BIOGRAFOS
El Florida de la Galería Güemes
Si el Monumental era “la catedral del cine argentino”, el Florida
debería pasar a la historia como “la catedral del teatro picaresco” ya que, sin
duda, fue el más emblemático del género. Su historia comienza con la
galería-pasaje General Güemes, que lo cobijaba. El sitio web
galeriaguemes.com.ar contiene abundante información: el edificio fue construido
por David Ovejero y los hermanos San Miguel, todos ellos salteños, y los planos
fueron diseñados por el arquitecto modernista italiano Francesco F. Gianotti a
un costo de 10 millones de pesos incluyendo el terreno, que daba al 100 de
Florida y de San Martín, sumaba catorce pisos y un subsuelo con un restaurante
(Rotisserie Française), un cabaret y una sala para espectáculos; fue inaugurado
el jueves 16.12.1915 con la presencia del Presidente Victorino de la Plaza;
allí vivió Antoine de Saint-Exupéry, tuvo su sede inicial el Círculo de la
Prensa y alquilaron oficinas muchas empresas prestigiosas, incluyendo unas
pocas relacionadas con el cine, como en 1916 la distribuidora Select Film y
años más tarde las productoras Emelco, As Cinematográfica (de Cagliani, Corma y
Napy: Mala gente) y Alithia (de Pelisch y Merkin: El crack y El
centroforward murió al amanecer), el fotógrafo G. Montes de Oca y la
empresa de equipamientos para cines Huber Argentina SACI, así como, en los 60,
los estudios de LS10 Radio Libertad, de Alejandro Romay, que compartían el
subsuelo con el teatro. La galería Güemes fue citada por Favaro y Carrilero en
su revista Pasaje Güemes, estrenada el 5.5.1916 en el teatro Nacional;
por Julio Irigoyen en su film La aventurera del pasaje Güemes, aunque se
ignora si filmó alguna escena in situ, y por Julio Cortázar en su cuento
El otro cielo.
El Florida fue inaugurado el
mismo día que el edificio. Al día siguiente, el cronista de La Razón
escribió que “el precioso teatrito de la galería General Güemes, inaugurado
anoche con un programa de variedades, a beneficio de las Cantinas Maternales,
congregó un público numeroso y distinguido. La coqueta sala, de elegante y
novedoso decorado [...] ofrecía un magnífico golpe de vista. [...] La forma
circular de los palcos balcones, aislados entre sí y con balaustradas
lujosamente ornamentadas, realizan un conjunto de gran lucimiento. Su amplitud,
que es mayor aun en los bajos, permite reunir de ocho a diez personas con toda
comodidad, lo cual produce más animación en la sala que por sus reducidas
dimensiones hace que el espectáculo transcurra en un ambiente casi íntimo”. El
informe apareció en la sección Sociales, puesto que la asociación
Cantinas Maternales era presidida por Julia Helena Acevedo de Martínez de Hoz.
En la primera sección nocturna de la Nochebuena hubo otra función a beneficio,
en la que actuaron “la elegante pareja de danzantes modernos Gaby-Duque, el
cantante imitador Tre-ki, el ilusionista Yetmah y el parodista cómico Duarte”
además de “biógrafo, películas inéditas de la casa M. Glüxmann”, por supuesto,
Max Glücksmann.
El teatro permaneció luego
inactivo hasta su reapertura a finales de julio 1916 tras haber “sido puesto
últimamente en condiciones reglamentarias, desde el punto de vista de la
seguridad”. El lunes 24.7.1916 el diario Tribuna publicó en la sección Teatros
y Artistas un artículo cuya reproducción resulta irresistible, dado lo
florido de su lenguaje: “El sábado ha reabierto sus puertas el coqueto teatro
de la Galería General Güemes, con el debut de la compañía italiana de gran
guignol Blanca Lauri. Las obras con que abrieron el fuego esos valientes
cómicos fueron: La infantería del boulevard, Pierrot el ciego y Orden
perfecto. Los argumentos interesantes, fácilmente comprensibles y no menos
emocionantes que sirven de eje a las piezas dieron motivo al fácil triunfo
alcanzado por la nueva compañía que, en verdad, no es mala del todo. El teatro
Florida seguirá con la misma compañía y el mismo repertorio por unos días más,
hasta que el público se oriente. Luego es muy posible se cultive el teatro de
pochades y vaudevilles, por secciones”. En su siguiente edición, el diario
agregaba nuevos títulos y el nombre de Sartori como “capo de la compañía”. El
martes 15.8.1916, Tribuna informaba que “mañana a las 3 de la tarde debe
reabrirse el elegante teatrito de la Galería General Güemes, esta vez, para
funcionar sin interrupción. Los espectáculos los constituirán estrenos diarios
de excogidas películas, exhibidas por secciones, para ser rematadas por números
de atracciones, con repertorio especial para familias”. Un día más tarde el
cronista agregaba que esas atracciones serían “Rosarito Vega y la popular
Teresita Zazá, quien, en esta ocasión, nos hará oír su nuevo repertorio de
couplets”, concluyendo en que “por la ubicación y lo reducido del precio de las
localidades, 0.40 la platea, el Florida está llamado a ser el punto de cita de
numerosas familias”.
Excepto en el término “familiar”, ya en 1916 estaban definidas las pautas que regirían la programación de la sala, esto es, la convivencia de films con espectáculos teatrales que del grand guignol y las españoladas derivarían en las variedades picarescas. Aunque se ignora quién fue su primer empresario, se sabe que en años posteriores lo fueron los hermanos Leopoldo y Luis Manuel Gazzolo (quienes también regenteaban el Fémina, en Paraná 426), el turinés Aristide Del Zoppo, Humberto Rojas & Augusto Baldini, Alfredo Merkin, Rafael Membrives y Edgardo Marchesi. En sus inicios la sala sumaba 398 localidades entre plateas y palcos, pero hacia 1966 eran 420. En su libro sobre Leopoldo Torres Ríos, Couselo escribe de Manuel Gazzolo que “era un comerciante hábil tanto como para inocular a los porteños el misterio del subsuelo del Florida” y que “seleccionaba películas regularmente incluidas en programaciones habituales, pero creaba en torno de ellas pimentosa expectativa, cambiándoles los títulos o rodeándolas de publicidad gruesamente espectacular, con incentivos eróticos”. Eso ocurría entre fines de los 20 y comienzos de los 30, cuando la publicidad en las carteleras de los diarios ya lo entronizaba como “el templo del arte realista en cine continuado”.
Desde sus orígenes y hasta
inicios de la década de los 60, el Florida alternaba cine y teatro, a veces
sólo cine, a veces sólo teatro, en ocasiones cine por las tardes y teatro por
las noches. Su actividad cinematográfica estaba dedicada a films cuyos títulos
prometían placeres que no siempre se reflejaban en sus contenidos, que a veces
resultaban excesivos, como cuando en 1941 sus propietarios (los Gazzolo) y
otros empleados fueron condenados a un año de cárcel por exhibir films
obscenos. Allí se registró el estreno de al menos tres films nacionales, Pueblo
chico..., Mi derecho Buenos Aires, ciudad de ensueño. También
en el Florida tuvo su estreno informal, el lunes 5.8.1957, sin gacetillas ni
publicidad, Gran Casino (1946), el primero mexicano de Libertad Lamarque,
en la ocasión dirigida por Luis Buñuel, film nunca lanzado oficialmente en la
Argentina. También hubo períodos en los que exhibía reposiciones europeas como
las francesas L’émigrante y Mayerling, así como muchos films argentinos de Julio Irigoyen.
Por su escenario, en cambio, desfiló una gran variedad de revistas y music hall de todo tipo y pelaje, en algunos de los cuales actuaron desde Carlos Gardel hasta Osvaldo Terranova, pasando por la “bailarina belga” Felina Verbist, Berta Singerman haciendo La vendedora de Harrods de Josué Quesada, Humberto Ortiz (padre del “Coquito” de “Piluso”), Domingo Froio, Maruja Roig, Angélica Cortesina, Baby Correa, José Marrone, Juanita Martínez, Agustín Castro Miranda, Mario Faig, Inés Fernández, los Hermanos Lobato, la orquesta de Pérez Prado, el dúo Dick y Biondi, El Chavalillo de América, Liana Noda, Dorita Acosta, la Gran Compañía de Revistas Optimistas dirigida por Antonio Prat, una corista llamada Coca Sarli (anunciada como “la erótica” en la revista Modelos al desnudo estrenada en junio 1972), una vedette de nombre Alicia Márquez, homónima de su colega más famosa, y tantísimos otros animadores del género frívolo. En abril 1945 el Florida se atrevió a ofrecer matinées infantiles con el Petit Circo Porteño dirigido por Antonio Casas, y en mayo 1945 comenzó a ser ubicado en las carteleras de los diarios con la denominación Cine de las Maravillas, que duró pocos días, exhibiendo variedades de cortometraje en continuado de 10 a 24.
Hacia 1961, el Florida era publicitado como “la sala de la muchachada porteña”, pero en mayo 1962 se hizo cargo el empresario Julio Kaufmann, lo que dio motivo a una nota en Clarín –21.5.1962, sin firma pero casi con seguridad escrita por Edmundo Guibourg– que recordaba con nostalgia que “En las entrañas de la mole de granito y cemento alentaba un pequeño corazón ubicado en el subsuelo de la nueva galería. Era un teatro. Sala pequeña, íntima. […] Elegante, con ese aire de distinción que caracterizaba a todo lo que pasaba en la calle más chic de la Capital”. El primer espectáculo presentado por Kaufmann fue un musical de Harvey Schmidt (música) y Tom Jones (libro y letras), The fantasticks, que había sido estrenado en Nueva York en mayo 1960 convirtiéndose en un notorio éxito: la puesta argentina era de Juan Silbert, con coreografía de Ana Itelman y actuación principal de Luis Medina Castro, Osvaldo Pacheco, Osvaldo Terranova y Mabel Manzotti. Sin embargo, el éxito le fue esquivo, por lo que en octubre fue reemplazado por Mi querida Josefina de José “Pepe” de Thomas y Liliana Paz, con Alba Castellanos; en noviembre por Las buenas personas de Alfonso Paso; en marzo 1963 por El dedo gordo de Pablo Palant, con Susana Rinaldi; en abril por una versión por Gérard Huillier de La putain respecteuse de Sartre, con María Maristany y Rodolfo Bebán; en mayo por otra de 27 wagons full of cotton de Tennessee Williams y en julio por Un rossignol chantait de Robert Lamoureux, con Paulette Christian, Nathán Pinzón, Fernando Heredia y Amadeo Novoa. En ese período Kaufmann también tuvo su espacio el actor francés Jacques Dufilho, quien, secundado por actores argentinos de habla francesa (entre ellos Mónica Mihanovich y Elena Mignaquy) hizo Les maxibules, de Marcel Aymé, dirigido por Elise Richard. También, desde el 27.7.1963 y por apenas “una quincena”, ocupó su escenario Rosa Rosen con una versión de L’aigle à deux têtes de Cocteau, que había estrenado poco antes (el 11.6) en el salón de actos de la Facultad de Derecho, en una representación única.
En julio 1964, tras más de un año en que desde el retiro de Kaufmann sólo pasó films, el Florida inició una nueva era, ésta regenteada por los actores Osvaldo Pacheco y Osvaldo Terranova en sociedad con el empresario Antonio Soto. Su primer estreno, el 5.9.1964, fue El plato de madera, de Edmond Morris traducida por Jordana Fain y dirigida por David Licht, que resultó un sonoro fracaso de público y de crítica a pesar de contar con nombres populares (Fanny Navarro, Terranova, Pinzón, Ernesto Raquén, Beatriz Mátar). En octubre ocuparon su escenario Leonardo Favio, Jolly Land, Helena Tritek y la gordita Reina del Carmen (¡vaya mescolanza!) con una versión de Un amore a Roma, la novela de Ercole Patti, otro fracaso en cuya breve temporada Favio fue reemplazado por Enrique Thibaut y que terminó abruptamente el 7.11.1964 tras una pelea a trompazos entre Ricardo Mejía (amante de Jolly Land) y el actor Sacha Mahler, y fue sucedido, el 27.11, por Judith, de Hebbel, y el 23.1.1965 por Jaque a la reina, de Alberto Peyrou y Diego Santillán, pieza que marcó el fin, un año antes de lo pactado, del arrendamiento de Pacheco-Terranova-Soto.
El Florida entró luego en una impasse
en la que estuvo más tiempo cerrado que abierto, y cuando recibía público le
ofrecía sólo cine y ocasionalmente alguna puesta en escena, como una selección
de textos españoles (1965, con Norma Aleandro) o una obra menor como Una
noche con los demonios (1966, con Iván Grondona y Andrea Ducasse dirigidos
por Darío Garzay). En 1967 lo tomó Francisco García Guzmán, hijo de los actores
Enrique García Parra y Gloria Guzmán, devolviéndolo a sus orígenes, las
revistas frívolas, la mayor parte de las cuales firmaba él mismo como Paco
Parra: Sátiros al desnudo, con Tito Climent como estrella, por ejemplo,
la estrenó el 17.8.1970, esto es, en coincidencia con el estreno del film El
sátiro. Esa última, decadente etapa del Florida se prolongó hasta finales
de 1978, con espectáculos crecientemente paupérrimos, en algunos de los cuales
intervino Zulma Grey, cuando era popular gracias a Los Campanelli. Desde
el 19.3.1981 la sala fue afectada a exhibiciones cinematográficas. En sus años
finales el Florida tuvo como empresario a Jaime Schvarzman Rotbart (Florida
SRL), con un pico de decadencia en diciembre 1990, cuando el local fue
clausurado y seis de sus “artistas” fueron detenidas por exhibiciones obscenas
y corrupción cuando bajaban a la platea e “interactuaban” –es una manera de
decir– con el público masculino: el espectáculo en cuestión se denominaba Sexo
profundo y no figuraba en las carteleras. El cine-teatro Florida fue
registrado en algunos films:
• Sábado a la noche, cine (Fernando Ayala, 1960) ofrece varias
historias interrelacionadas, en una de las cuales cuatro jovencitos (Emilio
Comte, Emilio Guevara, Rubén Odierna, Horacio Pini) deambulan por el centro
porteño sin saber muy bien qué hacer en la que acaso fuera su primera salida
nocturna. La recorrida por cines, bares y pizzerías los deposita en el subsuelo
de la Galería Güemes, donde el Florida les promete un paraíso erótico que se
desmorona apenas el boletero les pide documentos.
• Libertad bajo palabra (Alfredo Bettanín, 1960) narra cuatro
historias con presidiarios en una salida fugaz, uno de los cuales, Lautaro
Murúa, también deambula por la noche céntrica y, él sí mayor de edad, accede a
la sala en la que actúa la vedette Inés Moreno, presentada por Ana
Fraga, mientras por ahí aparecen el traspunte Ricardo Carrizo y el empresario
Emilio de Grey.
• En Con gusto a rabia (Ayala, 1964), mientras en la sala se
desarrolla un festival judío, su cajero (Máximo Czerlowski) es asaltado por una
pandilla de jóvenes de extrema derecha.
• En La flor de la mafia (Hugo Moser, 1973) sirvió para simular
un bar frecuentado por homosexuales.
• Y para Gatica (Leonardo Favio, 1991) se filmó allí el número
musical con Miguel Fernández Alonso imitando a Miguel de Molina.
Pero fue en El sátiro (Kurt
Land, 1969) que la sala aparece en todo su esplendor, que más bien era, a esa
altura, toda su decadencia. Ocurre que el argumento del film lleva la firma del
empresario García Guzmán. Así, el escenario, la platea, los palcos, el hall,
la boletería, los camarines, los pasillos internos y hasta la terraza de la
galería están integrados como decorado casi permanente de la acción. En la
ficción, el empresario es Pedro Quartucci, su boletera Olga Bruno, su vedette
Mimí Pons, su coreógrafo Edgardo Cané, su traspunte Julián Favre, su primer
bailarín Rey Charol y sus coristas Mirta Massa, Nené Devín y Victoria Alais,
entre otras. Juan Ramón anima al maquinista-utilero tullido sobre el que recaen
todas las sospechas.
Hubo, cabe recordarlo, otro Florida, inaugurado el 1.8.1926 en Florida 271, pero éste era sólo cine, y de los “importantes”, de lanzamiento, que figuraba en las carteleras en la “G”, como Gran Florida, para diferenciarse tajantemente de su homónimo más antiguo y vergonzante. Tras haber estado cerrado muchos años, el Florida de la Galería Güemes fue reciclado en el Centro de Artes y Espectáculos Piazzolla Tango, lujoso espacio for export.
[Este artículo es el producto
de una investigación que encaré sin posibilidad alguna de que fuera publicada, esto es, sólo por el placer que me deparaba:
lo escribí en noviembre 2012 y lo envié a un par de amigos que, sabía, lo apreciarían. Uno de esos amigos me hizo una devolución que estimo merece ser
reproducida:
«Querido Daniel: Tu evocación del encantador teatrito Florida, de la
galería Güemes, es una delicia. ¡Ojalá algún diario o revista la publicara! Me
has hecho volver a un episodio de mi juventud: yo era empleado público, a los
19 años, trabajaba en la Aduana y algunos compañeros de oficina organizaron una
excursión al Florida. Vimos una revista paupérrima, supuestamente picaresca,
esto sería hacia 1946, no más allá de 1950. El tema de la revista era la
primavera, tan sólo recuerdo la rima con una estrofa que hablaba del “amor que
espera”. Te imaginarás lo que eran las pobres coristas, que no embocaban ni una
nota ni un paso de baile, y unas vedettes al borde del embalsamamiento. Yo
estaba aterrado, te lo confieso, en primer lugar por estar cometiendo, desde el
punto de vista pequeñoburgués, una transgresión; luego, porque mis compañeros
estaban con ánimo de joda, y ya sabemos lo que eso significa en cuanto a los
patrones de conducta del porteño medio (era peor en esa época), y, en fin,
porque temía que se dieran cuenta de que las mujeres, y especialmente esas
mujeres, me resultaban indiferentes, cuando no repugnantes. El asunto es que no
sé cómo fuimos a saludarlas a los camarines y una de las bataclanas, viendo mi
corbata moñito (siempre me han gustado las corbatas de moño, y nunca aprendí a
hacerlas), me dijo que yo parecía francés... Al salir, hui despavorido a mi
casa. Muchos años después, estuve siguiendo desde Primera Plana la
relación de Terranova con esa salita: a Osvaldo se le había metido entre ceja y
ceja hacer El plato de madera porque se lo había visto, años antes, a
Ben Ami u otro famoso actor judío. Lo que estuvo muy bien y me encantó fue Los
fantástikos. También hubo tratativas con Roberto Durán para hacer Hablo
de Jerusalén, de Wesker, pero fracasaron porque Terranova no quería que la
mujer de Roberto fuese la protagonista. Venite algún día a tomar el té a casa;
ya casi ni salgo, tengo problemas de baja presión arterial (tiendo a marearme y
caerme) y de movilidad, de modo que tan sólo salgo para ir a los médicos, o por
el barrio, y siempre acompañado. Un gran abrazo y todo el cariño y la
admiración de Ernesto». [Correo electrónico de Ernesto Schóó, 21.11.2012: “la
mujer de Roberto” era Cristina Escalante. Mientras viva, no dejaré de lamentar
el no haber tomado ese último té con Ernesto: falleció el 15.7.2013].
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