domingo, 25 de mayo de 2025

TEMAS

Maricones & tortilleras (III)

Este tercer informe cubre la entera década de los 50, que arrastra todavía las situaciones cómico-homofóbicas de las anteriores, que lamentablemente resurgirán, y con mayor fuerza, en años posteriores. Sin embargo, se alternan con la primera pareja lesbiana en un film sonoro, con situaciones resueltas mediante la ambigüedad y con el tratamiento sutil en algunos títulos. Es evidente el drástico corte entre la producción 1955 y la siguiente a la caída del peronismo, años los de la segunda mitad de esa década en que se va imponiendo una modernidad en el acercamiento al tema, con un ejemplo mayúsculo en El jefe.

   Antes de entrar en tema, algunas amenidades:

> Inaugurado pocos meses antes, Contramano estaba a full aquella noche de agosto 1984 cuando José Luis, su dueño, me informó: “Vos que sos periodista, acaba de entrar Alfredo Alcón con todo el elenco del Cervantes”. Eran los españoles del Centro Dramático Nacional que, dirigidos por Lluis Pasqual, habían estrenado la versión pasada por Brecht de Eduard II de Marlowe. Poco después, en la pequeña pista de baile cuyos espejos la hacían parecer más grande, el azar me enfrenta a un hermosísimo chaval (tenía 23 años aquel día): nuestras miradas coincidieron apenas un instante, sonreímos, chocamos nuestros vasos y seguimos en lo nuestro. Nunca olvidé aquella mirada, que en pocos años más sería mundialmente famosa. ¡Bailé con Antonio Banderas!

> Treinta años más tarde, sentado a la mesa televisiva de Mirtha Legrand, Banderas debió soportar la pregunta de la anfitriona acerca de si alguna vez había recibido una propuesta sexual de algún hombre. Ante la mirada atónita de Cecilia Roth, el antiguo sex symbol e ícono gay no tuvo ningún pudor en contestar: “No, nunca”. Vamos, Antonio... entre bomberos...

> “Peligro”, advierte un cartel en la Reserva Ecológica mostrado por I-Sat en su micro Proyecto Cartele: a mano, alguien agregó: “Gays!”. En una cortina metálica de la calle Yerbal al 3300 alguien corrigió la leyenda All Boys convirtiéndola en all gays: con seguridad fue un hincha de Chicago, pero uno clever.

> “Los hombres más guapos son los que no saben que son guapos. Son ignorantes de su belleza y eso sí que los hace irresistibles”. [Rossy de Palma, La Nación Revista, 7.4.2013].

   Y ahora vamos con los 50:

Sangre negra (Pierre Chenal, 1950). Con mucha sutileza, pero evidente en el soplón “Snippy”, a cargo de un actor no identificado.

Buenos Aires a la vista (Bayón Herrera, 1950). Vicente Rubino interpreta al nuevo galán –en reemplazo de Rafael Chumbita– de la estrella Blanquita Amaro, pero resulta afeminado.

La doctora Castañuelas (Moglia Barth, 1950). Augusto Codecá, como siempre y porque sí nomás, mariconea un ratito, esta vez tocado de mexicana.

Buenos Aires, mi tierra querida… (Julio Saraceni, 1950). Ambientada en un teatro, una secuencia muestra a un bailarín afeminado, de quien el astro Alberto Castillo se burla llamándolo “María de la O”.

Escándalo nocturno (Juan Carlos Thorry, 1950-1951). Dos parejas, un departamento y diversas alternativas –todas muy tontas– son el débil sustento argumental de esta comedia menor, recargada de diálogos y pésimamente dirigida por Thorry. Una escena sí es graciosa, pero a través de una lectura gay: Thorry se enoja cuando vuelve a su casa y encuentra a su amigo José Cibrián casado (“¡Este era nuestro departamento!”), y ambos discuten todo el tiempo como si conformaran una pareja sentimental.

Mujeres en sombra (Catrano Catrani, 1951). Primer film argentino del subgénero “cárcel de mujeres”: toda copia desapareció hace muchísimo tiempo, por lo que es imposible saber si contenía alguna alusión a reclusas lesbianas, como quiere la tradición.

Si muero antes de despertar (Christensen, 1951). Sólido drama de suspenso con un gran trabajo de Homero Cárpena, quien, sin exagerarlo, dota a su personaje de psicópata asesino de niños con rasgos inequívocamente homosexuales que estaban implícitos en el cuento de William Irish.


La última escuadrilla (Saraceni, 1951). Services movie cuyo argumento refleja la camaradería de varios jóvenes aspirantes a aviadores y sus módicos asuntos familiares y sentimentales. Resulta curiosa la saña con que los argumentistas (Abel Santa Cruz y Manuel M. Alba) se la toman con uno de ellos, el personaje interpretado por el actor Mario Giusti: “Juan Carlos Sampietro” es el más tonto del grupo de aspirantes, siempre hablando de su hermanita, blanco de las bromas de sus compañeros, gran parte de ellas aludiendo a su presunta falta de hombría; le dicen “El mixto sos vos” o “Pero che, oíme, tu papá en vez de comprarte una hermana por qué no te habrá comprado un trencito”, y una foto suya adherida a su casillero de los vestuarios aparece con dibujos que lo convierten en una mujer; acaso el hecho de que se tratara de un soldado (conscripto, pero miembro al fin de las Fuerzas Armadas) evitó que lo trataran directamente como un homosexual, y por ello al final lo hacen suspirar ante una chica que pasa a su lado en el baile. Abel Santa Cruz reincidirá en ese tipo de humillaciones en algunos de sus films siguientes.

Juan Carlos Altavista, Mario Giusti y un militar real

Crisol de hombres (Arturo Gemmiti, 1951). Otra services movie, ésta en favor del Servicio Militar Obligatorio, con las pequeñas historias personales de un grupo de muchachos (que se tratan de “usted”), de los cuales el que interpreta Saúl Jarlip es un ingenuo, tal vez homosexual.

Deshonra (Tinayre, 1951). Lo que los productores de Mujeres en sombra (tal vez) no se atrevieron a mostrar refulge en este nuevo ejemplar del asunto “cárcel de mujeres”, esto es, una abierta relación lesbiana entre las reclusas Golde Flami y Diana de Córdoba, actrices que ostentan el honor de ser las primeras tortilleras de la historia del cine argentino.

Myriam de Urquijo, Golde Flami, Diana de Córdoba y Rosa Rosen

La patrulla chiflada (Carlos Rinaldi, 1951-1952). Tal vez el mejor film de Los Cinco Grandes del Buen Humor: incluye dos fugaces viñetas gay con sendos mariquitas, un negro beduino y el cazador de autógrafos del final.

La de los ojos color del tiempo (Amadori, 1951-1952). Hay un niño en esta melosa historia de Guy de Chantepleure, “Huguito”, que, sin embargo, fue interpretado por la niña-actriz Diana Myriam Jones: para disimular, los títulos de crédito la mencionan como “D. M. Jones”.

Ellos nos hicieron así (Soffici, 1952). La relación amistosa entre Luis Medina Castro y Saúl Jarlip fue tallada por los argumentistas-guionistas Pondal Ríos y Olivari desde la (¿involuntaria?) ambigüedad, aunque el segundo sin duda es homosexual, y de la variedad “románticos”.

El hijo del crack (Leopoldo Torres Ríos y Leopoldo Torre Nilsson, 1952). Alguien dice muy seriamente que “el fútbol hace hombres fuertes y sanos, no maricones”.

La tía de Carlitos (Enrique Carreras, 1952). Nueva versión de Charley’s aunt, ésta con Alfredo Barbieri como “la tía” en cuestión.

Suegra último modelo (Carreras, 1953). En la línea de Adrián Cúneo, Gogó Andreu interpreta a un pretendiente de la novia, tímido y un tanto afeminado.

La Tigra (Torre Nilsson, 1953). Incluye una referencia de tono picaresco, la proposición lésbica de una alternadora a otra, que ésta rechaza diciéndole: “A mí siempre me dijeron que pan con pan comida de sonso”. Y un detalle que acaso nunca encuentre confirmación: mientras la Tigra canta En carne propia, la cámara muestra entre la concurrencia, en plano general, a una mujer, sola, sentada a una mesa: en las copias, siempre imperfectas, parecería un hombre travestido en mujer, atrevimiento que sólo se le podría haber ocurrido a Nilsson... o a Beatriz Guido, que ya entonces lo merodeaba.

Se necesita un hombre con cara de infeliz (Homero Cárpena, 1953). Hay un par de toques gay, muy al gusto de Augusto Codecá, el primero cuando se viste de mujer fingiendo requerir los servicios de un juez, aunque el disfraz no se resuelve dramáticamente sino que está al cohete –como el film todo–, y otro cuando Codecá, porque sí, comienza a mariconear ante Semillita.

Mujeres casadas (Soffici, 1953). Lalo Alvarez es un invitado afeminado en una reunión, que se acerca a felicitar a la futura pareja matrimonial (Nelly Panizza-Héctor Calcaño) al grito de “¡Congratulations, congratulations, congratulations!” y les pide autorización para rifar un beso de la novia; Calcaño (con gesto sobrador) le responde: “¿Por qué no lo rifa en su boda?” y el maricón replica “Porque yo no pienso casarme”.

Tren internacional (Tinayre, 1953-1954). El chileno Pancho Flores hace un delicioso bon vivant marica.

Adiós muchachos (Armando Bo, 1954). En la secuencia de la fiesta, Beto Gianola (¡quién diría!) hace un afeminado.

Beto Gianola, de saco oscuro

Cuando los duendes cazan perdices (Luis Sandrini, 1954). Alejo Rodríguez Crespo es “Pedrito”, un amigo afeminado de “Blanca Luz” (Malvina Pastorino), recreando el personaje que interpretó en el estreno de la comedia teatral de Orlando Aldama.

¡Adiós problemas! (Kurt Land, 1954). Un personaje secundario, el diseñador de ropa “Barilatti”, es un maricón in extremis: se ignora quién lo interpretó.

Africa ríe (Rinaldi, 1955). Vicente Rubino es el primo maricón de Los Grandes del Buen Humor, todos ellos de apellido “Figurola Méndez”.

El sonámbulo que quería dormir (Juan Sires, 1955). El millonario Héctor Calcaño abraza a su falso hijo Alfredo Barbieri y éste lo rechaza con fastidio diciéndole: “Largue, viejo... a su edad, es un poco feo”.

Edad difícil (Torres Ríos, 1955). En las secuencias iniciales, el argumento acumula tanto dato del folklore gay sobre su protagonista (un excelente, entrañable Oscar Rovito) que sólo una mirada straigh como la de su autor lo salva de ser homosexual: se muestra alcahuete y pedante, utiliza correctamente los cubiertos, prefiere secar los platos y llevar a sus hermanitos menores a la calesita antes que ir al fútbol (al que tampoco juega), los chicos del barrio se burlan de él llamándolo “mamita”, su hermano mayor también se burla de él y su madre lo mima y sobreprotege. Luego, por suerte, Freud sale de escena y Torres Ríos logra uno de los grandes films de la historia del cine local.

El jefe (Fernando Ayala, 1958). Alberto de Mendoza es el líder de una banda delictiva (Duilio Marzio, Leonardo Favio, Luis Tasca, Ignacio Quirós, Pablo Moret, Héctor Rivera, Emilio Alfaro), todos ellos heterosexuales excepto Moret, diseñado como el más débil de carácter, del que sus compañeros se burlan y hasta le dibujan tetas sobre su pecho desnudo. Con la sutileza propia de Ayala, en momento alguno se sugiere su posible condición homo.

Alberto de Mendoza, Luis Tasca y Pablo Moret

José Luis Suárez y Emilio Guevara

Alamos talados (Catrani, 1959). Es evidente la ambigüedad sexual del adolescente que protagoniza esta historia: “Alberto” (José Luis Suárez) debate sutilmente sus sentimientos entre sus primos “Cirilo” (Emilio Guevara) y “Dolores” (Liliam Araya) y con el “mayordomo Victorio” (Aldo Bragagnini), actor mendocino este último, y debutante además, que tendrá una carrera porteña con el nombre Aldo Braga. [Continuará]

Angelina Cornelia Isota Valserra del Dongo

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