viernes, 4 de julio de 2025

CHUCHERIAS

Otras historias breves

Private jokes

En La casa del ángel (Torre Nilsson, 1956), Berta Ortegosa le echa en cara a su marido Guillermo Battaglia una aventura con la “tonadillera Tórtola Bilbao”, aludiendo a una famosa bailarina y cantante de los años 20 llamada Tórtola Valencia, de la cual La Razón opinó el 20.1.1932, al anunciar una renovada visita suya al país, que era una “discutida bailarina española, discutida por las características especiales de su arte, al par que por las excentricidades de su vida privada”. Esta es apenas una de las bromas privadas que amenizan tanto cine alrededor del mundo y de las que los espectadores no siempre son cómplices. En el argentino hubo otras, algunas de las cuales se recuerdan a continuación.

> Mientras está de picnic, la heroína (Libertad Lamarque) escucha un disco en la victrola: “¿Qué canción es ésta? ¿Qué es? ¿Qué es esto?”; leyendo la partitura, su marido Floren Delbene le informa: “Tu cariño, tango de Alfredo Malerba, estribillo por Libertad Lamarque”; la mujer responde: “¡Libertad Lamarque! Bah, yo canto mejor que ella...”. [Ayúdame a vivir, Ferreyra, 1936].

> Felisa Mary habla por teléfono con una amiga: “¿Cómo? La de Undurraga, ¿ya sin luto? Contáme lo que tiene puesto. ¿El vestido de Libertad Lamarque en Puerta cerrada? ¡Qué copiona!”. Poco después, la misma actriz, que suministró a la historia del cine argentino innumerables momentos de felicidad por la manera singular en que disparaba sus diálogos, le dice a su marido (Raimundo Pastore): “Callate Valenzuela, vos siempre viendo melodramas”, todo un comentario tratándose de un film de Saslavsky. [Historia de una noche, 1941].

Historia de una noche:
Felisa Mary, Santiago Arrieta y Sabina Olmos

> El hermano (Amadeo Novoa) del protagonista (Adolfo Stray) le cuenta que está enredado con una vedette de teatro de revistas y entre ambos se produce el siguiente diálogo: “–¿Qué hace, che, trabaja en cueros? –No, es actriz de revistas. –¿Y qué hace? ¿Canta, baila? –Ni canta ni baila ni habla. –¡Fantástico, esta chica llega lejos!”. [Las apariencias engañan, Carlos Rinaldi, 1955]. Stray, notoriamente, fue un destacadísimo “revistero”, al igual que Pepe Arias, asimismo protagonista de otra broma privada: disponiéndose a llevar a su madre al teatro Maipo, Ilde Pirovano le dice: “Por fin voy a conocer ahora a ese cómico que dicen se parece tanto a vos”. [Rodríguez supernumerario, Cahen Salaberry, 1947].

> El asistente de dirección (Carlos Fioriti) del ficticio film “Amor en el trópico” dispara una frase típica de muchos de sus colegas: “El que dirige la película soy yo”; Orlando Zumpano lo decía con frecuencia. [La otra y yo, Momplet, 1948].

> En Los millones de Semillita (Federic B. Da Costa, 1950), Lalo Hartich dispara esta frase memorable: “Yo nací mayordomo y moriré siendo mayordomo”; Hartich animó innumerables mayordomos y mucamos en su extensa trayectoria.

> Gervasio, uno de los dos personajes que interpreta Pedro Quartucci, es empleado de una empresa denominada Verga Hnos.: sotto voce, el chimenterío de la época sindicaba al actor como dueño de una idem de considerable tamaño… [¡Segundos afuera!, Alberto Etchebehere y Chas de Cruz, 1937].

Pedro Quartucci: imprimiendo la leyenda

> Quizá la más memorable y creativa broma interna es la que registra Expertos en pinchazos (Hugo Sofovich, 1979): un actor ensaya repetidamente y en diversos tonos la frase “La mesa está servida”, y cuando Olmedo y Porcel le preguntan algo contesta “No me interrumpa, tengo un parlamento muy difícil”. La gracia consiste en que ese personaje es interpretado por Raúl Ricutti (1926-1987), actor muy secundario, famoso entre sus pares por su errática dicción y por los furcios y equivocaciones en las que incurrió en toda su carrera, haciendo de ello casi un estilo. Sofovich, repitió el mismo chiste un año después en Te rompo el rating, otra de las comedias del dúo, pero haciéndosela repetir a nadie menos que Héctor Alterio, en una aparición amistosa filmada el mismo día (y con el vestuario de su personaje) en que rodaba en los estudios Baires Los viernes de la eternidad (Olivera).

Puentecito

En Avivato –El rey de los vivos– Cahen Salaberry, 1949) reaparece, aunque sólo aludido por sus secuaces Roberto Blanco, Salvador Fortuna y Germán Vega, el apodo “Puentecito”, que Sebastián Chiola había interpretado en La fuga (1937), Joaquín Petrosino en Puerta cerrada (1938) y Daniel Belluscio en El Loco Serenata (1939), todos ellos malvivientes y todos ellos personajes de films dirigidos por Luis Saslavsky teniendo como asistente a Enrique Cahen Salaberry. ¿Private joke o cábala? Sin embargo, en Maestro Levita, filmado por Amadori después de La fuga pero antes de Puerta cerrada y en el que Saslavsky y Cahen nada tuvieron que ver, se llamaba Puentecito el pueblo en el que transcurría la acción principal.

El extraño caso del próximo estreno jamás filmado

El actor Ismael Echevarría logró, a pesar de su faccia bruta (o quizá gracias a ella) una gran popularidad entre el público del interior del país, que ya lo conocía de cuando integraba el grupo musical Los Bombos Tehuelches, del que heredó su apodo artístico “El Tehuelche”. En cuatro films (1972 a 1978) interpretó un personaje llamado “Rufino Mangiapane”, aunque no existía relación argumental entre ellos. En el camino, sin embargo, quedó otro proyecto que lo involucraba: otra aventura del personaje, con rodaje previsto para enero 1974, debió haber sido “Rufino Mangiapane, taxista”, título que especulaba con el enorme éxito del ciclo televisivo del Canal 13 ¡Rolando Rivas! (Taxista). Como miles de otros proyectos, éste tampoco pudo ser concretado, pero en cambio es el único en la historia del cine argentino publicitado ¡antes siquiera de llegar a la primera toma!: en efecto, el programa de mano del cine General Paz (jueves 13 al miércoles 19.6.1974, cuando exhibía La Patagonia rebelde –Olivera, 1974–) anuncia en su portada “Próximamente – Ismael Echevarría en “Rufino Mangiapane, taxista” – En Magníficos Colores”.

¡Ay, Marito…!

El Instituto Nacional de Cinematografía decidió enviar El poder de las tinieblas (1979) a la competencia oficial de la 11ª edición del Festival de Moscú (14-28.8.1979), atendiendo a su supuesta qualité y al prestigio que suponía su tema de base, adaptado de una novela de Ernesto Sabato, más precisamente su capítulo Informe sobre ciegos. Cuando ya estaban allá, los integrantes de la delegación oficial, presidida por el funcionario Ernesto Rodríguez e integrada por el director Mario Sabato, la actriz Leonor Benedetto y el amante de ésta –el actor Gerardo Romano, que nada tenía que ver con el film–, fueron informados de que el film había sido desplazado de la muestra competitiva a la Informativa.

El poder de las tinieblas: Sergio Renán

   Formulados que fueron –en vano– todos los reclamos debidos, y en espera de la resolución final, asistieron mientras tanto a la exhibición en concurso de la producción sueca Frihetens murar (Marianne Ahrne, 1978), cuyo personaje principal es un actor argentino exiliado en Estocolmo y cuyas instancias argumentales aluden, sin duda alguna, a la violación de los derechos humanos por parte de la dictadura militar 1976-1983, una cuestión muy sensible para los europeos progresistas. Escandalizado, “Marito” Sabato puso el grito en el cielo comunista e instó a Rodríguez a retirar su film del Festival, tras lo cual todos debieron abandonar el Festival, Moscú y la URSS muy molestos por las “mentiras e inexactitudes” en las que incurría el film sueco, indignación a la que se sumó el enviado de La Nación, Claudio España, quien en el único despacho que logró enviar (18.8.1979) opinó que ese film ofrece una “falsa visión de la Argentina que resulta intolerable”. Hablando de ciegos...

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