viernes, 2 de mayo de 2025

TEMAS

Alboroto en el palacio del cine (II)

Sin embargo, la gestión de Márbiz fue casi un juego de niños en relación a las que se sucedieron durante los mandatos presidenciales del matrimonio Kirchner-Fernández (2003-2015): Jorge Coscia, Jorge Alvarez (autor de la inmortal frase, dicha públicamente y sin pedido de discreción, “con dos años de presidente del INCAA estoy hecho”) y Liliana Mazure acumularon tantas imputaciones que terminaron siendo procesados en abril 2018 por el juez Claudio Bonadio, aunque de todos modos han venido zafando haciendo sucesivos “¡óleeee!”, en especial Coscia, el “exaltado puntero” (Joaquín Morales Solá dixit), quien huyó al extranjero y luego tuvo el buen gusto de morir antes de ser condenado. Las que siguen son algunas perlas de sus respectivas coronas, rescatadas de tantísimos casos parecidos por ser representativas de los usos y costumbres con que la gente del cine se manejaba en esos tiempos.

   Aunque la historia del cine mundial ha sido pródiga en films sospechosos (de corrupciones diversas, de componendas comprometedoras, de manejos turbios, de financiamientos inexplicables), El color de los sentidos (2004) podría sin duda servir como uno de los primeros ejemplos, en todos esos sentidos, de la gestión Coscia. En principio, el film se integra con cuatro dibujos animados cortos anteriores a 2004, todos ellos realizados por la pareja Liliana Romero-Norman Ruiz sobre la base de la obra pictórica de sendos artistas plásticos argentinos: El sueño de Ramona Montiel (2003), sobre la de Antonio Berni, había obtenido el 3º premio Coral en su categoría en la 25ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano desarrollado en La Habana en diciembre 2003; El inmigrante (2003) está basado sobre las pinturas de Benito Quinquela Martín; Astroseres (2003) sobre las de Raquel Forner, y La carta (2004) sobre las de Cándido López.

   La "idea de producción" fue aprovechar esos cortos e integrarlos temáticamente a una historia de ficción, con actores, “sobre las dificultades y los temores que sufre un pintor ante la necesidad de encontrar la inspiración artística”, pintor que “tiene como meta hacer la pintura máxima y en esa búsqueda se va obsesionando con el motivo de su inspiración, que es Ana, el amor de su vida, que está siempre presente en sus pinturas y lo visita en su atelier”, tal como sanateó Ruiz en reportaje publicado en los diarios Pregón de Jujuy (14.2.2004) y El Día de La Plata (18.2.2004). Por todo ello, el artista sufre “visiones oníricas, sueña con obras de otros artistas y cuyos sentimientos –miedo al destino, nostalgia, temor a la decepción– se reflejan en las obras animadas de Berni, López, Quinquela Martín y Forner”. Detalle accesorio: el pintor encarnado por Vando Villamil se llama Bruegel –según los diarios mencionados– o Brueguel –de acuerdo a las gacetillas de prensa–, apellido sospechosamente parecido al de su algo más célebre colega flamenco Pieter Brueghel (1568-1625), especializado en frutas, paisajes y flores a los que convertía en obras maestras, dudosamente producto de sus “visiones oníricas”. El asunto, considerando que gran parte de los 83 minutos finales lo ocupaban los cuatro cortos, sería muy barato de producir, filmando en el paso reducido de 16mm, utilizando una localización principal, un equipo técnico mínimo y media docena de actores amigos de segunda línea, esto es, de bajo o nulo cachet. Entonces, plin… caja... y a cobrar los generosos subsidios estatales.

El color de los sentidos: Damonte y Villamil

   Romero y Ruiz provienen de las artes plásticas y de la animación y su talento en esos terrenos corre parejo con el que adquirieron para acomodarse en la industria: ambos coincidieron en el equipo del film Luca vive (1999), asimismo dirigido por Coscia, y en el futuro realizarán en conjunto al menos otros dos largometrajes animados. Aquí los sospechosos de siempre son los productores, que en los días de la realización de El color de los sentidos lucían hartamente especializados en hacer negocios con el Instituto:

• Fernando Pablo Huberman (1932-2012) era químico, desde 1974 fue gerente de los Laboratorios Alex SACI, desde comienzos de los 80 presidente y director de los laboratorios Cinecolor SA y desde 2002 fundador y director del Laboratorio Argentino de Cine SA (LACSA), que instaló en un amplio piso de Bernardo de Irigoyen 610 en el que alguna vez funcionó un estudio adicional del Canal 9 de TV. Curiosamente, son escasos los films posproducidos en el LACSA, lo que permite inferir que su subsistencia tiene que ver con negocios de otro tenor.

• Su socio, el abogado Oscar Marcos Azar, se ha especializado desde hace muchos años en asesorar a diversos productores, y se le reconocen (y agradecen con generosidad) sus habilidades para el “dibujo”, no precisamente el animado sino el que tiene que ver con la presentación de las rendiciones de cuentas ante el organismo estatal.

   El color de los sentidos tiene su copyright en 2005 por parte de tres empresas, Artísticas Producciones SA, el Instituto mismo y LACSA, y desde entonces ha paseado sin mayor fortuna por diversos festivales, en su mayor parte de cabotaje. El primer intento de lanzamiento comercial en Buenos Aires fue anunciado para el 8.6.2006 en una de las salas del Gaumont, pero sus responsables lo cancelaron en el último minuto aduciendo que ese cine no estaba a la altura del film (¡!). Tras largos años en que todo el mundo, incluidos ellos mismos, habían olvidado su existencia, tuvo su tardío estreno el 24.10.2013, ¡nueve años después de filmado!, en otra sala del INCAA, la del Arte Cinema de Constitución, sin duda alguna de mucha menor jerarquía que el Gaumont, aunque esta vez nadie osó protestar, acaso porque tras ese lanzamiento se produciría el cobro de algún otro subsidio. A pesar de que fue tirada al menos una copia en 35mm (exhibida el 29.8.2005 en función privada para amigos en el auditorio del MALBA), fue estrenada en una copia en DVD. Finalmente: si por algo el film merece la pena ser visto, además de por el diseño de los cortos, es por una actriz llamada Lorena Damonte, la “Ana” en cuestión.

   Otro ejemplo lo proporciona El borde del tiempo (2004), film que ilustra la ligereza, la desaprensión y el absoluto desprecio por su posible espectador de parte de algunos productores y/o directores, menos atentos a crear algo parecido a un producto artístico que a cerrar bien el negocio de los subsidios del ente estatal. Segundo largometraje de Jorge Rocca tras su notable debut, diez años antes, con Patrón, fue escrito por su esposa, Alejandra Marino, y cuenta el encuentro tardío de un anciano viudo con una nieta cuya existencia ignoraba. Se sabe que las historias protagonizadas por viejos raramente tienen éxito de taquillas, por lo que cabe suponer en Rocca y en Marino una vocación genuina por contar una historia sin que les importara demasiado el factor “estrellas”.

El borde del tiempo: Sofía Roma y Jorge Rivera López

   Filmado en 16mm con miras a ser explotado en 35mm, el caso es que el productor Marcelo Schapces, titular de Barakacine Producciones SRL muy ligado a la gestión del “compañero” Coscia, por razones que se ignoran hizo dormir el material obtenido trabajosamente por Rocca y su gente, ya que fueron nada menos que nueve semanas de rodaje. Ya desterrado y olvidado en el cajón de las causas perdidas, en septiembre 2013 apareció mágicamente gracias al simple trámite de recorrer la cartelera de cines de los diarios, ya que no hubo gacetillas de prensa ni mucho menos avisos publicitarios, esa antigüedad. Puesto a investigar, el investigador logró saber, en primer lugar, que en el Arte Cinema el film era exhibido en copia digital y con entrada libre y gratuita. Puesto a llegar hasta el fondo de la cuestión, aunque en verdad la sospechaba, fue después informado de que el film se daba gratis porque vencía la fecha límite para acceder al subsidio estatal por medios electrónicos y por ello fue tirada de apuro una limitada edición en DVD, una de cuyas copias fue a parar al Arte Cinema luego de que alguien vinculado al film comprara cincuenta entradas diarias durante los siete días que fue sostenido en cartel con presencia casi nula de espectadores a pesar de su gratuidad. La historia siguió seis meses más tarde, cuando el film apareció, digamos “oficialmente”, desde el 27.3.2014 en el Gaumont 1, esta vez con entrada paga, asimismo en copia DVD: se ignora si alguna vez fue expandido de 16 a 35mm.

   En fin. A Romero o a Soffici no le ocurrían estas indignidades. [Continuará]

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