CHUCHERIAS
Otras historias breves
Tras las huellas de Tamayo
Los investigadores abocados al cine vernáculo (los veteranos, claro está) asociamos de inmediato el nombre de Ramiro Tamayo como el del director de Bazán (1960), un corto muy mentado y muy galardonado en su momento, con fotografía de Ricardo Aronovich y guión de Tomás Eloy Martínez sobre un personaje de real existencia, el tucumano Andrés Bazán Frías (1895-1923), bandido rural devenido curandero, que interpretó Raúl Parini. Sin embargo, como nunca hizo un largometraje, sus otros trabajos y su vida misma se esfuman en datos recogidos al azar. En semanas recientes, consultando ejemplares de Clarín de los primeros años 60, su nombre apareció en varias oportunidades, pero en la sección TV. Recordé que había algo sobre él en el “Diccionario de la Nueva Generación Argentina” publicado en Tiempo de Cine (nº 9, enero-marzo 1962, pág. 9): allí se informa que nació en Buenos Aires el 1.3.1927, que comenzó estudios de Derecho que no terminó, que escribía poesía y ficción científica, que trabajó en films publicitarios, que fue guionista en México, que realizó documentales por encargo en Bolivia, Chile, Perú y la Argentina, que enseñaba Guión en la carrera de cine de la Universidad Nacional de La Plata. “Ramiro Tamayo es otro de los condenados al ostracismo. Tras haberse revelado como inquieto director con Bazán, un original cortometraje, debe resignar indefinidamente su ambiciosa “Capanga”, una vigorosa radiografía de Corrientes. Entretanto, Tamayo empeña su talento en films publicitarios. «Un artículo sobre mi obra podría llamarse Ramiro Tamayo: de Bazán a la Lechuguita», comentaba sarcásticamente el joven realizador, aludiendo a un popular aviso con Zulma Faiad del que es autor” (de un artículo titulado “Proceso al cine argentino”, en Siete Días Ilustrados, 25.7.1967).
En la temporada 1960 integró el denominado Grupo de los 10, emprendimiento que se
proponía multiartístico pero que sólo hizo TV y que integraban –en el orden de
un aviso publicitario– Fernando Birri, Héctor Grossi, Jack Feldbaum, David José
Kohon, Rodolfo Kuhn, Tomás Eloy Martínez, Dalmiro Sáenz, Ernesto Schóó, Tamayo
y Mario Trejo, es decir, algunos de los más talentosos escritores, cineastas y
periodistas contemporáneos; consta que escribió con Dalmiro el libreto de al
menos uno de sus unitarios, Y hasta un
poco de tiempo, emitido el 7.5 por el Canal 7, pero también dirigió la
puesta de otros. En 1961 hizo lo propio en el ciclo Los aborígenes, adaptación de Schóó del cuento de
Carlos Martínez Moreno emitido por el Canal 9 desde el 5.9: entrevistado por un
cronista de Clarín (3.10.1961), Ernesto
aportó un dato-clave al decir que Tamayo es “de vieja estirpe boliviana”.
Y eso es todo lo que encontré sobre el personaje, lo suficientemente poco como para estimular a cualquier investigador que se precie de tal. Claro, en 1962 no existía la internet, herramienta actual, siempre provisoria, siempre insegura, siempre fascinante, pero herramienta al fin que permite unir las piezas sueltas. Para la International Movie Database (IMDb) no existe, lo cual no me sorprende en absoluto. En Google hay varios Ramiro Tamayo, pero sólo un artículo sobre éste Ramiro Tamayo que me merece respeto. Se trata del blog titulado “Oye Borges”, en cuya entrada del 15.7.2017 Martín Zelaya Sánchez ofrece abundante información, verosímil además. En realidad, el artículo está centralizado en la relación entre Jorge Luis Borges y la literatura boliviana, y en sus intersticios es donde se revela Ramiro Tamayo, hermano menor de una dinastía de poetas de esa nacionalidad, “un comunicador, cineasta e intelectual que creció y vivió gran parte de su vida en Buenos Aires, y que escribió el poema que tanto fascinó a Borges”, se dice allí. Borges escribió un prólogo a uno de los libros de poesías de RT.
El artículo incorpora declaraciones del periodista
argentino Albino Gómez: “Ramiro fue un gran poeta y es verdad que su perfeccionismo le
impidió editar ese libro (en el que iba a estar el poema que solo la memoria de
Borges mantuvo vivo). Yo lo conocí en quinto año del Colegio Nacional, cuando
él llegó con su padre, don José Tamayo, su madre, su hermano Marcial, que ya
tenía 28 años, y Celicetta, su hermana de 20 años”. Datos que ponen en duda si
Tamayo nació en Bolivia o en Buenos Aires. “Fuimos muy amigos durante años.
Ingresamos juntos a la Facultad de Derecho que pronto él abandonó porque no le
interesaba. Lo malo es que también dejó la poesía y eso fue una gran pérdida.
Se dedicó al cine primero y con el entonces periodista e incipiente escritor
Tomás Eloy Martínez, luego famoso, hicieron un filme sobre una leyenda norteña
que tuvo muchos premios y creo que figura en las buenas enciclopedias del cine”,
concluye Gómez.
El Gitano Pocopelo
El hermoso Brummell (Julio Saraceni, 1950-1951) es un film nacional producido por
Estudios San Miguel y escrito por Abel Santa Cruz y Manuel M. Alba como un
vehículo estelar para Fidel Pintos, que hasta entonces sólo hacía secundarios
en cine pero era muy popular por la radiofonía. En el personaje de un terrorista irlandés que pone una
bomba hizo su única aparición en cine el actor Alejandro de la Rúa, que había
popularizado el personaje “el gitano Pocopelo” por radio Belgrano: a juzgar por
este film y por las fotos de la época, debió ser pariente del futuro Presidente
Fernando de la Rúa, tal su asombroso parecido.
Cuando un celular dejó de ser sólo
un vehículo policial
Juan Pablo Carrasco es el nombre del actor que –salvo error u omisión– mostró por primera vez en el cine local un teléfono celular: fue en Moebius (Gustavo Mosquera R., 1994-1995), en una secuencia con diversos personajes en el andén de una estación del subterráneo, en su caso caracterizado como yupie. Masivamente en el mercado desde mediados de la década de los 80, cuando sólo servían como teléfono, creo recordar que el primero en mostrarlos por TV fue Marcelo Tinelli, con fines de burla al prójimo, como todo lo que hizo y hace ese bochinchero animador. Detrás de Moebius se los registra en Sotto voce (Mario E. Levin, 1995-1996), utilizado por uno de los personajes; en Acrobacias del corazón (Teresa Costantini, 1998), en manos de gran parte de los personajes; y en Cabecita rubia (Luis Sampieri, 1999), portado por un camionero (Oscar Pelliza).
En adelante, el celular fue una plaga, al punto de que films y series hacen de su uso intensivo lo que un buen guionista y un buen director resolverían a fuerza de talento e imaginación. Algunas producciones se han burlado del aparatejo y de las consiguientes “redes sociales”:
• “¿Qué hacíamos antes de Google? ¿Valía la
pena vivir siquiera?”, se pregunta Sanjeev Bhaskar en la serie inglesa Unforgotten (2014).
• Un cibernauta policial ayuda al inspector a
establecer si un sospechoso utiliza alguna red social: “–¿Cuál en particular?”,
“–Facebook, si está”, “–¿Quién no está?”, “–Yo”. (The night of, 2015-2016, miniserie).
• “No tienes Facebook ni Tweeter: es como si no
existieras”, ironiza un personaje en Unforgettable
(Mío o de nadie, Denise Di Novi,
2016).
• “¿No tienen una vida más allá del puto celular?”,
dice Clint Eastwood en The mule (La mula, Eastwood, 2018).
• “¿Soy el único que no tiene esas malditas aplicaciones?”,
se enoja el detective inspector Adrian Scarborough en la serie británica The Chelsea detective (2021).
Bailando por las paredes en versión berreta
En una tonta comedia argentina titulada El pecado más lindo del mundo un truco elemental muestra a Mariano Vidal
Molina –en su debut en cine– bailando y zapateando sobre el piso y una pared, gag
que, debidamente perfeccionado como sólo Hollywood podía hacerlo, se hizo
célebre a través del estadounidense Royal wedding (Boda real,
Stanley Donen, 1951), en el que Fred Astaire hacía lo propio por el piso, ambas
paredes y el techo, pero en colores y con lujo de producción. El argentino fue
filmado en noviembre 1952, y en honor del director Don Napy es preciso agregar
que el de Donen-Astaire fue lanzado en Buenos Aires tan sólo el 4.3.1953 en el
Metropolitan y el Ideal, por lo cual, a no ser que lo hubieran podido ver en
los EEUU o en privado, se presume una casualidad.
Jimmy
Emmett
No hay comentarios:
Publicar un comentario