martes, 1 de julio de 2025

BIOGRAFOS

Crónica de dudosa moralidad

“Discutida, comentada, descarnada... pero altamente moral”, definía la publicidad una de las tantas reposiciones de El origen de la natalidad: este film, cuya historia fue bien contada por Diego Curubeto en su libro Cine bizarro, era uno de los tantos que durante muchísimos años exhibían los cines de todo el país integrando programas triples con otros títulos difíciles de ubicar, de origen tan desconocido cuan dudoso en la mayor parte de los casos: Cómo se nace... y cómo se muere, un clásico indiscutido, estrenado en Buenos Aires el 24.1.1932 en el teatro Porteño como “no apto para personas incultas” y con la recomendación “menores no entran”; Voronoff y las glándulas del rejuvenecimiento (nuevo título para el clásico realista austríaco que aquí había sido lanzado como El misterio de los sexos); Los secretos de la maternidad; Liana, la salvaje; Uno de los cuatro vicios del hombre; Vírgenes de Bali; El noveno, no desear; Toxicomanía, viejísimo documental mudo de origen ruso estrenado en Buenos Aires en 1952, y hasta Tributos sexuales, mediometraje argentino sobre la blenorragia. Todos estos films, algunos de ellos convencionales (“normales”, podría decirse) pero con títulos equívocos, en copias limadas por los años, solían conformar programas itinerantes que anclaban por uno o dos días en salas no necesariamente “chanchas”, como se verá más adelante, en funciones vespertinas para mujeres y nocturnas para hombres. Sin embargo, este artículo no pretende indagar en esos u otros films por el estilo, sino recorrer una pequeña historia de las salas porteñas que los albergaban, aquellos cines que los diarios de los años 20 calificaban como “de dudosa moralidad”.

Allá lejos en el tiempo

No se sabe con certeza cuál fue el primero, pero hacia finales de la década de los 20 funcionaban varios, que solían escandalizar a los cronistas del diario Crítica, quienes cada tanto alertaban a sus lectores sobre la presencia en algunas salas (que no figuraban en las carteleras, de por sí exiguas en esa época) de mujeres que ejercían allí la “profesión más antigua del mundo”. Uno de los cines que dedicaba tiempo completo a exhibir material (¿cómo calificarlo?, digamos:) “procaz”, era el Miriam (Suipacha 686, que antes era el Eslava), uno de cuyos concurrentes –de acuerdo a su libro de memorias– fue el joven Adolfo Bioy Casares. Otros, como el Porteño (Corrientes 846) y el Apolo (Corrientes 1386), eran teatros especializados en revistas frívolas que en los meses veraniegos ofrecían cine: Julio Irigoyen solía programar en ellos algunos de sus films.

Apolo

   El Heraldo del Cinematografista también se ocupó del tema: en su edición del 22.11.1933 (pág. 571) informa: “Cerró el Buckingham. En buena hora. La sala en cuestión constituía una especie de cloaca, una rémora para el espectador cinematográfico, que sólo servía de pretexto para que mujeres de vida airada –mujeres del mal vivir– realizaran un negocio amparadas por la falta de escrúpulos de los empresarios que en tal forma se complicaban en tan infame comercio”. Ahora bien: hubo tres cines denominados Buckingham Palace, el inaugurado en 1905 en la esquina de Solís y Victoria (actual Hipólito Yrigoyen); el abierto en 1911 en Corrientes 1752 entre Rodríguez Peña y Callao y el denominado Buckingham Palace 2º de la calle Tucumán 826. Los dos últimos pertenecían por entonces a Clemente Lococo, quien nunca descendió a esos infiernos, por lo que no caben dudas de que el cine aludido era el de Monserrat, un barrio bravo en ese sentido.

   En los años 40 y 50 el rey indiscutido fue el Cinelandia (Corrientes 1743), un local largo y angosto inaugurado el 12.10.1940 que mucho más tarde devino sala de arte y ensayo, primero como Abecé y luego –ya orientado por Alberto Kipnis– como Losuar. Hacia finales de la década de los 50 funcionaban a todo trapo –la persistente publicidad en los diarios así lo hace suponer– el Retiro (Leandro N. Alem 1071, zona prostibularia por excelencia) y el Montevideo (Montevideo 361, habitualmente teatro, antes conocido como Patagonia): la programación de esta última sala era tan singular que en noviembre 1959 anunciaba “cine y espectáculo picaresco al estilo de París” con la representación de la revista Cayó la hoja de parra (“con las 20 vedettes frívolas”), la exhibición del film El Demonio de la noche y... “las mejores canciones de Carlos Gardel”, esto es, sus cortos de 1930.

Años de destape

A mediados de los 60 se incorporó a la exclusiva cofradía el viejo cine Devoto (Nueva York 3334), que terminó sus días con el nombre Eurocine: en el Devoto tuvo su estreno no oficial, el 2.6.1966, el film argentino El despertar del sexo, con una jovencita Nora Cárpena interpretando lo que el subtítulo pretendía fuera la Crónica fogosa de una mujer frígida y que fue harto exhibido en ese cine y en otros de su calaña. El Devoto promocionaba su material vagamente erótico en forma audaz y escandalosa apelando apenas a la cartelera de los diarios: sus módicas 400 butacas estaban ocupadas por un público fiel que incluía adolescentes a los que, a pesar de exhibir material prohibido para menores de 18 años, tanto el boletero cuanto los acomodadores permitían entrar sin demasiado trámite, lo que propiciaba permanentes visitas de inspectores municipales seguidas de reiteradas clausuras; sólo en noviembre 1974 fue cerrado dos veces, por diez días cada vez.


   Ya en los 70 se sumaron el antiguo cine-teatro General Mitre (Corrientes 5424, antes especializado en espectáculos para la colectividad judía), publicitado como “El Palacio del Cine Realista” y como “Recomendable para hombres solteros pero... también pueden asistir las damas”; el Floresta (Corro 331), éste señalado como “El Paraíso de los Adultos”, a tres cuadras de Rivadavia justo en el límite entre Floresta y Villa Luro; el Select San Juan (San Juan 2540) y dos o tres del Gran Buenos Aires, todos los cuales, aunque tuvieran dueños diversos, eran programados por Jaime Schwarzman Rotbart, personaje imposible de soslayar en esa variante de la exhibición: la primera vez que su nombre figura en un diario fue cuando en mayo 1960 se hizo cargo de la programación del teatro Argentino (Bartolomé Mitre 1448) presentando a la Gran Compañía de Varieté Modernista en el espectáculo F30 –30 Formidables Frivolidades Femeninas–. Rotbart alquilaba films convencionales y los publicitaba agregándoles una palabra connotativa (“sexo”, “caliente”, “ardiente”, “impúdica”) y la leyenda “continuado desde las 8 de la mañana hasta la 1 de la madrugada”: a lo largo de su actividad programará cuanta sala disponible era pasible de reconvertir, entre ellas el ABC y el Ferrocine Retiro inaugurado el 17.5.1973 al final de los andenes 1-2-3 de la estación Retiro del Mitre: es de imaginar, en este último, el tipo de concurrencia ultramarginal; quien escribe estas líneas confiesa que, aunque siempre tentado, nunca se le atrevió.

ABC

   El mencionado ABC (Esmeralda casi Corrientes) tiene también su petite aunque atractiva histoire. En el subsuelo de Esmeralda 506 funcionaba –o al menos era propiedad de– la Casa de la Provincia de Corrientes hasta que, hacia 1961, fue alquilado por una cooperativa teatral que lo convirtió en la sala Itatí, donde un nombre frecuente era el de la actriz Maruja Gil Quesada. El 10.11.1964 ese subsuelo fue reinaugurado con el nombre ABC, asimismo dedicado a representaciones teatrales, algunas de jerarquía: en su escenario fue montada, por ejemplo, la primera producción argentina de The knack, de Ann Jellicoe, según traducción de Ernesto Schóó. Hacia finales de 1972 un incendio casi lo destruyó: fue reacondicionado, alquilado por Schwarzman Rotbart y reabierto el jueves 18.1.1973, en un principio con una programación convencional sólo alterada con alguna sorpresa, por ejemplo el demorado estreno del Che! según Omar Shariff, lanzado el sábado 17.3.1973 y levantado a los pocos días debido a amenazas de bombas. Sin embargo, desde poco más adelante el ABC dedicará su programación a material prohibido para menores, de corte picaresco, publicitado de manera sensacionalista y alternándolo con “strip tease-travestis-vedettes” en vivo. Como el Devoto con El despertar del sexo, el ABC ofreció desde el 2.4.1973 un estreno argentino “de facto”, en su caso Venus perseguida. Desde la abolición de la censura (1984), el ABC se lanzó de lleno al porno duro, en la pantalla y fuera de ella, incluyendo shows de stripers masculinos: desde 1997 (¡quién diría!) fue administrado por Alejandro Sisco, quien creció y se formó como empleado de la Cinemateca Argentina. En algún momento impreciso de mediados de 2014 fue transformado –es un decir– en la sala Esmeralda, asimismo dedicada a espectáculos porno pero con un falso aire under: tenía habilitación como “teatro independiente multiespacios”, una absoluta mentira que quedó al descubierto cuando en diciembre 2019 la municipalidad porteña procedió a clausurarlo: según la crónica de Clarín, el lugar servía de encuentro sexual para hombres y en su interior fueron encontrados preservativos (utilizados) y cigarrillos de marihuana (fumados). Un amigo perspicaz comparó este tardío “descubrimiento” municipal con aquella secuencia de Casablanca en la que el jefe de Policía Claude Rains irrumpe con sus hombres en Rick’s, el boliche de Humphrey Bogart, escandalizado porque “descubrió” que allí se jugaba clandestinamente… mientras un empleado diligente le entrega “sus ganancias, señor”. [Continuará]

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