jueves, 17 de abril de 2025

DEMOLICIONES / EN PRIMERA PERSONA

Borges

“Ay, señor, como yo digo:
la gente instruida es tan mala como la ignorante,
sólo que con más argumentos”.
Marco Denevi, Rosaura a las diez (1955).

“Es amable y sincera”, opinó Azul Cecinni en La Nación del 10.4.2019, y ésa es la típica impresión que todo periodista novato tiene de alguien que quiere “quedar bien” con él en el escaso tiempo que dura un reportaje. Cecinni se refería al objeto de su artículo, la actriz Graciela Borges.

   La provinciana Graciela Noemí Zabala (Dolores, Buenos Aires, 10.6.1941) devino una súper estrella desde muy poco después de su debut, hacia mediados de los años 50, y nunca dejó de serlo, incluso a una edad en la que muchos de sus pares comienzan a aparecer en “colaboraciones especiales”. Nunca se bajó del pedestal que le construyeron el público en primer lugar pero también periodistas obsecuentes y productores y directores necesitados de su nombre como réclame. En efecto, su trayectoria rezuma éxito (comercial y artístico), condiciones que no siempre corren en paralelo con su oscilante talento, que por lo general depende de directores que sepan hacerlo congeniar con su muy atractivo físico –que desnudó para las cámaras en más de una oportunidad– y con su envidiable fotogenia. Esos directores fueron muy pocos: Ayala, Torre Nilsson, Favio, Raúl de la Torre, Lucrecia Martel.


   Sin embargo, el objeto principal de este perfil de Borges no es el de analizar su carrera, sumándose así al coro de exégetas, sino ofrecer una mirada diversa, que atiende a su condición humana. En mi propia trayectoria en el show business he tenido que interactuar con ella en tanto periodista o bien como agente de Prensa, que lo fui en uno de sus films. Mi comentario favorable a su actuación en Sola le dio pie para invitarme a almorzar en su domicilio, al que llegué, puntual, a las 14: “La señora pregunta si no tiene inconveniente en pasar a su habitación”, me transmitió la empleada después de un largo rato de espera. Cuando subí, la señora estaba en la cama, con cara de recién despertada y expresión de haber olvidado por completo nuestra cita, fijada por ella. Bien educado como siempre lo fui, ignoré su distracción y me plegué a comer un churrasco con tomate al medio servido a las apuradas en una bandeja que temblequeaba sobre mis rodillas. Acaso consciente del traspié, poco después volvió a invitarme a otro almuerzo, esta vez en un restaurante de Recoleta: como seguía siendo una persona educada, al terminar pedí la cuenta. “Ni se te ocurra, conmigo nadie paga”. Y nos fuimos tan campantes, no sin que antes (yo) dejara una buena propina. Por cierto, Borges comparte con su colega Mirtha Legrand –y sin duda con varios otros– esa horrible costumbre de no pagar nunca jamás nada de nada, haciendo valer su condición de estrellas. Fue durante esos almuerzos cuando insistió en que quería ser amiga mía: eso nunca ocurrió por la simple razón de que a medida que la iba conociendo la palabra amistad resultaría imposible en nuestro caso.

“Un caballo de circo es como un actor:
no tiene dignidad ni personalidad propia”.
John Steinbeck, The red pony (1933).

“En una selección de figuras nuevas realizada a lo largo de todo el año por el Suplemento de los Sábados, del Diario del Cine de Radio Belgrano, resultó elegida Miss Diario del Cine la aspirante Graciela Zabala, de 15 años, que cuenta con estudios y alguna experiencia artística. Román Viñoly Barreto le asignó ya uno de los principales papeles femeninos de Camisa de nylon, una comedia que se propone realizar a comienzos de 1957”, informaba el Heraldo del Cinematografista (19.12.1956) en su sección Producción Argentina. “Camisa de nylon” nunca pasó el estadio de proyecto, pero en agosto del año siguiente ya estaba trabajando en su film-debut, Una cita con la vida, y había sido fichada por el representante de artistas Salvador Salías: ya no era Graciela Zabala sino Graciela Borges, en lo que resultó su primera pirueta al declarar que su apellido artístico había sido sugerido por nadie menos que el escritor, algo inverificable.

   Siguiendo cronológicamente su trayectoria fílmica es posible detectar actitudes suyas que abonan mi tesis de que no es en absoluto amable ni sincera sino todo lo contrario, y vanidosa y ladina además. Veamos:

• En Fin de fiesta comenzó su prontuario de seducción para conseguir a cualquier costo un personaje que le interesaba: el que hizo en ese film estaba destinado a Elsa Daniel (véase el Heraldo 1959, pág. 83 y 132). Como si fuera su víctima predestinada, Elsa volvería a sufrir una zancadilla de su colega en ocasión de El dependiente, film que Leonardo Favio imaginó con ella interpretando a la señorita Plasini: era bien conocido en “el ambiente” que Favio sentía por Elsita algo que sólo puede calificarse como “calentura”, aunque, entiendo, nunca logró su deseo. Ese segundo robo de personaje sirvió a Borges, al menos, para lograr una de sus mejores interpretaciones.


Con Favio en Fin de fiesta

  Aunque ha repetido hasta la extenuación que en dos oportunidades ganó la Concha de Oro (esto es, el premio mayor del Festival Internacional de Cine de San Sebastián), eso no es cierto: por Los viciosos ganó el denominado Perla del Cantábrico y por Crónica de una señora el San Sebastián, en ambos casos a la mejor interpretación femenina en films de habla castellana, que no es lo mismo que el premio de interpretación femenina del Concurso Oficial, este sí denominado Concha, pero de Plata: el de Oro es sólo para el mejor film.

• En Los viciosos, precisamente, ejecutó su falso primer desnudo (un recatado strip tease para el que le colocaron una delgadísima malla color piel): Borges llegó a ese personaje tan sólo tres días después de comenzado el rodaje, habida cuenta de la que la actriz contratada, María Vaner, se opuso a desnudarse.

• Una de las anécdotas favoritas de Beatriz Guido, sotto voce, decía lo siguiente: en el edificio donde se rodó parte de La terraza vivía el automovilista Juan Manuel Bordeu, que hacia 1962 era joven, moreno, buen mozo, popular y, sobre todo, muy rico; también algo cholulo, Bordeu solía visitar al equipo cuando entraba o salía de su piso. Entonces –en este punto la voz de Beatrice bajaba hasta el susurro– uno de esos días Borges repentinamente se desmayó, reponiéndose chez Bordeu, visita cuya consecuencia más notoria fue el posterior casamiento entre ambos. Pero Guido –todos lo sabíamos– era una mentirosa compulsiva... aunque no siempre.

• La “Fina” de Crónica de una señora fue para Borges, si no el mejor, al menos el más recordado personaje de su vasta filmografía: el asunto es cómo accedió a él, acudiendo a otra de sus zancadillas. Ese personaje estaba inicialmente destinado a Julia von Grolman, cuya actuación en Juan Lamaglia y sra. (1969) había dejado muy conforme al director Raúl de la Torre, por lo que le prometió que “Fina” sería para ella: sólo que Julita –fina de verdad, no por acting– no contaba con la artera irrupción de la colega que –alertada por María Luisa Bemberg y quizás también un poco por Tita y Rosita, las escenógrafas– le arrebató el personaje y desde entonces se instaló con fuerza en la filmografía y en la vida de Raúl protagonizando la mayor parte de sus films y también, en algunos casos, propiciando su producción gracias a sus habilidades de relacionista pública para captar inversores. Julia jamás se lo perdonó y nunca más la saludó, ni siquiera treinta años más tarde cuando coincidieron en una comida en casa de Oscar Barney Finn. “El ego puede ser dañino. Yo empecé a trabajar a los 14 años, he hecho un largo recorrido y el ego ha quedado en el camino. Jamás he sido competitiva. Pueden decir de mí que les gusta o no lo que hago, pero nunca que he sido mala compañera o que no celebre cuando les va bien a los demás”, mintió Borges a Clarín (11.4.2020).

Con Alcón en Piel de verano

• Su participación secundaria en Triángulo de cuatro da mucha tela para cortar: véase el artículo precedente de este blog. Sin embargo, el verdadero “yo” de Borges se me reveló en la noche del estreno y una vez comenzada la proyección, cuando Olivera me pidió que me adelantara para reservar los lugares principales en la comida a servirse en El Tropezón. Ella estaba a su lado, me llevó aparte y me pidió: “A mi derecha sentalo a Miguelito, y a mi izquierda a los Lastiri”. Miguelito era el histérico peluquero favorito de las actrices que gustan ser aduladas. En cambio, Raúl Lastiri (1915-1978) había sido diputado por el Justicialismo, presidente de la Cámara de Diputados y brevemente Presidente de la Nación entre julio y octubre 1973, después de Héctor Cámpora y antes de Juan Perón; pero por sobre todo era yerno y compinche de José López Rega, ministro de Bienestar Social de ese período y mentor intelectual de la Alianza Anticomunista Argentina, organización paraestatal de extremísima derecha, responsable de asesinatos y amenazas, que la muy obsecuente (siempre, bajo cualquier gobierno) Borges no podía ignorar. Tras la dictadura militar 1976-1983, ella solía repetir: “¡Qué barbaridad lo que pasó! Yo tenía la mirada distraída...”: quizás en 1974 también estuviera “distraída” acerca de su amigo Lastiri.

• Recuerdo vívidamente un encuentro casual. Debió ser hacia octubre 1980, ya que mi madre agonizaba en el Hospital Alvarez y yo, que la cuidaba por las noches, aprovechaba un momento de calma para salir a comer. A veces tomaba un taxi e iba a El Barrilito, ya que sabía que allí siempre había algún amigo que me acogería en su mesa. Un domingo por la noche, comiendo con Juanito Belmonte y Enrique Pinti, se apareció Borges, sola, sin su séquito habitual (por entonces, Helena Goñi y Jorge Vivona): su mirada escrutadora buscaba encontrar –también ella, aunque por motivos menos lúgubres– una cara amiga. Se sentó en nuestra mesa: “Vengo de la quinta”, informó. Era, esa noche, una rara Graciela Borges, sin glamour, a cara limpia –lo cual resaltaba su belleza natural–, los cabellos descuidados, vestida así nomás. Tal era su imagen de orfandad que Juanito, quien era ajeno a toda sutileza, le dijo face to face algo que no me animo a reproducir textualmente pero que, resumido, sonaba a algo físico que ella parecía estar necesitando y a un amigo de Juanito y de Enrique que al parecer tenía en abundancia lo que el creía que a Borges le faltaba. Juanito la conocía desde antes de que ella fuera una “marca” y podía darse el lujo de decirle tamaña barbaridad, pero ella sólo atinó a esbozar una sonrisa nerviosa, consciente de que en la mesa también estaba sentado un periodista (yo, claro) que podría publicar tales infidencias.

• Otro involucramiento personal, éste indirecto, se produjo luego del estreno de Funes. Mi lapidaria crítica para La Razón (2.4.1993), titulada “Un fracaso de 2 millones” debido a que sus responsables batieron el parche promocional dando esa cifra como costo de la producción, tuvo sus consecuencias. Dos días después de publicada, Borges lo llamó a Carlos Spadone, uno de los dueños del diario, obviamente para quejarse, conversación que tuvo como resultado un nuevo artículo crítico, titulado “Reflexiones sobre Funes, un gran amor”, escrito por César Magrini a la medida de los deseos de su amiga y publicado el 12.4.1993 sin que el patrón Spadone ni el secretario de Redacción a cargo de Espectáculos, mi amigo Luis Mazas, opusieran resistencia alguna; el “colega” Magrini (rip), dicho sea de paso, es el mismo que, acerca de Color escondido (Raúl de la Torre, 1987), dictaminó que era “una de las mejores películas que he visto en mi vida”.

La señorita Plasini de El dependiente

   Borges disimula todos esos renuncios con una actuación en la que se muestra con actitud de “yo no fui”, obsequiando a sus ocasionales interlocutores con infinitos “amoroso” y, desde algún momento impreciso, impostando una actitud vagamente zen producto, acaso, de la lectura ligera de Paulo Coelho, Gabriel Rolón y otros chantapufis por el estilo, que la impelen a calificar a cierta gente como “un alma con luz” y otras sonseras como esa. Así cualquiera pasa por ser “amable y sincera”.

FILMOGRAFIA

Una cita con la vida (Hugo del Carril, 1957), El jefe (Fernando Ayala, 1958), Zafra (Lucas Demare, 1958), Gringalet (Rubén W. Cavallotti, 1959), Fin de fiesta (Leopoldo Torre Nilsson, 1959), Piel de verano (Leopoldo Torre Nilsson, 1961), Propiedad (Mario Soffici, 1961), Los viciosos (Enrique Carreras, 1962), La terraza (Leopoldo Torre Nilsson, 1962), Racconto (Ricardo Becher, 1963: aparición amistosa no acreditada –AANA–), La boda (Lucas Demare, E/A, 1963), Circe (Manuel Antín, 1963), Convención de vagabundos y Una máscara para Ana (ambos Rubén W. Cavallotti, 1964), Orden de matar (Román Viñoly Barreto, 1964), De profesión sospechosos / De profesión: sospechosos (Enrique Carreras, A/E, 1965), Monday’s child / La chica del lunes (Leopoldo Torre Nilsson, EEUU/A, 1966), El rey en Londres (Aníbal E. Uset, 1966), The traitors of San Angel / Los traidores de San Angel (Leopoldo Torre Nilsson, EEUU/A, 1966), El dependiente (Leonardo Favio, 1967), Martín Fierro (Leopoldo Torre Nilsson, 1968), Crónica de una señora (Raúl de la Torre, 1970-1971), Fangio (idem, Hugh Hudson, PAN, 1971: AANA), Heroína (Raúl de la Torre, 1972), Vení conmigo… (Luis Saslavsky, 1972: AANA), La revolución (Raúl de la Torre, 1973), Triángulo de cuatro (Fernando Ayala, 1974), Sola (Raúl de la Torre, 1976), Saverio el cruel (Ricardo Wulicher, 1977), El Infierno tan temido (Raúl de la Torre, 1980), Fiebre amarilla (Javier Torre, 1981), Los pasajeros del jardín (Alejandro Doria, 1982), Pubis angelical (Raúl de la Torre, 1982), Pobre mariposa (Raúl de la Torre, 1985-1986), Kindergarten –Jardín de infantes– (Jorge Polaco, 1989), Funes –Un gran amor– (Raúl de la Torre, 1992), El asesino está en el cielo (Carlos Lozano Dana, 1995, video), Sobre la tierra –Bajo la Luna, bajo la noche…– (Nicolás Sarquis, 1997), Sabés nadar? (Diego Kaplan, 1997: AANA), Häxorna och San Simón (Bo Ohlén y Monika Zak, SUE, 1997, MM), La Ciénaga / La Ciénaga / O pântano / La Ciénaga (Lucrecia Martel, A/E/BR/F, 2000), Mercano, el marciano (Juan Antín, 2000-2002: voz de doblaje), Tacholas, un actor galaico-porteño (José Santiso, 2003: TEST), Monobloc (Luis Ortega, 2004), Las manos (Alejandro Doria, A/E, 2005-2006), Dos hermanos (Daniel Burman, A/U, 2009), Miss Tacuarembó –Algún día el mundo será nuestro– (Martín Sastre, U/A/E, 2010), Viudas (Marcos Carnevale, 2011), Favio –Crónica de un director– (Alejandro Venturini, 2015: TEST), Un amor en tiempos de selfies (Emilio Tamer, 2014), El espejo de los otros (Marcos Carnevale, 2015), Tokio (Maxi Gutiérrez, 2015), Las imágenes de Helena (Andrea Santamaría, 2015, corto), Resentimental (Leandro Damario, 2016), Cortázar & Antín –Cartas iluminadas– (Cinthia Rajschmir, 2017: TEST), La Quietud (Pablo Trapero, 2017), Relato de una soñadora (Lucila Zin y Cecilia Pinotti, 2017, corto documental sobre ella misma, con su aparición en pantalla), El cuento de las comadrejas (Juan José Campanella, A/E, 2018), Jorge Polaco (María Onis, 2023: TEST).

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