BIOGRAFOS
Crónica de dudosa
moralidad
“Discutida, comentada, descarnada... pero altamente moral”, definía la
publicidad una de las tantas reposiciones de El origen de la natalidad:
este film, cuya historia fue bien contada por Diego Curubeto en su libro Cine
bizarro, era uno de los tantos que durante muchísimos años exhibían los
cines de todo el país integrando programas triples con otros títulos difíciles
de ubicar, de origen tan desconocido cuan dudoso en la mayor parte de los
casos: Cómo se nace... y cómo se muere, un clásico indiscutido,
estrenado en Buenos Aires el 24.1.1932 en el teatro Porteño como “no apto para
personas incultas” y con la recomendación “menores no entran”; Voronoff y
las glándulas del rejuvenecimiento (nuevo título para el clásico realista
austríaco que aquí había sido lanzado como El
misterio de los sexos); Los secretos de la maternidad; Liana, la
salvaje; Uno de los
cuatro vicios del hombre; Vírgenes de Bali; El noveno, no desear; Toxicomanía, viejísimo
documental mudo de origen ruso estrenado en Buenos Aires en 1952, y hasta Tributos
sexuales, mediometraje argentino sobre la blenorragia. Todos estos films,
algunos de ellos convencionales (“normales”, podría decirse) pero con títulos
equívocos, en copias limadas por los años, solían conformar programas
itinerantes que anclaban por uno o dos días en salas no necesariamente “chanchas”,
como se verá más adelante, en funciones vespertinas para mujeres y nocturnas
para hombres. Sin embargo, este artículo no pretende indagar en esos u otros
films por el estilo, sino recorrer una pequeña historia de las salas porteñas
que los albergaban, aquellos cines que los diarios de los años 20 calificaban
como “de dudosa moralidad”.
Allá lejos en el tiempo
No se sabe con certeza cuál fue el primero, pero hacia finales de la
década de los 20 funcionaban varios, que solían escandalizar a los cronistas
del diario Crítica, quienes cada tanto alertaban a sus lectores sobre la
presencia en algunas salas (que no figuraban en las carteleras, de por sí
exiguas en esa época) de mujeres que ejercían allí la “profesión más antigua
del mundo”. Uno de los cines que dedicaba tiempo completo a exhibir material
(¿cómo calificarlo?, digamos:) “procaz”, era el Miriam (Suipacha 686, que antes era el Eslava), uno de cuyos
concurrentes –de acuerdo a su libro de memorias– fue el joven Adolfo Bioy
Casares. Otros, como el Porteño
(Corrientes 846) y el Apolo
(Corrientes 1386), eran teatros especializados en revistas frívolas que en los
meses veraniegos ofrecían cine: Julio Irigoyen solía programar en ellos algunos
de sus films.
El Heraldo del Cinematografista también se ocupó del tema: en su edición del 22.11.1933 (pág. 571) informa: “Cerró el Buckingham. En buena hora. La sala en cuestión constituía una especie de cloaca, una rémora para el espectador cinematográfico, que sólo servía de pretexto para que mujeres de vida airada –mujeres del mal vivir– realizaran un negocio amparadas por la falta de escrúpulos de los empresarios que en tal forma se complicaban en tan infame comercio”. Ahora bien: hubo tres cines denominados Buckingham Palace, el inaugurado en 1905 en la esquina de Solís y Victoria (actual Hipólito Yrigoyen); el abierto en 1911 en Corrientes 1752 entre Rodríguez Peña y Callao y el denominado Buckingham Palace 2º de la calle Tucumán 826. Los dos últimos pertenecían por entonces a Clemente Lococo, quien nunca descendió a esos infiernos, por lo que no caben dudas de que el cine aludido era el de Monserrat, un barrio bravo en ese sentido.
En los años 40 y 50 el rey
indiscutido fue el Cinelandia
(Corrientes 1743), un local largo y angosto inaugurado el 12.10.1940 que mucho
más tarde devino sala de arte y ensayo, primero como Abecé y luego –ya
orientado por Alberto Kipnis– como Losuar. Hacia finales de la década de los 50
funcionaban a todo trapo –la persistente publicidad en los diarios así lo hace
suponer– el Retiro (Leandro N. Alem
1071, zona prostibularia por excelencia) y el Montevideo (Montevideo 361, habitualmente teatro, antes conocido
como Patagonia): la programación de esta última sala era tan singular que en
noviembre 1959 anunciaba “cine y espectáculo picaresco al estilo de París” con
la representación de la revista Cayó la hoja de parra (“con las 20
vedettes frívolas”), la exhibición del film El Demonio de la noche y...
“las mejores canciones de Carlos Gardel”, esto es, sus cortos de 1930.
Años de destape
A mediados de los 60 se incorporó a la exclusiva cofradía el viejo cine
Devoto (Nueva York 3334), que
terminó sus días con el nombre Eurocine: en el Devoto tuvo su estreno no
oficial, el 2.6.1966, el film argentino El despertar del sexo, con una
jovencita Nora Cárpena interpretando lo que el subtítulo pretendía fuera la Crónica
fogosa de una mujer frígida y que fue harto exhibido en ese cine y en otros
de su calaña. El Devoto promocionaba su material vagamente erótico en forma
audaz y escandalosa apelando apenas a la cartelera de los diarios: sus módicas
400 butacas estaban ocupadas por un público fiel que incluía adolescentes a los
que, a pesar de exhibir material prohibido para menores de 18 años, tanto el
boletero cuanto los acomodadores permitían entrar sin demasiado trámite, lo que
propiciaba permanentes visitas de inspectores municipales seguidas de
reiteradas clausuras; sólo en noviembre 1974 fue cerrado dos veces, por diez
días cada vez.
Ya en los 70 se sumaron el antiguo cine-teatro General Mitre (Corrientes 5424, antes especializado en espectáculos para la colectividad judía), publicitado como “El Palacio del Cine Realista” y como “Recomendable para hombres solteros pero... también pueden asistir las damas”; el Floresta (Corro 331), éste señalado como “El Paraíso de los Adultos”, a tres cuadras de Rivadavia justo en el límite entre Floresta y Villa Luro; el Select San Juan (San Juan 2540) y dos o tres del Gran Buenos Aires, todos los cuales, aunque tuvieran dueños diversos, eran programados por Jaime Schwarzman Rotbart, personaje imposible de soslayar en esa variante de la exhibición: la primera vez que su nombre figura en un diario fue cuando en mayo 1960 se hizo cargo de la programación del teatro Argentino (Bartolomé Mitre 1448) presentando a la Gran Compañía de Varieté Modernista en el espectáculo F30 –30 Formidables Frivolidades Femeninas–. Rotbart alquilaba films convencionales y los publicitaba agregándoles una palabra connotativa (“sexo”, “caliente”, “ardiente”, “impúdica”) y la leyenda “continuado desde las 8 de la mañana hasta la 1 de la madrugada”: a lo largo de su actividad programará cuanta sala disponible era pasible de reconvertir, entre ellas el ABC y el Ferrocine Retiro inaugurado el 17.5.1973 al final de los andenes 1-2-3 de la estación Retiro del Mitre: es de imaginar, en este último, el tipo de concurrencia ultramarginal; quien escribe estas líneas confiesa que, aunque siempre tentado, nunca se le atrevió.
El mencionado ABC (Esmeralda casi Corrientes) tiene también su petite aunque atractiva histoire. En el subsuelo de Esmeralda 506 funcionaba –o al menos era propiedad de– la Casa de la Provincia de Corrientes hasta que, hacia 1961, fue alquilado por una cooperativa teatral que lo convirtió en la sala Itatí, donde un nombre frecuente era el de la actriz Maruja Gil Quesada. El 10.11.1964 ese subsuelo fue reinaugurado con el nombre ABC, asimismo dedicado a representaciones teatrales, algunas de jerarquía: en su escenario fue montada, por ejemplo, la primera producción argentina de The knack, de Ann Jellicoe, según traducción de Ernesto Schóó. Hacia finales de 1972 un incendio casi lo destruyó: fue reacondicionado, alquilado por Schwarzman Rotbart y reabierto el jueves 18.1.1973, en un principio con una programación convencional sólo alterada con alguna sorpresa, por ejemplo el demorado estreno del Che! según Omar Shariff, lanzado el sábado 17.3.1973 y levantado a los pocos días debido a amenazas de bombas. Sin embargo, desde poco más adelante el ABC dedicará su programación a material prohibido para menores, de corte picaresco, publicitado de manera sensacionalista y alternándolo con “strip tease-travestis-vedettes” en vivo. Como el Devoto con El despertar del sexo, el ABC ofreció desde el 2.4.1973 un estreno argentino “de facto”, en su caso Venus perseguida. Desde la abolición de la censura (1984), el ABC se lanzó de lleno al porno duro, en la pantalla y fuera de ella, incluyendo shows de stripers masculinos: desde 1997 (¡quién diría!) fue administrado por Alejandro Sisco, quien creció y se formó como empleado de la Cinemateca Argentina. En algún momento impreciso de mediados de 2014 fue transformado –es un decir– en la sala Esmeralda, asimismo dedicada a espectáculos porno pero con un falso aire under: tenía habilitación como “teatro independiente multiespacios”, una absoluta mentira que quedó al descubierto cuando en diciembre 2019 la municipalidad porteña procedió a clausurarlo: según la crónica de Clarín, el lugar servía de encuentro sexual para hombres y en su interior fueron encontrados preservativos (utilizados) y cigarrillos de marihuana (fumados). Un amigo perspicaz comparó este tardío “descubrimiento” municipal con aquella secuencia de Casablanca en la que el jefe de Policía Claude Rains irrumpe con sus hombres en Rick’s, el boliche de Humphrey Bogart, escandalizado porque “descubrió” que allí se jugaba clandestinamente… mientras un empleado diligente le entrega “sus ganancias, señor”. [Continuará]
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