lunes, 19 de mayo de 2025

CINEASTAS

¡Kitsch, camp, trash!
–El cine de Enrique Carreras–
Vida

9. La General Belgrano

EC dejó los Estudios San Miguel, la SIFA, los programas radiofónicos y toda otra actividad cuando, en 1949, se asoció con sus hermanos en lo que serían sendas Sociedad de Responsabilidad Limitada (SRL): la Distribuidora Cinematográfica General Belgrano y la Productora General Belgrano. En ambas empresas, que funcionaron siempre en el mismo local de Ayacucho al 400, “Nicolás es el de las finanzas, Luis el de las ventas en el mostrador, Enrique el que elabora las películas”, como describió un artículo de Clarín (27.2.1965). El equipo inicial, de acuerdo al Anuario del Cine Argentino 1949-1950, señalaba a EC como director-gerente, a José Antonio Vega como jefe de Ventas y Programación, a Juan R. Franco como contador y a Electra Real como jefa de Publicidad.

Primer aviso publicitario de los
Carreras, media página en el Heraldo del 28.9.1949

   Tal parece que fue Nicolás quien eligió al general Manuel Belgrano para denominar la empresa, ya que era el único de los hermanos nacido en la Argentina. Primero armaron la distribuidora, que en ese año 1949 presentó en cines porteños apenas dos títulos: Con los mismos colores y un viejo film italiano, La mia canzone al vento. La productora nació poco después, cuando tras ser asociados en un par de films (Con los mismos colores, Bólidos de acero) los hermanos decidieron independizarse. Así, poco a poco, la empresa fue creciendo gracias al éxito de taquillas que lograban sus productos.

   El gobierno del general Juan Perón había habilitado una línea especial para cinematografistas en el Banco Industrial de la República Argentina (que dependía del Ministerio de Finanzas), que ofrecía “hasta el 70 por ciento del costo de cada película a las empresas que tengan constituida una organización estable, de solvencia y capacidad adecuadas, con los elementos e instalaciones necesarios para ser consideradas autónomas; que hayan producido en el país tres películas cinematográficas en los 365 días anteriores a la fecha de pedido del préstamo y que cuenten con un plan mínimo de producción de tres películas a realizarse en el país durante un año, a contar desde la fecha de la solicitud de la operación. El interés será el que corresponde como préstamo ordinario común, de acuerdo con el tipo de crédito de que se trate, a dos años de plazo, con opción a una ampliación de 120 días”, según informó el Heraldo del Cinematografista (4.10.1950). Acudiendo principalmente a esa fuente de financiación, los Carreras podían producir cada vez más títulos, pero, además, Nicolás atraía socios inversores para cada film en particular: exhibidores como Samuel Scheines y Vicente Marco o simplemente señores con mucho dinero como José Soracco.


   Cuando los militares de la Revolución Libertadora derrocaron a Perón, la fiesta cinematográfica del Banco Industrial tuvo un abrupto final. Un informe de la entidad liquidadora, publicado a finales de 1955, ofrece un dramático cuadro de situación: la mayor parte de las empresas que produjeron films en esos cinco años debía sumas enormes. Al 31.12.1954, la General Belgrano se encontraba caída en mora por la suma de 732.663,29 pesos, tenía un saldo deudor en cuentas corrientes por 767.901,68 pesos y un saldo deudor en documentos descontados por 2.205.832 pesos. Sin embargo, el informe aclara que la empresa de los Carreras, “que atravesó una situación económica-financiera delicada se recuperó a partir de 1954 y observa un cumplimiento normal”.

   Se hace difícil separar las actividades de ambas empresas puesto que no sólo funcionaban en el mismo local y con el mismo personal sino que, además, la distribuidora prácticamente ofrecía los films de la productora y sólo rara vez distribuía material ajeno, fuera éste nacional o extranjero. Evidentemente, el principal interés era el de producir, y para ello EC optó por encarar una línea temática que privilegiaba las comedias livianas, aptas para todo público, heredada de los teatros y salones de variedades (especialmente los que ofrecían “españoladas”) que gustaba frecuentar. Cómicos e imitadores como los hermanos Andreu y Alfredo Barbieri y cantantes como Lolita Torres y Amelita Vargas fueron conformando la imagen inicial de la empresa.

   El de 1953 fue un año clave. Por un lado, sus films tenían un sello propio desde sus mismos títulos de crédito: en los márgenes de esos títulos el diseñador Lebensohn dibujaba caricaturas de los actores vestidos con las ropas de sus personajes. En esos años, Lebensohn también realizaba los títulos de los films de Artistas Argentinos Asociados, pero con otro estilo bien diferenciado de caracteres y sin caricaturas. También en 1953, un detalle resulta muy significativo de cuan aceitadamente funcionaba la maquinaria General Belgrano: en junio ya estaba definida la realización de Romeo y Julita, pero por compromisos horarios de algunos actores se decidió adelantar el rodaje de Qué noche de casamiento, pautado para más adelante.


   Los films se manufacturaban a un ritmo acelerado y se concluían en apenas cuatro o cinco semanas, cuando el promedio habitual era de entre seis y ocho. Los costos eran considerablemente inferiores a los de empresas como Argentina Sono Film y Artistas Argentinos Asociados: la General Belgrano encaraba proyectos más económicos animados por actores de segunda línea en historias que se resolvían en uno o dos decorados principales armados en estudios alquilados. Asimismo en 1953 los Carreras tomaron la costumbre de contratar actores por más de un film, como ocurrió en julio con Amelita Vargas, Tito Climent, los Andreu y las parejas Leonor Rinaldi-Francisco Alvarez y Juan Carlos Thorry-Analía Gadé, todos ellos por tres títulos cada uno, y poco después con Elsa Marval por cuatro, de los cuales sólo concretó uno.

   El ejemplo de la General Belgrano cundió, por lo que una gran cantidad de oportunistas se acercaron al cine alentados por la generosidad oficial y, ciertamente, por el apoyo del público a los films argentinos de todo pelaje. Agudo analista de los avatares de la industria, Domingo Di Núbila escribió sobre los “Peligros del éxito” (sin su firma, pero en un artículo indisimulablemente suyo) en las páginas del Heraldo (17.6.1953): allí alertaba sobre la recurrencia a producciones en extremo pasatistas y reclamaba una mirada más adulta en lo temático y más severa en su realización. Los Carreras no hicieron caso al bien intencionado Di Núbila, quien, por su parte, fue guionista en algún film de la empresa en esos mismos años. Durante la entera década de los 50 continuaron fabricando comedias livianas y algún que otro drama, siempre bajo las mismas características de gasto mínimo/rendimiento superior. Nada cambiaría para los hermanos ni siquiera cuando, poco después de la caída del peronismo, la industria experimentó su primera gran depresión, tanto financiera cuanto creativa. Si entre 1946 y 1955 se había filmado un promedio de 45 títulos anuales (1948 y 1951 marcaron el pico histórico, con 60 films en cada caso), los siguientes tres años indican claramente un estado de crisis: se bajó a 29 en 1956, a 17 en 1957 y a 20 en 1958. En este período específico de tres años calendario hubo dos empresas que lideraron el mercado: Argentina Sono Film con 13 producciones y la General Belgrano con 9, a las que deberían agregarse en este caso otras tres, producidas por sus asociados.

   La General Belgrano integró desde finales de 1954 la recién conformada Sociedad Independiente de Productores de Películas Argentinas (SIPPA), de la que EC era vocal y en la que José Dominianni era asesor letrado. La entidad tuvo muy corta vida y se disolvió, por lo cual fueron aceptados en el seno de la más antigua de las entidades del rubro, la Asociación de Productores de Películas Argentinas (APPA), que integraban las empresas major.

   En la década siguiente, el pase de EC a Argentina Sono Film y los cambios experimentados en la industria aborigen (una nueva ley, la creación del Instituto Nacional de Cinematografía, el surgimiento de la Generación del 60, los nuevos gustos de la audiencia) lograron que la General Belgrano languideciera. La distribuidora estrenó su último film en 1968, y hacia 1972 la actividad principal del local de la calle Ayacucho era una agencia de Pronósticos Deportivos (PRODE). Sin embargo, la empresa existiría formalmente hasta 1977, cuando produjo La mamá de la novia.

   Dos ejemplos de cuánto le importaba a los Carreras la publicidad que, por otra parte, solía ser intensiva, al menos en la primera mitad de los 50. Clarín publicó el miércoles 31.1.1951 un aviso de sólo texto que decía: “Comunicado...! Teniendo en cuenta el enorme interés despertado por el estreno de Ritmo, sal y pimienta, que ha llevado al cine Normandie miles de espectadores dispuestos a presenciar dicha película y que hacen que los teléfonos estén permanentemente ocupados, la Distribuidora Cinematográfica General Belgrano comunica que la première extraordinaria de la comedia más alegre y divertida de todos los tiempos se llevará a cabo el próximo miércoles”. Exageraciones al margen, Electra Real se ganaba merecidamente su sueldo. Otro ejemplo: en el aviso publicado en diarios el miércoles 28.11.1951, anunciando la “sexta semana triunfal” de El mucamo de la niña en el Normandie, las figuras dibujadas de Lolita Torres y Alfredo Barbieri portan sendos diarios; Torres vocea “sexta! sextaaa!...” mientras Barbieri, con atuendo de mucamo, muestra una página que dice “...ya estoy filmando Las zapatillas coloradas”.

   A propósito de la taquilla, a falta de cifras concretas (de espectadores, de pesos recaudados) sólo es posible medir el mayor o menor éxito de los films de la empresa por la cantidad de semanas de permanencia en su sala de estreno. Así, ese gran-éxito-gran de los Carreras fue, sin duda, Ritmo, sal y pimienta, lanzado en febrero 1951, que se mantuvo en el Normandie nada menos que 9 semanas, a las que deben sumarse 3 en el Trocadero. El segundo taquillazo le correspondió a otro vehículo para Lolita Torres, El mucamo de la niña, estrenado en octubre 1951 asimismo en el Normandie, en el que permaneció 7 semanas. La restante, abundante producción de la empresa durante esa década, siempre lanzada en salas del circuito Lococo, se mantenía en cartel entre 2 y 5 semanas. Es decir, salvaban el costo.


   Otras empresas a las que EC estuvo asociado fueron Espectáculos Scheines Carreras, con Samuel Scheines (teatro) y San-Car SA, con Luis Sandrini (teatro, TV y apenas un film, Hoy le toca a mi mujer).

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