desde la alusión a Silvana Mangano hasta una versión con letra diversa de Canario triste (gran hit de Elder Barber), una parodia del film de Kazan Viva Zapata! retitulada “Viva Chancleta” y una mención “al gran director francés René Cayate”. Ramón Garay oficia de representante de los muchachos; Carret imita a Carmen Miranda; Gueñol recurre a su popular imitación vocal del relator Atalaya e imita a Groucho Marx; Rico es Victor Mature y Chancleta, la versión mexicana de Marlon Brando; y Jorge Luz está particularmente feliz como la mujer de Aureliano Chancleta, como la “canaria” triste y como una maestra italiana. En la historia, ellos intentan todo el tiempo que algún productor les financie unos guiones que siempre llevan consigo, y tres de ellos son visualizados. “Viva Chancleta” es una producción de la “Jalisco no te Rajes Film Corp.”, ofrece su “reparto por orden de desaparición” integrado por “un cuate: Luz Jorge, otro cuate: Rico Guillermo, el tercer cuate: Gueñol Zelmar, medio cuate: Carret Rafael” y “...la acción se desarrolla de noche en las montañas de Xecalapuretepec, cerca de Oxotipilterotepec, vecino de Acapulteperotepec...”; “Rumbo al Africa” es presentado como una producción de la “Bodrione Film” (de inmediato se caen las letras “ne” de Bodrione) con el siguiente reparto: “doctor Coleli: Guillermo Bo-Rico, profesor Chiflau: Jorge Repe Luz, dr. Tomás Sonado: Zelmaro Gueñolez, mayor (sr) Revirato: Rafael Carrateño, capitán Colifat: Ramón Eche Garay, pasajeros, marineros, barcos, agua, etc. En homenaje al gran público de habla hispana este film ha sido doblado al idioma español”; y el tercero, “Siamo tutti ladri”, está dialogado en italiano “cocoliche” con subtítulos en castellano y carece de créditos: es una producción de la “Quatrini Pictures Corporation” de Roma, empresa de la que se muestra la entrada a sus estudios, que en realidad es la de Sono en Martínez; en este falso film italiano que se burla del neorrealismo en boga aparece un niño que en la vida real es Alexis Luciano Guegnolle, hijo de Josefina Ríos y Zelmar Gueñol. De Mar del Plata sólo se tomaron unos escasos exteriores: el resto –arena, carpas y agua incluidos– se armó en los estudios. Fueron cinco semanas en el Monumental.


Los peores del barrio (Saraceni – Fernando Bolín, 1954-1955) los devuelve a AAA pero con una sutil diferencia, ya que no fue producido por Bedoya sino por la unidad a cargo de José Huberman, que no utilizaba los estudios Baires en Don Torcuato sino otros, alquilados, en este caso los del barrio de Mataderos que antes se denominaban Río de la Plata y cuyo dueño era Francisco Canaro, luego fueron comprados por los hermanos De Maio y rebautizados Libertador y que en el momento del rodaje estaban a cargo de la Cooperativa Obrera de la Industria Cinematográfica Atlante Films Ltda. El director Saraceni abandonó el rodaje pues debía iniciar, el 3.1.1955 y para la misma empresa, el de Un novio para Laura, siendo reemplazado por Bolín. Carret, Luz, Gueñol y Rico toman las riendas del club Dale Leña, que ellos levantaron en un baldío pegado a la casa de Pepita Muñoz, una vecina snob que, instigada por Hugo Chemín –un chico del barrio que devino boxeador, ladronzuelo y vivillo–, pretende comprarlo para construirle una casa a “la nena” Betty Norton. El libreto de Máximo Aguirre no ofrece mucho más: el resto lo pone la genial intuición de Carret, Luz y Zelmar, cuyos recursos cómicos parecían inagotables. De haber contado con libretistas más imaginativos y audaces, el grupo quizá se hubiera remontado a mayores alturas. Los peores del barrio se diferencia de films anteriores en su abundancia de exteriores y en la ausencia de números musicales y de parodias, imitaciones y disfraces, los puntos más fuertes del grupo, al extremo de que Luz no tuvo la más mínima oportunidad de mariconear. Sin embargo, hay un par de secuencias excelentes, como la lucha de Gueñol con un judoka japonés llamado Site-Kacho Tagonana (esto es, “si te agarro de lastimo”) y, sobre todo, la pelea entre Luz y el auténtico boxeador Eduardo Primo mientras en los breaks Carret le insiste en que “¡ni te tocó, ni te tocó!”. También hay apuntes simpáticos, como la presencia del vigilante (Don Pelele), que hace recordar con nostalgia las épocas en que los policías eran amigos del barrio y la gente no les temía ni desconfiaba, y una “barriada” al mejor estilo Manuel Romero. Este fue uno de los títulos menos exitosos del grupo: dos semanas en el Gaumont y tres en el Florida, índice elocuente de que el filón se estaba agotando.


Africa ríe (Rinaldi, 1955) introduce una novedad importante, ya que el grupo es presentado por vez primera bajo la denominación Los Grandes del Buen Humor: otras novedades residen en que la producción fue asociada entre los Mentasti y Jaime Cabouli, destacado distribuidor dueño de la Guaranteed Pictures, en cuyos estudios de la calle Lima (ex EFA, futuro Canal 13) se hizo el rodaje, y que el argumento fue escrito por Julio Porter, popular y muy activo guionista, director y productor en todo medio disponible. En el título se acude una vez más a Abbott & Costello, satirizando el de uno de sus films, Africa screams, que a su vez era una broma sobre los films de aventuras selváticas. Abundante diversión ofrece esta comedia, la 11ª del grupo y la 4ª en que fue dirigido por Rinaldi, el que mejor supo desarrollar su estilo. En relación con las anteriores ofrece otra singularidad: el orden en que figuran sus integrantes incorpora una sutil variante: primero Carret y segundo Luz, como siempre, tercero Rico (que iba cuarto) y cuarto Gueñol (que iba en tercer lugar). El resto es lo habitual, gags y números musicales, sólo que en el marco de una producción muy cuidada por ser de las de bajo costo, con una notable iluminación del habitualmente rutinario Américo Hoss. Se rodó en estudios, incluyendo las secuencias selváticas intercaladas con material de stock referido a animales salvajes, vegetación y tribus indias. Los muchachos llegan al Africa, no importa demasiado cómo ni para qué, y en la aventura los acompaña la vedette brasileña Fada Santoro, en su segunda y última intervención en un film argentino tras La delatora, rodado poco antes. El habitual toque gay esta vez lo aporta, ¡cuándo no!, Vicente Rubino, como un primo mariquita. A pesar de todos esos atractivos, en su sala de estreno principal, la del Ocean, permaneció apenas una semana en cartel.


El satélite chiflado (Saraceni, 1955) y sus siete días en el Ocean marcaron el final del grupo. Fue producido por AAA en los estudios Mapol de Martínez, y el libreto de Aguirre los muestra como artistas de variedades que integran la Gran Compañía de Espectáculos Musicales en Jira, que a medida que avanza la acción deviene la Orquesta Típica Los Fugados de La Pampa en Jira, el Cuarteto Vocal Echétera en Jira (alusión al popular Cuarteto Cetra) y el Trío Los Auténticos Tiroleses en Jira. A pesar de ello y de un par de chistes afortunados (“En alguna película teníamos que ligarlas nosotros”, por las chicas que siempre les ganaba Rico) y alguna alusión a la realidad (un local cerrado por agio: “agio y especulación” era un término usual en las páginas políticas de los diarios), el film resultó un fracaso y no sólo de taquillas, una triste despedida.


3. Después

En 1957 hubo un intento de reflotar cinematográficamente al grupo, y fue en esa instancia cuando Máximo Aguirre escribió un guión en el que los presentaba incorporándose al cuerpo de Bomberos Voluntarios: el proyecto no llegó a ser realizado, pero Aguirre conservó aquel guión y casi veinte años más tarde lo acomodó a la modalidad de Ismael Echevarría, que lo interpretó con el título Cuatro pícaros bomberos. Tampoco prosperaron otras iniciativas, por lo que Carret, Luz, Gueñol y Rico continuaron activos pero de manera individual. En cambio, sí se juntaron en un ciclo televisivo escrito por Aguirre, emitido por el Canal 9 desde el 5.4.1962.

   Rafael Carret hizo mucho film-chatarra pero tuvo especial lucimiento como el napolitano del Martín Fierro según Torre Nilsson y como el granjero de Siempre es difícil volver a casa, su último film. Por sus cualidades vocales fue convocado para ser la voz de dos muñecos, el de Elsa Daniel en Un centavo de mujer y el del ventrílocuo Narciso Ibáñez Menta en La Cigarra no es un bicho. Un exitoso ciclo televisivo titulado Patolandia (Canal 11, 1975-1978) generó Patolandia nuclear, que además de protagonizar produjo y hasta compuso la música y las canciones: este film execrable fue hecho para la mayor gloria de los fastos militares del período 1976-1983, una services movie familiar en la que colaboraron dos hijos de Carret. Como regalo adicional, el film exhuma a Tito Gómez (aquel insoportable cordobés de la Lumiton de los años 40) y a Alfredo Barbieri (aquel de la General Belgrano de los 50), ambos haciendo sus mismas patéticas morisquetas como si el tiempo no hubiera pasado.

   Jorge Luz hizo abundante TV con un pico de creatividad en un desopilante ciclo que animaba con Jorge Porcel, en el que hacían a vecinas chusmeando en la vereda. En teatro destacó  en sendas puestas veraniegas de Cecilio Madanes al aire libre en la calle Caminito de la Boca, en 1960-1961 como el vejete y el verdugo de Una viuda difícil de Conrado Nalé Roxlo y en 1964-1965 como Pin Pin Valenzuela en el clásico musical chileno La pérgola de las flores, así como travestido en la Margherite Gautier de Dumas hijo en una memorable versión de La dame aux camélias. En el cine tuvo personajes agradecidos en Juguemos en el mundo, donde María Elena Walsh le regaló el encantador Dalmacio Ñaupa que animó junto con su hermana Aída, que hacía de su esposa; como el profesor de danzas Josecito de Abierto de 18 a 24; como el hombre de los gatos de La peste; y como don Saturnino, el alcalde de San José de los Altares de De eso no se habla, aquel que hablaba un idioma inventado.

   Zelmar Gueñol también incursionó por la TV y en teatro destacó como el don Ramón del clásico de Gregorio de Laferrère Locos de verano en la producción 1965 del General San Martín. Al igual que sus compañeros, el cine lo confinó a personajes secundarios en una gran cantidad de films, entre los que se distinguen sus aportes a Los inocentes (Leiva, el administrador de los Errazquin), El perseguidor (Bruno el amigo del protagonista), El reñidero (don Luciano) y notoriamente en Breve cielo (el tío de Alberto Fernández de Rosa), Los gauchos judíos (el rabi Israel Kelner) y Camila (el cura que confiesa a la heroína). Dos curiosidades: su aparición sin ser acreditado en una breve secuencia como el empleado de la barra del cabaret de Extraña ternura y su actuación en el corto José, el único dirigido por el escritor y periodista Enrique Raab. Y una singularidad es su actuación en un film español dirigido por nadie menos que Luis G. Berlanga, La escopeta nacional (1977).

   Guillermo Rico, en fin, hizo muy poco cine tras la separación del grupo: en un film horroroso titulado Frutilla encarnó a su antiguo patrón Francisco Canaro; en Sentimental estuvo magnífico como el subcomisario Miñán; en Te amo sostenía apenas una secuencia entrañable en la que, con Perla Santalla y sentados en un banco del andén de la estación Caballito, cantaban un tango a capella.

[Para los coleccionistas de datos inútiles: hacia abril 1928 actuaba en el cine Jorge Newbery (Bernardo de Irigoyen 1489) la “troupe de variedades Buen Humor”, algunos de cuyos integrantes eran –de acuerdo a las carteleras de los diarios– Concha Sánchez y Miguel Gómez Bao. / Se sugiere la lectura de los artículos “El Museo del Cine rendirá mañana un tributo a «Los Cinco Grandes»”, por Claudio España, en La Opinión, 29.5.1977, y “Todos para uno sin condiciones: Los Cinco Grandes del Buen Humor”, por Raúl Manrupe, en el libro Homenajes IV publicado por el Festival de Mar del Plata 2019].

OTROS FILMS MENCIONADOS
Abierto de 18 a 24 (Víctor Dinenzon, 1987)
Africa screams (Africa ruge, Charles Barton, EEUU, 1949)
Amor a primera vista (Leo Fleider, 1955)
Un bebé de contrabando (Eduardo Morera, 1940)
The big store (Tienda de locuras, Charles Reisner, EEUU, 1941)
Breve cielo (David José Kohon, 1968)
El cabo Tijereta (Jorge Mobaied, 1973)
Camila (María Luisa Bemberg, A/E, 1983-1984)
Los celos de Cándida (Bayón Herrera, 1940)
Un centavo de mujer (Román Viñoly Barreto, 1956)
Chimbela (José A. Ferreyra, 1938)
La Cigarra no es un bicho (Daniel Tinayre, 1962)
Colt .45 (Colt 45, Edwin L. Marin, EEUU, 1950)
Cuatro pícaros bomberos (Carlos Galettini, 1978)
Cuidado con las imitaciones (Bayón Herrera, 1947-1948)
De eso no se habla / Di questo non si parla (María Luisa Bemberg, A/I, 1992)
La delatora (Kurt Land, 1955)
Extraña ternura (Daniel Tinayre, 1963)
El fabricante de estrellas (Manuel Romero, 1942)
Frutilla (Enrique Carreras, 1979)
Los gauchos judíos (Juan José Jusid, 1974-1975)
Imitaciones peligrosas (Julio C. Rossi, 1949)
Los inocentes (J. A. Bardem, A/E, 1962)
José (Enrique Raab, 1963, corto)
Juguemos en el mundo (María Herminia Avellaneda, 1971)
Martín Fierro (Leopoldo Torre Nilsson, 1968)
Más pobre que una laucha (Julio Saraceni, 1954)
La mejor del colegio (Julio Saraceni, 1953)
Monkey business (Polizones y polizontes, Norman Z. McLeod, EEUU, 1931)
No salgas esta noche (Arturo García Buhr, 1945)
Un novio para Laura (Julio Saraceni, 1955)
Patolandia nuclear (Julio Saraceni, 1978)
El perseguidor (Osías Wilenski, 1962)
La peste / The plague / La peste (Luis Puenzo, F/GB/A, 1991)
Una prueba de Cariño (Ernesto Vilches, 1938)
El reñidero (René Mugica, 1964)
Romance sin palabras (Leopoldo Torres Ríos, 1948)
Sentimental –Requiem para un amigo– (Sergio Renán, 1980)
Siempre es difícil volver a casa (Jorge Polaco, 1992)
La suerte llama tres veces (Bayón Herrera, 1943)
Te amo (Eduardo Calcagno, 1986)
Viva Zapata! (idem, Elia Kazan, EEUU, 1952)
…Y mañana serán hombres (Carlos Borcosque, 1939)

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