BIOGRAFOS
Crónica de dudosa
moralidad (II)
Alfonsín
y después
Una de las primeras medidas tomadas por el gobierno que presidía Raúl
Alfonsín tras asumir en diciembre 1983 fue, en el área cultural, dictar la ley
23.052/84 derogando la ley 18.019/68 que había creado el Ente de Calificación
Cinematográfica que tanto perjuicio provocó a los espectadores, a los creadores
y al negocio en general. En esa misma ley se formalizaba la Comisión Asesora de
Exhibiciones Cinematográficas (CAEC) como dependencia del INC. La disolución
del maldito Ente, tarea a cargo de Jorge Miguel Couselo, acabó con todo tipo de
censura y tuvo efectos inmediatos en dos etapas.
La primera fue la de una
avalancha de mujeres carnales, ardientes y calientes desvestidas de enfermeras,
colegialas y masajistas, con preferencia adolescentes italianas, francesas y
alemanas en films picarescos en su gran mayoría distribuidos sin sonrojarse por
el luego prestigioso Pascual Condito, en tanto subproductos similares pero
brasileños eran la especialidad de Vanguardia Cinematográfica de la familia
Feldman. Condito estrenaba en el Arizona
(Lavalle 727), que en aquellos años se convirtió en la meca de ese tipo de films.
El Victoria (Avenida de Mayo 882) y
el Esmeralda (Esmeralda 425, ex
Real) también se dedicaban fervorosamente a esa especialidad a la que ya en
esos tiempos se la denominaba porno soft o films para “valijeros”,
categoría dispuesta por los distribuidores que algunos periodistas
popularizaron y que aludía a oficinistas que tras un frugal almuerzo pasaban la
hora de la siesta viendo algún film y cubriendo sus crecientes entrepiernas con
el portafolios de trabajo.
La segunda etapa es la del porno duro, liberado por la CAEC y en vigencia tan sólo desde fines de 1984 fuera del radio de la Capital Federal, que necesitaba antes la expresa autorización del Concejo Deliberante: el primer film “condicionado” estrenado en una sala “condicionada” fue, de hecho, el italiano La llave, lanzado con abundante publicidad el 27.12.1984 en el cine A, de Mar del Plata –bastión porno de Schwarzman Rotbart–, pero que al ser estrenado en Buenos Aires el 23.5.1985 había perdido su condición de “condicionado” para ser rebajado a la módica calificación “sólo apto para mayores de 18 años”, por lo que pudo ser exhibido en salas convencionales (Alfa y Lorena). Los films pornográficos, así como las salas que los proyectaban, recibían la mojigata denominación “de exhibición condicionada”: ya en abril 1984 algunos films fueron así calificados, pero debieron esperar para encajar en las salas que los proyectaran.
La primera exhibición de un
film porno en la Capital Federal fue una jugada audaz del inefable Rotbart: con
avisos diminutos en algunos diarios, el viernes 12.7.1985 puso en la sala 3 del
Multicine En la gloria, un clásico del género. Claudio España escribió
en La Nación una jugosa crónica de
ese día, que terminó siendo el único, ya que la sala fue de inmediato
clausurada. Una semana más tarde el hábil empresario lo intentó de nuevo, pero
fracasó, así como también una jugada similar encarada por el Ideal (Suipacha 370). Hasta que la tan
ansiada autorización municipal para exhibir porno en Buenos Aires fuera una
realidad (diciembre 1987) se registraron conatos diversos: el domingo 5.7.1987,
cuando un aviso publicitario en los diarios anunciaba la inauguración del Pasatiempo, ubicado en el primer piso
de la terminal de ómnibus de Retiro, cuyo empresario, Alfredo Osvaldo De
Simoni, prometía “abierto día y noche, continuado las 24 hs. sin parar”, siendo
su film de apertura, curiosamente, una producción japonesa de notable calidad, El
imperio de los sentidos, calificada “sólo apto para mayores de 18 años, de
exhibición condicionada”. Ocurre que esa terminal, como las de los trenes,
pertenece a otra jurisdicción, por lo cual podía evadir toda cuestión legal. De
todos modos, durante 1986 y 1987 algunas salas exhibían porno evadiendo
inspectores, siendo reiteradamente clausuradas y reabiertas: el Multicine,
claro está, el Cinesex, el L’Ombrello. Una vez autorizada la
Capital, fueron surgiendo infinidad de sucuchos de variado pelaje, que alguna
vez habían funcionado como cabarets (el Cine
del Oeste, en Liniers), locales comerciales y hasta ¡casas de familia! (el Cinema Flores, en Rivadavia 7366), pero
la explosión de las salas porno se registra tan sólo desde comienzos de 1990.
Algunos viejos cines convencionales, entonces, practicaron travestismo: el ya citado Victoria; el otrora prestigioso Ideal, “orgullo de la Atenas del Plata, templo de emoción y de arte”, como se lo ofrecía en su inauguración; el muy antiguo y popular teatro Variedades (Lima 1615), frecuentado por travestis; el Gran San Juan (San Juan 3246, ex Follies San Juan); el veterano Loria (Rivadavia 3058), otro templo pero del cine de habla castellana y hoy templo evangelista; el Pueyrredon Plaza (Pueyrredon 230, ex Majestic); el Gran Urquiza (Bauness 2506, ex Edén Palace), una rareza de Villa Urquiza que de lunes a viernes exhibía material porno y los sábados y domingos films ¡para niños!; el Pequeño Teatro (Bartolomé Mitre 1259), en el subsuelo de una galería con salida a Cangallo en el que Mecha Ortiz actuó en varias oportunidades; el Biógrafo Uno (Corrientes 4636, ex Alcázar, ex Columbia); el Auditorio Buenos Aires (Florida 683, en otro subsuelo de otra galería, ex Auditorio Kraft); el Arte (Diagonal Norte 1156, también subsuelo de galería comercial); y el Multicine (Lavalle 750), cinco diminutas salas que nacieron con vocación de cine club y, al igual que el Arte, fueron inicialmente programadas por Salvador Sammaritano: en los meses previos a la definitiva autorización, el Multicine engañaba a los incautos ofreciendo films con “sexo implícito”... [Un amplio informe sobre este tema fue escrito –aunque sin firma– por Claudio España para La Nación (30.1.1988): se recomienda su lectura].
Algunas características de estos cines porno han ido mutando a través del tiempo transcurrido: en un principio concurría alguna mujer, aunque nunca sola sino con su pareja (masculina: hoy cabe la aclaración), así como hombres 100% heterosexuales, si es que tal espécimen existe. Todo ello acabó: las mujeres desaparecieron y la concurrencia masculina es casi excluyentemente homosexual, categoría que incluye a voluntariosos taxi boys. Las salas “de exhibición condicionada” han devenido un lugar de encuentros gay, “suerte de amplio back room”, como definió Edgardo Cozarinsky en su ensayo Palacios plebeyos y como además documentaron el film argentino Un año sin amor y el portugués Morrer como um homem, entre otros.
Addenda
[Originariamente escrito
para mí mismo y para mis amigos en noviembre 2012, este texto mereció, entre
otras, una devolución que merece ser incluida por cuanto expande el tema:]
Querido Daniel: te
agradezco el texto que me enviaste, con cuya lectura y relectura estoy pasando
momentos muy agradables. También me traen recuerdos que comparto. Allá por los
50, en una matinée en día de semana, vi un triple programa con algunas de las
películas que mencionás al comienzo de tu escrito, en el Armonía de la calle
Rivadavia al 2600. Años después conocí al dueño, Antonio Alvarez, que también
poseía el Avenida de la Avenida de Mayo 675 y que apoyó a sus hijos a crear la
distribuidora Lorca que trajo algunas películas de gran valor, Senso, de Visconti, entre otras:
¡gracias, familia Alvarez! La saga familiar continúa con su sobrina, Rosalía,
que heredó el Eclair, actual Lorca, donde en una trasnoche privada por
invitación vi películas porno allá por el 54.
No puedo dejar de recordar cariñosamente a
Héctor “el Colorado” Cillio, quien junto con su cuñado, [Roberto] Pérez, dueño
del Gran San Juan, y don Juan Farioli, dueño del Continental (Carabobo 945),
programaban además el Ciudadela, el Urquiza, el Alsina y el California de Villa
Insuperable con películas de las prohibidas para menores de 18 años en la
terrible época de Videla y Tato con los riesgos consiguientes, agravados cuando
pasaban de contrabando películas prohibidas, por lo general en la función
trasnoche.. Recuerdo en los 78-80 haber llevado a esos cines, cargando
personalmente la bolsa, la versión completa de Furia en la isla (Cabeillou-Leblanc), llegando a la medianoche y
desapareciendo con la bolsa apenas terminada la función, previo cobro en
efectivo de jugosas recaudaciones.
Repetí esta asociación ilícita con el clan Cillio con un engendro llamado Mannequin alta tensión, dirigido por un paisano del productor Pino Farina de nombre Alviani: Farina tenía olvidada la única copia en los sótanos de su laboratorio Tecnofilm, en Riobamba al 400, de donde la rescaté, con mengua para mi supuesta buena fama, para estrenarla en el Arizona de la calle Lavalle, donde en esa época se estrenaban las películas con nada de sexo pero de llamativos títulos que, a veces después de una carnicería de cortes, Tato autorizaba, y que luego Cillio recomponería en sus salas. El Arizona era programado por un señor Valdéz, que tenía la obsesión de hacer brillar los mármoles del cine, cuya propiedad se atribuía a un señor conocido como “el Gitano”, también dueño del Gran Savoy.
Bueno Daniel, para pagar mis pecados me voy
a ver alguno de los 140 estrenos nacionales del año. Gracias y abrazos. Juan
Carlos. [Correo electrónico de Juan Carlos Fisner, 9.12.2012. En realidad, el
film de Visconti fue estrenado en 1957 distribuido por Ocean Films, empresa de
los Scalella: Juan Carlos debía referirse a un reestreno. Referencias: cine
Ciudadela (Ciudadela, BA); cine General Urquiza (Caseros, BA); cine Gran Alsina
(Valentín Alsina, BA); cine California (Villa Insuperable, BA); Jorge Rafael
Videla, miembro de la junta militar que usurpó el poder entre 1976 y 1983;
Miguel P. Tato, periodista, director del ECC entre agosto 1974 y septiembre
1978; Valdéz, presidente del directorio de Torrente SA, empresa propietaria del
Arizona y el Gran Savoy].
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