TEMAS
Alboroto en el palacio del cine
(III)
Algunos
videastas aborigenes desarrollaron con especial fruición, sólo durante el
período 2003-2015, largometrajes que se ocupaban de gobiernos extranjeros.
Suponer que se trataba del estadounidense, de los asiáticos, europeos o
africanos sería un error: sólo les interesaron los de los “cumpas” de la
América latina, tanto como para estar en consonancia con el matrimonio
gubernamental y sus declaradas simpatías geopolíticas, dudosamente las que
nacen de la convicción o de la militancia sino las de la conveniencia
coyuntural. También del hecho de que este cuerpo de imágenes gozaba de
subsidios especiales, al borde del regalo. Para ellos no regía ese latiguillo
acerca de la “no ingerencia en gobiernos extranjeros” que con tanto énfasis le
reclamaban a “la derecha”.
Bolivia
aparece muy tempranamente en Return to
Bolivia (Mariano Raffo, 2005-2006, estrenado el 2.7.2009), que registra la
vida cotidiana en Buenos Aires de una familia de emigrantes, pero se pone más
picante en otros tres en los que el protagonista es su ex pretendidamente
eterno Presidente Evo Morales. El primero es un mediometraje, Ama suwa, ama khella,
ama llulla (NN, 2006 = “no seas
ladrón, no seas flojo, no seas mentiroso”, inédito), coproducido con Venezuela,
en tanto los dos restantes son Bolivia
para todos (2008, inédito), que responde a una “idea y realización general”
de Emilio Cartoy Díaz y “dirección general” de Cristian Jure y es una coproducción
argentino-boliviano-española en la que Cartoy Díaz se agradece a sí mismo; formado
en la televisión, Cartoy es uno de esos artistas de cabotaje y de un solo tema,
lo que no es bueno ni malo sino una evidencia; el suyo es el enaltecimiento de
la izquierda de la región, con el acento puesto en los derechos humanos y en la
denigración de los imperialismos, los liberalismos, los neoliberalismos y todo
otro estamento de poder que se oponga a aquellos postulados. No es casual que
se le animara a un largometraje tan luego bajo un gobierno que se
autoproclamaba “nacional y popular”, gracias a lo cual tuvo financiación
estatal no sólo argentina sino también venezolana y boliviana; Jure es su estrecho
colaborador. La glorificación de Morales continuó doce años más tarde con el
documental Seremos millones –Bolivia, Evo
y la fuerza de un pueblo– (2020-2021, estrenado el 29.6.2023), coproducción
con Brasil dirigida por Diego Briata y Santiago Vivacqua en la que parte
argentina la firma el muy kirchnerista Grupo Octubre.
Paraguay
y su muy democrático Presidente Fernando Lugo fueron retratados en el corto documental
Paraguay –Nosotros también podemos– (Cartoy Díaz y Jure, 2008), que sólo
fue emitido por TV.
Nicaragua,
claro está, tampoco fue olvidada: el engendro que le tocó en suerte, titulado Nicaragua… el sueño de una generación
(2011, estrenado el 19.7.2012), fue perpetrado por nada menos que tres
directores, Roberto Persano, Santiago Nacif Cabrera y Daniel Burak, y es un
pesado documental dedicado “al heroico pueblo de Nicaragua y a los
revolucionarios de latinoamérica” que traza una somera historia de ese
castigado país incluyendo testimonios diversos, entre ellos de los cineastas
argentinos “revolucionarios” Jorge Denti y Nerio Barberis.
Venezuela
también concitó la atención de algún profesional vernáculo, algo lógico si se
atiende que durante las Presidencias de Hugo Chávez y Nicolás Maduro el
gobierno argentino era, por decirlo con delicadeza, culo y calzón con aquellos.
De Bolívar a Chávez –Hacia la segunda
independencia– (Daniel M. Vaca Narvaja, 2008, estrenado el 13.8.2009) es un
documental regional y tendencioso, el primero de largometraje producido por el
Seminario Iberoamericano de Estudios Socioeconómicos Manuel Ugarte, institución
cordobesa mejor conocida como SIESe, en coproducción con el Seminario
Iberoamericano de Estudios Socioeconómicos Francisco de Miranda, de Caracas,
que ya habían producido Ama Suwa, Ama
Khella, Ama Llulla y, como éste, estaban enmarcados en algo así como una
serie titulada “El despertar de ameroibérica”. A la gente de los SIESe, está
claro, le interesa analizar los procesos revolucionarios ajenos, aunque sus
productos insistan en demonizar la “injerencia” de otro país (los Estados
Unidos de América, of course) tanto en Bolivia cuanto en Venezuela.
Aunque fue estrenado en una sala de cine convencional y no en el Centro
Cultural de la Cooperación Floreal Gorini –como hubiera sido coherente–, el
video no figura en el reporte anual de espectadores elaborado por la organización
Ultracine.
El menguante interés que pueda
haber suscitado en el puñado de espectadores que pagaron su entrada y el nulo
interés de los críticos especializados –casi no hubo reseñas– es
comparativamente menor al mayor interés que genera el doble apellido de su
realizador, debutante en estas lides al que cabe suponer, con fundamento puesto
que es cordobés, pariente de Fernando Vaca Narvaja, uno de los fundadores y
conductores de la organización terrorista Montoneros, de aquellos que huyeron
cuando las papas quemaban dejando que sus ingenuos seguidores pagaran con su
vida la seguidilla de secuestros, atentados y asesinatos perpetrados por orden
suya y de sus compinches. Algo parecido a lo que hizo su pariente Daniel M. en
este video: en un tiempo en que todo cineasta se erige en productor, guionista
y otros rubros, él sólo firma la dirección, dejando el trabajo pesado a sus
colaboradores. La presidenta del Instituto en el momento del lanzamiento de
este video debe haber firmado con gozo un generoso subsidio a un pariente de su
queridísimo amigo Fernando.
Honduras, y el golpe de Estado perpetrado en 2009, fue reflejado en Quién dijo miedo –Honduras de un golpe…– (Katia Lara, 2009-2010, inédito), coproducción hondureño-argentina en la que la empresa productora local fue nada menos que el Instituto.
Cuba,
su famosa revolución con mayúscula y su eterno dictador Fidel Castro han
ejercido una especial fascinación en cineastas autopercibidos progresistas de
orígenes diversos, entre los que se anotaron varios argentinos, siempre
ensalzándolos, por supuesto: jamás una mirada crítica, que hubiera sido de su
parte políticamente incorrecta. Además de algunos cortometrajes que nadie
recuerda, como Cuba, pueblo cubano (Julieta Tejeiro y Carolina Krauss, 1997), Mujeres de la revolución cubana: Esperanza
Olazábal (Mascaró Cine Americano, 2005) e Y en
eso se fue Fidel (Matías
Mera, 2016), deben registrarse los siguientes largometrajes: Bloqueo
–La guerra contra Cuba–, Daniel Desaloms, 2004), coproducido por
el Instituto, cuyo tótulo anticipa su temática; La importancia de llamarse Fidel (Amanda Chávez, 2004, inédito);
Vacaciones con Fidel (Tristán Noblia, 2008, estrenado el 24.10.2013) cuenta con el insólito
“apoyo” de 100 Bares, la productora de Campanella, y es “la fantasía de un
hombre por llevar a su familia a conocer lo más cercano, según él, a lo que
pudo haber sido un paraíso social del siglo XX”, de acuerdo al catálogo Cine argentino 2012, esto es, el
director Noblia adoctrinando a sus tres hijos menores de edad durante 72
minutos; Agroecología en Cuba –A 100 años
de la revolución rusa– (Juan Pablo Lepore y Nicolás van Caloen,
2016, estrenado el 24.8.2017), Los
caminos de Cuba (Luciano Nacci, 2017, inédito), según el catálogo 2018 “un
documental que busca rescatar la voz de algunas personas que nos cuentan el día
a día de su país y la gran transformación que se está llevando a cabo en Cuba
desde hace unos años”, y El Quijote del
Caribe –Roberto Fernández Retamar– (Raquel Ruiz, 2014-2018, inédito), perfil del eterno director de
Casa de las Américas que “se hizo comunista” tras la Revolución y, según
Reinaldo Arenas, fue miembro de la “oficialidad cubana” y, con José Antonio
Portuondo, “una de las figuras más siniestras de toda la cultura cubana”. En
todo este grupo de films el término más asiduo que se escucha es “bloqueo”.
Sin embargo, los videos más inflamados de
“revolución cubana al palo” fueron realizados por miembros de una misma
familia. Hechos no palabras –Los derechos
humanos en Cuba– (Carolina Silvestre, 2007) es otro documental tendencioso
y, además, servil para con el gobierno cubano, realizado por la empresa
argentina Latino Producciones SRL, producido por Fernando Miguel Silvestre y
María Silvina Silvestre en coproducción directa con el Instituto y escrito por
la directora con Orestes Hernández y Germán Cantore. Todo lo cual sería apenas
rutinario si no fuera porque los contenidos del video son falsos de toda
falsedad, toda vez que niegan lo evidente: los derechos humanos en la isla
caribeña son sistemáticamente avasallados desde hace una eternidad, pero de
manera perversa desde que Castro se erigió en su dueño refundador. Realizar
todo un largometraje intentando ocultar o minimizar esa evidencia –de la que
existen múltiples testimonios, entre ellos el de Arenas, quien dedicó varios
libros al tema sin ser un agente de la CIA– es algo que sus productores y
distribuidores pagaron con la indiferencia de crítica y público, ya que fueron muy
pocos los espectadores que compraron una entrada para asistir a una proyección
del engendro. Los que lo hicieron no necesitaban ser convencidos: con seguridad
ya lo estaban.
De todos modos, el dinero que podía haber ingresado por medio de la taquilla era algo irrelevante para la familia Silvestre, ya que la generosidad del organismo estatal cubría más que holgadamente el de por sí bajísimo costo de la producción. La debutante realizadora llegó al cine en el momento justo, cuando los gobiernos de otra familia favorecían con favores, dineros y honores a quienes exaltaran por medio del “arte” toda manifestación de cualquier banda de delincuentes siempre que fueran de izquierda, sin importar si eran argentinos, venezolanos o cubanos. Silvestre era la esposa de Juan Carlos Dante Gullo, alias “el Canca” (1947-2019), un privilegiado sobreviviente de lo que los gobiernos sucesivos del matrimonio Kirchner denominaban “la juventud maravillosa de los 70”, en su caso de la Juventud Peronista (JP), reciclado en ese gobierno en legislador porteño por el partido gobernante pero de quien nadie olvida su participación en el asesinato del sindicalista José Rucci, entre otras joyas de su corona.
Apenas realizado y estrenado el libelo, la
señora de Gullo fue premiada por sus inestimables servicios a las causas
guerrillera y cubana (que incluye su aporte al ya citado Bloqueo en
calidad de investigadora periodística, productora ejecutiva y guionista) con la
vicepresidencia del Instituto durante la gestión (2008-2013) presidida por la
compañera Mazure. Como sea, el pecado capital de Silvestre no reside en su
evidente parcialidad ni en su machacona repetición de eslóganes tendenciosos,
ni siquiera en la ausencia deliberada de alguna voz mínimamente opositora. No,
reside en que el video es más aburrido que un film iraní, lo cual es decir
mucho.
Hay films (videos, en este caso) cuyos títulos en algún momento se convierten en un boomerang. Tras su paso por el Instituto, Silvestre fue beneficiaria, mediante un decreto-ley (julio 2012) firmado por la Presidente Elisabet Fernández y el jefe de ministros Juan Manuel Abal Medina junior –otro cumpa–, de un cargo “extraescalafonario” –es decir: inventado– como representante del Estado Argentino ante la señal de cable Nueva Televisión del Sur (TeleSur), cargo equivalente al de un subsecretario de Estado. Su sueldo mensual rozaba los 100.000 pesos argentinos, que cobró durante más de tres años hasta que el nuevo gobierno presidido por Mauricio Macri decidió, razonablemente, que la República Argentina no tenía por qué seguir detentando el 16% de las acciones de una empresa para con la cual tenía obligaciones pero no injerencia en los contenidos. A la luz de la defensa que la cineasta y funcionaria Silvestre hizo en sus dos videos –sometidos ambos a investigación judicial por sobreprecios, dicho sea de paso– de los valores, la ideología y la economía de su amada Cuba, cabe suponer que gran parte de los 3.600.000 pesos percibidos por tres años, más gran parte de su con seguridad suculento sueldo como vicepresidenta del Instituto, los habrá donado a los pobres de Cuba. Hechos, no palabras. [Concluirá]
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