DEMOLICIONES / EN PRIMERA PERSONA
Suburbios de las rosas rococó rosadas
“Ella era una
mujer astuta que fingía devoción, virtud, integridad,por cuyos ojos
pasaba el reflejo de cierta capital hipocresía”.Eduardo Mallea, La sala de espera (1953).
“El único que
quiere llegar a los 100 años es el que tiene 99”.Clint Eastwood, The mule.
El film de Fernando Ayala de 1964 Con
gusto a rabia será recordado en la historia menuda del cine argentino menos
por sus valores que por registrar la última actuación en cine de la actriz
Mirtha Legrand (Rosa María Juana Martínez Suárez; Villa Cañás, Santa Fe,
23.2.1927), gran-vedette-gran desde
su primer personaje visible en Los
martes, orquídeas…, aunque antes había intervenido en otros dos en calidad
de extra y en compañía de su hermana gemela, Silvia Legrand.
Hasta ese último film, Legrand fue invariablemente acreditada en el primer o el segundo puesto en los créditos con las únicas excepciones de Los martes, orquídeas… (5º), Safo (3º) y La Cigarra no es un bicho (5º); además, en un total de 36 largometrajes, sólo en los dos iniciales que hizo como extra y en una aparición amistosa en Sábado a la noche, cine no fue acreditada en absoluto. 36 títulos que incluyen el español Doña Francisquita y en los que fue dirigida por los realizadores más destacados, siendo los más asiduos Daniel Tinayre (su esposo desde 1945, con 7 films), Luis César Amadori (5), Francisco Mugica (5) y Carlos Hugo Christensen (3) y en los que encabezó elenco con algunos de los más calificados actores contemporáneos, entre ellos el mexicano Arturo de Córdova (en Pasaporte a Río) y el español Jorge Mistral (en Bajo un mismo rostro). Desde 1941, Legrand nunca se bajó –ni la bajaron, que fue el destino de algunos de sus colegas– del más alto pedestal de la industria cinematográfica argentina clásica.
Luego de Con gusto a rabia se dedicó al teatro y a la televisión. En teatro había debutado antes, en 1957, con una producción dirigida por Antonio Cunill Cabanellas de The Moon is blue de F. Hugh Herbert, pero su labor en ese rubro resultó opaca gracias a la elección de piezas bastante mediocres que Tinayre –director de la mayor parte de ellas– manipulaba a la medida de los tics televisivos de su esposa, siendo el autor más destacado, de entre los que interpretó, W. Somerset Maugham (The constante wife, 1975). La TV, en cambio, le deparó picos de popularidad que nunca antes había alcanzado mediante un show diario en el que comía de verdad junto con diversos invitados, ciclo que fue emitido por primera vez con el título Almorzando con las estrellas el lunes 3.6.1968 de 13 a 14 por el Canal 9 y que, más adelante, con el título mutado a Almorzando con Mirtha Legrand y luego a Mirtha Legrand, se mantiene en el aire, con intermitencias, hasta hoy mismo.
Su ciclo televisivo tuvo una
contrapartida negativa: creó un monstruo, y no precisamente sagrado. Aquella
chica ingenua de sus primeros films, aquella espléndida y moderna muchacha de
los 50 y aquella actriz madura de los 60, siempre de oscilante talento, mutó en
una exagerada celebridad, condición en la que confluyeron sus propios aires de
diva eterna tanto como quienes la rodeaban (productores, invitados,
periodistas) con su ilimitado “chupamedismo”. Así, a Legrand sólo le faltó
vomitar ante las cámaras: frente a ellas enterró a su marido y a su hijo;
participó de sus dolencias (mínimas, hay que admitirlo, ya que los Martínez
Suárez son de hierro: sus hermanos murieron pasados los 90); hizo del chivo
comercial una institución; participó a los espectadores de todas sus salidas
sociales; se ocupó de las intrigas de alcoba –que fueron muchas– de sus nietos;
apoyó sin vueltas a algún gobernante. Inversamente, todos los involucrados
profesaron hacia ella una devoción no exenta de interés: si querían ser
invitados a sus almuerzos para promocionar algo, debían quedar bien con la
anfitriona; muy pocos se animaron a enfrentarla o contradecirla. En ocasiones
se regocijaba rebajando a un invitado: a Héctor Olivera siempre le decía: “¿Te acordás cuando me llevabas los zapatos al
camarín en Baires?”. Si hasta sus enconos resultaron evidentes aunque jamás los
mencionara: nunca invitó a Tita Merello ni a Egle Martin, por citar dos
ejemplos.
Una medida del desvergonzado sometimiento periodístico hacia Legrand la dio nada menos que La Nación en su ejemplar del 9.6.2019: en un artículo sobre la entrega de los premios Martín Fierro que tendría lugar esa noche, un subtítulo informaba que “la noche más glamorosa del espectáculo argentino tendrá la ausencia de Mirtha Legrand”. ¿Era necesario?, y, en todo caso, ¿a quién le importaba?; además, ¿“tendrá la ausencia”?, como si se pudiera tener algo que no está. En fin… Sin embargo, lo más patético de todo este asunto es que una persona que desde sus 15 años supo del halago y la adulación ininterrumpidos no pueda, a sus casi 100 años, prescindir de ellos, como lo prueban los permanentes aplausos prodigados bajo cualquier excusa por los empleados y los invitados de sus shows y en ocasiones hasta reclamados en voz alta por ella misma. Una característica, por cierto, de dos de los Martínez Suárez, ya que Silvia tuvo la sabiduría de alejarse a tiempo y de no incurrir en exceso de vedettismo, en tanto José procuraba amenguar en lo posible su costado vanidoso, que se le escapaba de vez en cuando. Si Legrand decide ir al teatro, a un restaurante o a un desfile de modas, no puede hacerlo como un civil más: su concurrencia debe ser promocionada, registrada por movileros asimismo cholulos y coronada con un ramo de flores y con el agradecimiento “espontáneo” de los actores desde el escenario o de las mannequins desde la pasarela. De pagar una entrada o la cuenta de un restaurante, ni hablar.
Otra singularidad en su vida,
tanto la privada cuanto la pública: el matrimonio Tinayre tuvo dos hijos, de
los cuales el mayor, Daniel, resultó homosexual, algo que al padre no le
importaba demasiado (su más íntimo amigo fue Luis Saslavsky) pero que a la
madre le resultaba insoportable. No es casual que cuando Dani dejó de ser niño
también dejó de someterse a esas fotos idílicamente familiares que al semanario
Radiolandia tanto fascinaban: se
eclipsó del universo promocional de sus padres y encaró vida propia. Tuve una
fugaz relación con él cuando su tío José, que lo adoraba y lo protegía como al
hijo varón que nunca tuvo, nos presentó durante un festival de cine
publicitario (Rosario, 1971), y doy fe de lo mucho que resentía ser ninguneado por
su madre. Dani murió muy joven y de inmediato su codiciosa madre y su no menos
codiciosa hermana hicieron lo imposible para arrebatarle a su compañero de vida
la exitosa veterinaria que ambos habían montado menos como un negocio que por
el profundo cariño que tenían por las mascotas, algo de lo que Isabel Sarli daba
fe puesto que fue quizá su principal cliente.
Sin embargo, tras llorar su muerte frente a las cámaras de la TV, su madre inició una especie de cruzada pro homosexualidad, no sólo rodeándose de veteranos amigos maricones que no parecen tener una vida propia y la escoltan en sus abundantes salidas sociales, sino invitando a su programa a cuanto gay, travesti y transexual la producción tenga a mano… y son legiones desde comienzos del siglo XXI, tantos que las empresas de muebles no dan abasto con la fabricación de closets de los cuales salen a empellones, como en la memorable secuencia del camarote del barco en Monkey business de los hermanos Marx. Lo cual me trae a la memoria el film español Plácido, cuyo argumento cuenta que, cada fin de año, las familias de una comunidad se comprometían con el lema “siente un pobre a su mesa”: la viuda de Tinayre hizo suyo ese postulado pero en la variante “siente un puto a su mesa”, mostrando por ellos un cariño, una comprensión y un interés que jamás demostró por su hijo.
Aunque, como se dijo, Legrand no volvió a filmar desde 1964, su relación con el cine excedió sus interpretaciones concretas y ya desde antes tuvo un correlato indirecto derivado de su innegable notoriedad:
• En Mi novia es un fantasma interpreta a Juanita, mucama de
un hotel, y con su interés romántico Pepe Iglesias “El Zorro” –si es que tal
cosa resulta verosímil– espían desde detrás de una puerta los pormenores de la
denominada “fiesta de las estrellas”; así, ven llegar a casi toda la nómina de
la empresa Lumiton: Pepe Arias, Aída Ollivier y Enrique Serrano entrando al
salón, Alicia Barrié, Juan Carlos Thorry, Narciso Ibáñez Menta y Miguel Gómez
Bao sentados a una mesa, Mariana Martí, Virginia Luque, Tito Gómez y Billy Days
en la “mesa de la juventud”, Irma Córdoba, Mecha Ortiz, Aída Luz y
Amanda Varela acomodadas ante otra mesa; razonablemente,
Juanita pregunta: “¿Y
Mirtha Legrand?”, y El Zorro le responde: “Iba a venir, pero no pudo porque está
filmando esta película”.
• En Cuidado con las imitaciones Ana María
Roig la imita.
• En Sucedió en Buenos Aires el personaje que
interpreta Pepita Muñoz aparece de pronto teñida: “Es ceniza, el mismo tono de
Mirtha Legrand”, explica.
• En Cristóbal Colón en la Facultad de Medicina
alguien menciona a “las hermanitas Legrand”.
• En Los vampiros los prefieren gorditos
Jorge Porcel, interpretando a un botones de hotel, dice: “Y justo esta semana,
que me habían invitado a almorzar a lo de Mirtha Legrand...”.
• En Los súperagentes contra todos “Delfín”
(Víctor Bo), que durante gran parte del film aparece comiendo, en una escena
entra con un enorme sándwich y “Tiburón” (Ricardo Bauleo) dice: “Llegó Mirtha
Legrand…”.
• En Te rompo el rating la conductora de un
ciclo televisivo de almuerzos se llama “Martha Latour” (ML: Camila Perisée) y
le dicen “Chiquita”.
• En Tango y tango, documental filmado en La
Habana, aparece junto con Tinayre y Cecilio Madanes sentada a una mesa de
restaurante, sin destaque especial de la cámara.
• En El chevrolé un personaje dice: “Poné a
Mirtha Legrand, así comemos”.
• En Diablo familia y propiedad, video largo
documental, se incluye un breve fragmento de uno de los programas del ciclo,
aquel en el que conversa (de pie, en el living) con la empresaria Nelly Arrieta
de Blaquier, dueña del Ingenio Ledesma en la provincia de Jujuy, del que ese
video se ocupa de manera negativa.
• Las hermanas L. tenía como título
original “Las hermanas Legrand”, con el que incluso comenzó su rodaje: sin
embargo, enterada que fue madame
pidió que no lo utilizaran, por lo que los responsables se permitieron al menos
dos guiños: el título y el nombre de una de las compañías productoras, Le Gran
Cine.
• En Dos hermanos los personajes ven por TV
una emisión de Almorzando con Mirtha
Legrand.
• En Soy
lo que quise ser, video
largo dedicado a la obra de su hermano José, aparece como uno de los asistentes
a la entrega de un premio a él dedicado y a través de un fragmento de uno de
sus programas.
Aparte sus hermanos y su
esposo, a Legrand le salieron otros parientes vinculados al espectáculo: su
hija Marcela Tinayre es conductora televisiva; su nieto Ignacio Viale fue uno
de los numerosos productores de La patota, nueva versión del gran éxito
de sus abuelos, y es socio de una empresa televisiva que, entre otros, produce
el show ahora semanal de su abuela; su nieta Juana Viale, actriz, hizo varios
films y ciclos y unitarios de TV; su sobrina Mónica Legrand fue una muy fugaz
niña-actriz. Ninguno de ambos heredó, por fortuna, los aires de diva de su insigne
pariente.
FILMOGRAFIA
Hay que educar a Niní!.. (Luis
César Amadori, 1940: extra, “alumna melliza”), Novios para las muchachas (Antonio Momplet, 1940: extra), Los martes, orquídeas… (Francisco
Mugica, 1941: “Elenita Acuña”; mención especial de la Academia de Artes y
Ciencias Cinematográficas de la Argentina), Soñar,
no cuesta nada… (Amadori, 1941: “Mirtha Rodríguez”), Adolescencia (Mugica, 1941: “Elvira Cárdenas”), El viaje (Mugica, 1942: “Alicia
Castro”), Claro de Luna (Amadori,
1942: “Mirtha Aguirre”), El espejo
(Mugica, 1943: “Cecilia Ledesma”), Safo
–Historia de una pasión– (Carlos Hugo Christensen, 1943: “Irene
Benavídez”), La pequeña señora de Pérez
(Christensen, 1943: “Julieta Ayala”: premio de la Asociación de Cronistas
Cinematográficos de la Argentina a la mejor actriz), Mi novia es un fantasma (Mugica, 1943-1944: “Juanita”), La casta Susana (Benito Perojo, 1944:
“Susana de Pomarais”; en las canciones, doblada por Elsa Marval), María Celeste (Julio Saraceni, 1944:
“María Celeste”), La señora de Pérez se
divorcia (Christensen, 1945: Julieta Ayala; premio de la Municipalidad de
la Ciudad de Buenos Aires a la mejor actriz), Cinco besos (Luis Saslavsky, 1945: “Irene Rocha”), Un beso en la nuca (Luis Mottura, 1946:
“Luisa”), 30 segundos de amor
(Mottura, 1946: “Graciela Grajales”), Como
tú lo soñaste (Lucas Demare, 1946-1947: “Catalina Dacoste”), El retrato (Carlos Schlieper, 1947:
“Clementina Valenzuela” y “Clementina Acosta”; doblada en las canciones), Pasaporte a Río (Daniel Tinayre, 1948:
“Nina Reyes”; en las canciones doblada por Sonia Soler), Vidalita (Saslavsky, 1948: “Vidalita del Rosario Arzábal”; en la
secuencia en la que baila un malambo, sus pies fueron doblados por Rodolfo
Zapata), La doctora quiere tangos
(Alberto de Zavalía, 1949: “doctora Luisa Soler”), La vendedora de fantasías (Tinayre, 1949-1950: “Marta”), Esposa último modelo (Schlieper, 1950:
“María Fernanda Alcántara”), El pendiente
León Klimovsky, 1951: “Ilda”), La de los
ojos color del tiempo (Amadori, 1951-1952: “Claudia del Mar”; premio Cóndor
de la AACCA a la mejor actriz) – En España: Doña Francisquita (idem, Ladislao Vajda, 1952: “Francisquita”; en
las canciones doblada por Marimí del Pozo) – En la Argentina: Tren internacional (Tinayre, 1953-1954:
“Margarita Sandoval, alias María de los Angeles del Val”; en un primer plano,
sus piernas son las de Elena Cruz), El
amor nunca muere (Amadori, 1955: “Virginia, «Vincha», falsa viuda de
Menéndez Rivas”), La pícara soñadora
(Ernesto Arancibia, 1955-1956: “Silvia «Chiquita» Vidal”), En la ardiente oscuridad (Tinayre, 1959: “María”; premio del
Instituto Nacional de Cinematografía a la mejor actriz), La patota (Tinayre, 1960: “profesora Paulina Vidal”), Sábado a la noche, cine (Fernando Ayala,
1960: “actriz que interpreta a «Nora» en el film Eterno amor”; aparición amistosa no acreditada), Bajo un mismo rostro (Tinayre, 1961-1962:
“Inés Déprez”), La Cigarra no es un bicho
(Tinayre, 1962: “Herminia, la intelectual”), Con gusto a rabia (Ayala, 1964: “Ana”).
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