CHUCHERIAS
Yo sé que ahora vendrán caras extrañas
La divina
Luz
Una modesta, empeñosa, finalmente simpática comedia hecha en coproducción
argentino-brasileña titulada No me digas
adiós reserva una sorpresa que sólo los muy brasilerófilos podrán apreciar
en toda su dimensión: es el único film argentino, y uno de los pocos en
general, que registra la actuación de Luz
del Fuego, uno de los grandes mitos populares de su país. Nacida Dora Vivacqua
(1917-1967), primero fue, desde 1944, Luz Divina, y desde 1947, Luz del Fuego,
apelativo que adoptó de la marca de un rouge argentino. Fue actriz y
bailarina, pero destacó por actos e ideas de absoluta avanzada para la época,
para una mujer y para la América latina: encantaba serpientes en un circo, era
vegetariana, practicaba nudismo, vivía rodeada de (y era adorada por) homosexuales,
fue tapa de Life, regente de una isla nudista (la Ilha do Sol) cercana a
Río de Janeiro en la que recibía visitas de famosos de Hollywood, hacía gala de
un desprejuicio desafiante y, apropiadamente, murió asesinada por un “chongo”.
Lucélia Santos la personificó en el film Luz del Fuego (David Neves,
1982).
Como Pancho en nuestra casa
La coproducción argentino-española La
pérgola de las flores resultó, probablemente, el mejor musical
argentino –y uno de los pocos que se registran en toda su historia–, que no es
lo mismo que un film-de-cantante o de un film-con-canciones. Adapta la exitosa
comedia teatral estrenada en Chile en 1960, firmada por Isidora Aguirre
(texto) y Francisco Flores del Campo (música). Este último era un viejo conocido del cine local,
puesto que desde mediados de los 40 vivió un tiempo en Buenos Aires, solía
presentarse en locales de diversión nocturna (en Goyescas lo anunciaban como
“El Caballero de la Canción”) y hasta apareció en un par de films de los 50: en
Cosas de mujer… animaba a “Federico
Pizarro”, un amigo de Zully Moreno, con quien canta Ay Josefa, Josefina, música suya y letra de Schlieper, y en Tren internacional es el anfitrión de
una fiesta, un delicioso bon vivant
marica. Antes de todo ello apareció como un festejante de Rosita Moreno en las
secuencias del viaje en barco de El día
que me quieras, menesteres todos ellos que firmaba apenas como Pancho Flores.
Una
traidora
Los títulos de crédito la mencionan como Diana Toldi, pero esa desconocida
que interpretó el rol de “Wilma Ballaszka” en Vivir un instante, acreditada en el 3º puesto después de Tita
Merello y Alberto Closas, era en realidad la actriz húngara Zita Szeleczky (1919-1999): muy popular
en su patria, era cantante de operetas e intervino en una treintena de films
desde mediados de los 30 hasta alcanzar el rango de protagonista, en algunos de
los cuales fue dirigida por István Székely (el futuro Steve Sekely de tanto
film estadounidense serie B), Ladislao Vajda y Josef von Báky, entre otros,
pero tras la Segunda Guerra Mundial fue condenada por colaboracionista con los
ocupantes soviéticos y obligada al exilio. A poco de llegar a Buenos Aires se
vinculó a grupos independientes de teatro alemán y así protagonizó la pieza
teatral La pequeña señorita Ypsilon, de Henrique Fischer Karwin,
representada el lunes 2.8.1948 en el Smart por la Nueva Compañía de Teatro
Alemán dirigida y encabezada por Luis Ney, en la que fue acreditada como Zita
von Szeleczky. Nunca más volvió a filmar.
Negro
y maricón
El
cantante, pianista y compositor cubano Bola
de Nieve (Ignacio Jacinto Villa Fernández, 1911-1971) fue famoso a pesar de
dos particularidades que en la época en que vivió eran algo difíciles de
sobrellevar: era negro y homosexual. También fue un músico notable, detrás de
cuyos ritmos caribeños se adivinaban las raíces del jazz. Pocos recuerdan que
intervino en tres films argentinos: en Adiós
Buenos Aires aparecía apenas como el pianista de la orquesta Habana-Casino;
en Embrujo actuaba a un temible
negrón apodado “el corta orejas” y además cantaba una canción; y en Melodías de América interpretaba una
conga como una de las varias atracciones musicales. Esos films los rodó en
ocasión de algunos de sus tantos viajes a la Argentina, donde solía presentarse
en locales de diversión nocturna del centro porteño. Un film muy posterior, Che: muerte de la utopía?, ofrece en la
banda sonora su tema No puedo ser feliz,
cantado off por él mismo. Al
contrario de otros homosexuales, la dictadura castrista no lo encarceló ni
asesinó, ya que fue un entusiasta defensor del régimen.
Casi casi lo sumamos
Un
dato poco conocido alrededor del film Tiro
al aire es que en él estuvo a punto de intervenir el famoso actor inglés Robert Powell. Tal como me lo contó
Aldo Romero (quien debutó allí como aprendiz en el equipo de dirección), Powell
estaba en Buenos Aires en coincidencia con el rodaje: vino por invitación de la
distribuidora Maxifilm –la misma de Tiro al aire, por cierto– para
apoyar con su presencia el estreno de su film más reciente, la producción
australiana Harlequin, lanzada el 10.7.1980 en los cines Broadway y
América. Powell había iniciado su carrera hacia mediados de los 60 y alcanzado
un pico de popularidad internacional gracias a sus notables interpretaciones en
films de Ken Russell (Mahler, Tommy), Zeffirelli (Gesù di Nazareth) y Cavani (Al di là
del bene e del male) así como en la súper producción The thirty-nine
steps. Puesto que el argumento del film argentino transcurre entre actores
de segunda categoría, la idea de Ricardo Wulicher y sus socios de Maxifilm era
que, en la secuencia en que Héctor Alterio visita las oficinas donde se está
tomando gente para un nuevo film de los súperagentes, entre los que esperan en
la antesala estuviera Powell. Finalmente, una cuestión de falta de coincidencia
entre las fechas en las que el actor debía volver a Londres y la del día en que
se rodaría esa secuencia frustró el que hubiera sido un divertido gag y,
por supuesto, un cameo de lujo.
Sorpresa secreta
Si por algo un film prescindible como Un
gaucho con plata puede resultar de interés es porque –dato casi exclusivo
para cinéfilos aguerridos– registra la última aparición en cine de Enrique Vico, otro de esos outsiders itinerantes del cine mundial,
que transitan de país en país sin dejar mayores rastros en ninguno de ellos,
que el investigador debe averiguar provisto de suma paciencia y, especialmente,
de poder de deducción. Vico era chileno, nacido con el siglo XX, el 13.10.1900:
un viejo anuario dice que era “descendiente de actores” sin agregar mayores
precisiones, pero una pista al respecto la ofrecen los títulos de crédito de
uno de sus films argentinos, en el que figura un actor llamado Orfeo Vico,
quien podría ser su padre. Debutó en cine a sus 10 años de edad en Manuel Rodríguez, considerado el primer
film chileno de ficción, para luego dedicarse a lo que todo niño, estudiar.
Todavía adolescente, se lo ubica en Hollywood como intérprete en personajes
secundarios en films muy distanciados en sus rodajes: The whip (1916), The gaucho
(1927), Four devils (1928, en el que
también actuaba el argentino Barry Norton) y Paid (1931). Luego hizo en estudios españoles la producción
estadounidense hablada en castellano La
traviesa molinera (1934, dirigida por otro argentino) así como las
producciones 100% españolas La hermana San Sulpicio, Romanza rusa
y Patricio miró a una estrella.
Se ignora en qué momento desembarcó en la Argentina, donde el primer rastro suyo se descubre en 1938 en Un tipo de suerte, una producción de Luis Sandrini a la que aportó el argumento original además de firmar el guión y oficiar de asistente de dirección. Desde entonces residirá aquí trabajando a destajo como actor, guionista o asistente en una gran cantidad de films de los 40 y la primera mitad de los 50 en los que figura acreditado indistintamente como Enrique Vico, Henry Vico, Henri Vico, Antoine Bardot o Enrique Vico Carré. En el orden de su rodaje, entonces, intervino como actor en Nuestra tierra de paz (donde animó a Bernardo O’Higgins), Azahares rojos, Petróleo, En la luz de una estrella (en el que tuvo su personaje más lucido, un delicioso empresario teatral llamado “Antoine Bardot”, nombre de ficción con el que, curiosamente, figura acreditado), Locos de verano, Una novia en apuros, En el viejo Buenos Aires, Mar del Plata ida y vuelta, La mentirosa (primera de sus muchas colaboraciones con Amadori), Malambo, Ceniza al viento y Pa’l otro lao. Al año siguiente inicia una intensiva actividad en calidad de asistente de dirección en films dirigidos por Amadori: Luisito, Carmen, Apasionadamente –en el que también firma el guión–, Madame Sans-Gêne, Santa Cándida, Dos ángeles y un pecador y Mosquita muerta. Retoma luego su condición de actor en ¡Soy un infeliz!, Tres millones… y el amor! y Un marido ideal, para volver a la asistencia en Una noche en el Ta-Ba-Rin, Almafuerte (en el que además cumple una aparición amistosa no acreditada personificando a Bartolomé Mitre) y El seductor. Interpreta un personaje secundario en Piantadino; es asistente y colaborador en el guión de Buenos Aires a la vista y firma el encuadre de El Zorro pierde el pelo.
Tras asistir por última vez a
Amadori en Me casé con una estrella,
Vico se trasladó a Chile, contratado por la Panamericana Films para adaptar y
dirigir Llampo de sangre (1954),
largometraje protagonizado por el argentino Raúl del Valle y en cuyo elenco
figura un muy joven Lautaro Murúa. En su colaboración para el Diccionario de realizadores compilado
por las argentinas Kriger & Portela, el corresponsal chileno Jorge Grez
Lobos agrega desinformación cuando afirma sobre este film que fue dirigido por
“el argentino Enrique de Vico”. Sus dos últimas intervenciones en films locales
se registran en 1955 como asistente de dirección y en una aparición fugaz no
acreditada –como un agente de policía– en La
Tierra del Fuego se apaga y como actor en La muerte flota en el río, tras los cuales desaparece del radar
cinéfilo para reaparecer en enero 1968 integrando el elenco de una producción
–la última, por cierto– del sainete clásico de Mario Folco El casamiento de Chichilo protagonizada por Jesús Gómez en el
teatro Blanca Podestá, y un año y medio más tarde en Un gaucho con plata.
Pericles Richardson
No hay comentarios:
Publicar un comentario