TEMAS
Exilios cruzados
Todo
comenzó cuando el coronel golpista de sonrisa fácil tomó nueva amante, pues ya
tenía una viviendo con él. La nueva decía ser actriz, y de hecho lo era:
trabajaba afanosamente en el teatro, en el cine y en la radiofonía, aunque siempre
al borde lo invisible, en ese tipo de personajes de apoyo, secundarios, para quienes
los teatreros tenían un término apropiado: partiquina. Entonces, dicen la
leyenda y los diarios de la época, el coronel y la partiquina se conocieron en
enero 1944, luego de una tragedia nacional, y no mucho después ella desalojó a
la vieja amante y se instaló con fuerza en el departamento y en la vida del
coronel. Tal vez pensara: “Armando ya no tendrá que invitarme a comer cada vez
que coincidamos en un rodaje” (su plato favorito, contó Bo, era un chorizo con
papas fritas a caballo), y en consecuencia confirmó “ahora es mi turno”.
Gracias a la influencia y a las amistades del coronel, en junio siguiente ya fue agregada al elenco de una producción de Estudios San Miguel, La cabalgata del circo, cuyos títulos de crédito señalan que la partiquina figura en el puesto nº 10, el último. Era “algo”, por cierto, mucho más que todo lo previo. El problema es que, de pronto, la nueva amante estaba ocupadísima, puesto que comenzaron a lloverle propuestas, en especial para la radiofonía, donde ahora sí era protagonista: tal parece que al coronel la gente del espectáculo le debía muchos favores. Tan ocupada estaba que llegaba tarde a los estudios de Bella Vista, lo cual provocó la molestia de varios de sus compañeros –excepto Armando Bó, quien realmente le tenía genuina simpatía, no exenta de cierta piedad–, sobre todo de la prima donna Libertad Lamarque, que jamás fue una partiquina, con el resultado de que en una de las largas jornadas de trabajo (cuatro meses en total), se produjo el célebre hartazgo que culminó en el cachetazo propinado de estrella a partiquina: Armando Bo y Aníbal Di Salvo lo confirmaron, aunque Lamarque, pudorosa, lo negara en su libro de memorias. Antes de la gloria, ella hará otro film, y esta vez como protagonista: La pródiga, maldito por excelencia, exhibido públicamente tan sólo cuarenta años más tarde.
Todo ese sainete conduce a la siguiente evidencia: la censura y las prohibiciones del peronismo comenzaron antes de Raúl Alejandro Apold y del coronel mismo. La parvenue esperó con infinita paciencia para cobrarse la afrenta, pero lo hizo apenas el coronel fue elegido Presidente de la Argentina, ahora ascendido a general de Brigada, y ella ascendida al rango de esposa. El resultado es historia: Lamarque hizo otro film para San Miguel en octubre-diciembre 1945, Romance musical, nadie más la contrató para el cine, el 24.12.1945 casó con Alfredo Malerba (con el que llevaba una relación de años) y el 2.1.1946 ambos emprendieron viaje a La Habana, iniciando un exilio político que tornaría a la actriz mucho más famosa y millonaria de lo que ya era. Y todo gracias a su “colega”.
La nómina de actores, escritores y
directores que en algún momento de los largos diez años del poderío peronista
sufrieron el célebre “este no corre más” de Apold, es decir, personas que se
negaron a convalidar con su firma en alguna solicitada la alegría de ser
gobernados por quien los gobernaba, o manifestaban su adherencia a otro partido
político, es extensa. Interesan en este artículo los vinculados, en mayor o
menor medida, al cine: Luis Saslavsky, caído en desgracia por atreverse a
mostrar a una chiquilina vestida como un chiquilín (en Vidalita), Arturo García Buhr & Aída Ollivier, Orestes
Caviglia, Pedro López Lagar, Camilo Da Passano & María Rosa Gallo, Juana
Sujo, León Klimovsky, Carmelo Santiago & Niní Marshall, Luisa Vehil, Alberto
de Zavalía & Delia Garcés, Margarita Xirgú, Santiago Arrieta, Francisco
Petrone. Debieron rebuscárselas como pudieran (Wilfredo Jiménez, por ejemplo, acudía
a su amigo Nathán Pinzón como “prestanombres”), o buscar trabajo en otros
países, con fortuna desigual: no todos gozaron del extraordinario éxito de
Lamarque y Marshall, algunos hasta pasaron privaciones.
Fanny Navarro entrega a Lola
Membrives el carnet de afiliación al Partido Peronista
Y entonces ocurrió la paradoja. Cuando transitaba su segundo mandato como Presidente, el ahora teniente general sufrió dos golpes de Estado de parte de sus compañeros de armas, dato éste un tanto distraído de la Historia: el militar fue derrocado por sus pares. Podía haber renunciado, evitando tantas muertes, pasado un tiempo detenido y luego “despedido” del país o reconvertido en otra cosa, especialidad muy peronista, por cierto. Pero no, prefirió huir, cobardemente. El caso es que ese golpe militar autopercibido Revolución Libertadora (septiembre 1955) permitió el regreso al país de casi todos los mencionados, pero a su vez provocó nuevos exilios, el de muchos simpatizantes del “régimen depuesto”, como decían los diarios, a quienes les tocó caer en desgracia. Primeros en cualquier tipo de listado, Luis César Amadori & Zully Moreno, a España, donde él continuó su carrera aún con mayor éxito –si tal cosa era posible–, alabando a otro dictador y, tanto como para no perder la costumbre, visitando en su mansión madrileña al “tirano prófugo”, como decían los diarios.
Sin embargo, los militares golpistas del 55
y quienes los sucedieron no practicaron censura explícita, no al menos en
relación con la gente del cine. Algunos notorios simpatizantes del peronismo
sufrieron escarnio pero el del público, esa masa tan incontrolable, capaz de
vitorear un día y defenestrar tres días más tarde con el mismo frenesí. Hugo
del Carril y Atilio y Angel Luis Mentasti estuvieron detenidos un par de meses,
Tita Merello fue investigada, Eduardo Cuitiño & Irma Roy y Charlo &
Sabina Olmos pusieron pies en polvorosa, Elina Colomer fue silenciada hasta que
La familia Falcón la rescató, Malisa
Zini, Lola Membrives, Esteban Serrador, Laura Hidalgo, Hugo del Carril, Juan
Carlos Thorry & Analía Gadé, Ana María Lynch, Enrique Muiño y Silvana Roth,
entre otros, cayeron en la volteada. Y Fanny Navarro, ni que hablar, fue
artísticamente anulada y de a poco se extinguió. El matrimonio Tinayre, en
cambio, salió indemne. [Continuará]
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