CINEASTAS
¡Kitsch, camp, trash!
–El cine de Enrique Carreras–
Vida
5. Su esposa
Los ejemplos de Marlene Dietrich con Josef von
Sternberg, de Isabel Sarli con Armando Bo, de Liv Ullmann con Ingmar Bergman y
de Graciela Borges con Raúl de la Torre ilustran acabadamente acerca de la
fidelidad de una actriz para con un director, y viceversa: la pregunta
pertinente en el caso de Mercedes Carreras y EC es si ella no hizo cine con
otros realizadores porque realmente deseaba hacerlo sólo con su marido o bien
porque, precisamente por ello, a ningún otro se le ocurría requerir sus
servicios. “Soy un poco obra de él, soy un Pigmalión”, dijo públicamente la
actriz alguna vez, según lo transcribió el diario marplatense La Capital (15.2.1983). Y es cierto:
ella es total y absolutamente obra de su esposo, para bien y para mal.
Nacida
María Mercedes Carreras Horrach en Pergamino, ciudad de la provincia de Buenos
Aires, el 22.9.1940, hija de Justo P. Carreras y Juana Horrach, pasó infancia y
adolescencia en Comodoro Rivadavia, cuando el territorio de esa gobernación aún
no había sido dividido entre Chubut y Santa Cruz. Luego, su familia mudó a
Villa Carlos Paz, en la provincia de Córdoba, donde también cursó sus estudios
primarios finales y los secundarios. “Entre las asignaturas que más me atraían
figuraban idiomas, literatura y contabilidad. Claro que esta última me ha
servido bastante para administrar la casa y estar al tanto de las inflaciones y
el costo de la vida. No se imagina usted el dolor de cabeza que tengo con esto
de las entradas y salidas de fondos, pero –Dios mediante– me defiendo bastante
para equilibrar presupuestos y proporcionar a mi marido y mis «pibes» la
seguridad de una ama de hogar eficaz y ahorrativa” (La Razón, 31.1.1965).
La historia de cómo se conocieron, comprometieron y casaron es públicamente conocida, porque la han repetido hasta el hartazgo. Sin embargo, algunos detalles tal vez considerados incómodos jamás fueron meneados en reportajes periodísticos:
•
En 1956, EC viajó a Villa Carlos Paz, en las sierras cordobesas, para oficiar
como jurado en un concurso en el que sería elegida la Reina de la Libertad, y
no la Reina de las Estrellas, como confunde el director en sus memorias, acaso
asustado por la connotación del término “libertad” en aquellos tiempos de
revoluciones que se pretendían libertadoras. La ganadora resultó ser una chica
de 15 años llamada Mercedes Carreras, y uno de los premios consistía en un
contrato para un film de la General Belgrano. Ese premio se hizo efectivo en El
primer beso en el personaje de “Rosita”, la mejor amiga y confidente de la
heroína (Adrianita), y no “una mucamita”, como vuelve a equivocarse EC.
Carreras se convertiría en su esposa un año, cinco meses y cuatro films más
tarde, pero la que sería su actriz más exclusiva debió resignarse, en su debut,
a ser fotografiada de espaldas o de perfil, a pesar de lo cual ella permaneció
a su lado hasta que la muerte los separó, como Dios manda.
• Es probable que, muy enamorado y ya
planificado el casamiento, EC quisiera realmente rendirle homenaje
ofreciéndole su primer protagónico, así como a la ciudad en la que vivía, pero
esa es una versión sólo apta para Radiolandia.
Es habitual que los productores de un film agradezcan en los títulos de crédito
a las empresas y entidades que colaboraron en su realización pero no que, como
en De Londres llegó un tutor,
incluyan la nómina completa de los integrantes (¡14!) de la Asociación
de Fomento y Turismo de Villa Carlos Paz. Sin embargo, ese listado permite
descubrir un dato revelador: su vicepresidente se llamaba Justo P. Carreras y
era el papá, de lo cual es fácil deducir que el premio obtenido dos años antes
por la nena en el concurso para elegir a la Reina de la Libertad fue un vulgar,
descarado acomodo. El asunto podría llevar por título “el pez por los créditos
muere”.
Una vez legalmente casada, la pareja vivió en un departamento de Ayacucho y Tucumán –el mismo en el que luego vivirían Nicolás y “Choni”–, hasta que más adelante mudó a un departamento, el 2º A, de un edificio en el 1878 de la avenida Santa Fe. La tercera y última mudanza del matrimonio tuvo lugar unas cuadras más abajo sobre la misma avenida del barrio Recoleta, en el 6º piso del número 1394. Además, poseían un chalet en Mar del Plata, en el tradicional barrio Los Troncos, en la calle Formosa al 400.
Carreras ha
profesado una sincera devoción por su marido, a quien “admiro porque es un ser
humano excelente. Siempre tuve por él esa admiración y creo que la habré de
sentir toda la vida. Tiene una capacidad extraordinaria. Vea: si él se
compromete, si le da una palabra a una persona, esté completamente seguro que
la habrá de respetar, cueste lo que cueste. Tiene valores no habituales y eso
me lleva a ver que es un fuera de serie. Creo que se merece el éxito que está teniendo.
[…] Como buen capricorniano, es muy ordenado y fiel a los horarios” (La Razón, 11.10.1979). En otra
entrevista, ésta emitida por el Canal 13 de TV porteño el viernes 18.10.1985,
reveló el secreto de la felicidad de su matrimonio: “Cuando nos unimos con
Enrique, cuando nos casamos, pensábamos que iba a ser para toda la vida y,
bueno, afortunadamente, así lo ha sido. Hace más de veintitantos años que
estamos juntos y, bueno, hay que ponerle sal y pimienta a la pareja”.
Aunque su
trayectoria lo evidencia, Carreras confesó que le “entusiasma el teatro de los
Quinteros, de Benavente, de Linares Rivas. En este sentido, soy «clásica» y aun
cuando, por mis años, debiera sentir más intensamente el nuevo ritmo, prefiero
refugiarme en los viejos autores, menos retorcidos y crudos que los actuales y
más espontáneos en su lenguaje y sus temas” (La Razón, 31.1.1965). A lo largo de su trabajo conjunto, solía
recomendar textos a EC: ambos leían asiduamente. Además, solía ser de gran
ayuda en el momento de seleccionar actores, ya que sugería casi siempre los
nombres apropiados. En su apogeo grabó un álbum discográfico para el sello
Embasy, acompañada por sus hijos y coherentemente titulado Sonríe y el mundo será tuyo.
La carrera
de Carreras es diseccionada a lo largo de sus films en las páginas siguientes.
Vale, además, registrar sus actuaciones para otros directores: en el cine, sólo
fue conducida por Carlos Borcosque en Mientras
haya un circo, que era una producción de la General Belgrano, y, tras la
muerte de su esposo, sólo hizo un largometraje (Ni tan lejos, ni tan cerca, Javier Ponzone, 2005, nunca estrenado)
y apariciones en los documentales de su hija Victoria. En la televisión, se la
recuerda dirigida por Francisco Guerrero en Hombres
y mujeres de blanco (Canal 7, 1959), por Fernando Simoni [Pablo Palant] en ZP15
al espacio (Canal 9, 1961), por Nino Fortuna Olazábal en alguna comedia del
ciclo Teatro como en el teatro (Canal
11), por Esteban Serrador en Locos de
verano (Canal 9, 1968), por Edgardo Borda en Haceme trampas, querido
(Canal 9, 1971), por Wilfredo Ferrán en Juguemos
al amor (Canal 9, 1971), por Carlos Berterreix en Un choque en la
carretera (Canal 9, 1972) y en Esposa último modelo (Canal 9, 1973),
por Martha Reguera en Como los lirios del campo (Canal 9, 1975) y por
Hugo Moser en Los Libonatti (Canal 9,
1991). Además, condujo el programa de los jueves de Cada día una mujer, espacio que emitía ATC en 1998, y Compartiendo experiencias, que emitía el
canal de cable Plus Satelital los lunes a las 21 durante seis meses de 2000 y
luego en 2001 con producción a cargo de Marisa Carreras, una de sus hijos. En
teatro, por último, fue dirigida por Edgardo Borda cuando reemplazó a Nora
Cárpena en el personaje “Chela” en la temporada marplatense 1970-1971 de Haceme trampas querido, de Abel Santa
Cruz. Un dato poco conocido sobre sus trabajos es que interpretó un aviso
publicitario oficial, emitido por TV, en el que se advertía a los turistas
extranjeros que llegaban masivamente al país para asistir al Mundial de Fútbol
1978 acerca del real valor del dinero.
Tras el
fallecimiento de EC, Mercedes continuó las temporadas teatrales de verano en su
sala del Odeón marplatense, con fortuna menguante, al punto de que en la
correspondiente a 2002-2003 no produjo allí obra alguna sino que prefirió
alquilarla a otra compañía: en el verano 2009 la sala ya había sido vendida.
También se le animó a la dirección, cuando puso en escena sendas producciones
de La pandilla aventurera (1979), La
bella durmiente (invierno 2001, teatro Enrique Carreras, ex Odeón) y Don Gil de las calzas verdes de Tirso de
Molina (verano 2002-2003, sala Roberto J. Payró del Auditorium marplatense),
esta última protagonizada por María Carreras, otra de sus hijos. En los años
recientes se recicló en autora y directora de espectáculos teatrales.
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