domingo, 23 de marzo de 2025

TEMAS

¡Delincuentes! (III)

4. Los militantes

“–¡No le voy a ayudar a matar a civiles inocentes!
 –¿Y los 3.000 civiles que Israel acaba de matar en Irán?
 –¡Todos saben que esa cifra es mentira!”.
Diálogo en el 1º episodio de la 2ª temporada de la serie TV Homeland (2012).

Variopinta caterva de buenos-para-nada (léase “idealistas” o “utópicos”), en su mayoría burgueses de familias acomodadas, algunos de ellos intelectuales (escritores, periodistas), que con su predicamento captaron a una enorme cantidad de jóvenes ingenuos haciéndoles creer que el futuro sería socialista, tal como engañaba el General desde Puerta de Hierro: muchos de esos jóvenes (8.631, de acuerdo a la Secretaría de Derechos Humanos) fueron “desaparecidos” por la terrible dictadura militar iniciada en 1976 y murieron creyendo que el Viejo era izquierdista, lo cual revela no sólo ingenuidad sino también ignorancia histórica. Al elocuente, casi poético decir de Mario Vargas Llosa, tenían “el delirante sueño de bajar el paraíso a la tierra a punta de disparos”. La Juventud Peronista (JP), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros fueron las más conocidas de esas agrupaciones terroristas que decían defender el estado democrático con un ojo puesto en la revolución cubana pero utilizaban procedimientos militares para secuestrar, extorsionar y asesinar personas así como colocar bombas explosivas en lugares públicos eliminando, de paso, a gran cantidad de civiles que originariamente no eran sus targets. Contado así, suena un tanto extraviado, pero ocurrió en la Argentina de los 70 con el trágico resultado de que la mayor parte de los jóvenes inducidos no hacían otra cosa que meterse entre la gente pobre para intentar dar una ayuda, mientras los capitostes de aquellas organizaciones que los cobijaban se volvían ricos con el producto de sus secuestros extorsivos y algunos de ellos pusieron pies en polvorosa cuando las papas comenzaron a quemar en 1975-1976 y emprendieron sus cómodos exilios, para volver a la Argentina después de 1984 y reciclarse en funcionarios públicos sin jamás pagar por sus crímenes ni al menos disculparse o arrepentirse por ellos; Edgardo Cozarinsky llamó a eso “fraude ideológico” (en su novela En ausencia de guerra, pág. 176). Varios de estos grupos terroristas y algunos de sus personeros tuvieron, además, el dudoso honor de que su vida y su obra fueran adaptadas al cine o al video recibiendo, claro, tratamiento de héroes. A saber:

• El colectivo Montoneros fue específicamente analizado en tres largometrajes. El primero es francés, se titula Resistir (1978), fue filmado en 16mm y básicamente es un reportaje al dirigente Mario Firmenich en su placentero exilio, a salvo de los militares que secuestraban y asesinaban a sus bases: lo dirigió el argentino Jorge Cedrón, quien lo firmó con el pseudónimo Julián Calinki, en parte por cuestiones de seguridad pero también porque acaso le daba algo de vergüenza ajena. El video Montoneros –Una historia– (1993) es un notable trabajo del documentalista Andrés Di Tella, quien se las ingenia para parecer neutral: aporta una serie de testimonios de antiguos integrantes de la banda y alcanza su climax cuando hablan aquellos que estuvieron detenidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), quienes aportan su explicación sobre asuntos tan controvertidos como el vínculo detenido-captor, el colaboracionismo y la consiguiente calificación de “leproso” al liberado. El video está sostenido por el carisma, la espontaneidad, la franqueza y –por qué no– la belleza y seducción de la narradora, una ex montonera cuya filiación los créditos omiten y que la banda sonora sólo identifica como Ana, cuyo testimonio es apenas quebrado por la solemnidad con que le hacen leer textos diversos. Ana y su madre, tampoco identificada, se convierten en las más lúcidas testimoniantes: Ana alude a su relación sentimental con Juan (Juan Silva, según los créditos), de la que nació una niña llamada Paula; en este sentido es singular la correspondencia con el testimonio (en el film Botín de guerra) de Paula Cortassa, hija de una pareja de desaparecidos llamados Blanca y Enrique; en los dos casos, la pregunta formulada explícitamente es ¿por qué ambas parejas no dejaban a sus hijas al cuidado de otros en lugar de exponerlas? Otro documental, pero en formato fílmico y estrenado en cines, es Cazadores de utopías (David Blaustein, 1994), que ofrece una mirada nostálgico-reivindicadora con escasa autocrítica, pozos de aburrimiento y excesiva duración. Curiosamente, ninguno de los tres principales jefes montoneros (Firmenich, Perdía, Galimberti) tuvieron un film propio.

Cazadores de utopías

  El ERP apareció tempranamente en un film, el mediometraje clandestino Ni olvido ni perdón (1973), dirigido por Raymundo Gleyzer y Alvaro Melián. También mereció algunos videos largos como Gaviotas blindadas: historias del PRT-ERP, título genérico de una trilogía encarada por el grupo Mascaró Cine Americano y estrenada en salas de cine: Parte 1 (1961-1973) (2006), Parte 2 (1973-1980) (2007) y Parte 3 (1976-1980) (2008); su trámite es puro y duro y poco interesante para espectadores que no sean “del palo”. Más creativo resultó Los Perros (Adrián Jaime, 2002), que “quiere ser una película sobre la militancia de los ‘70, más que sobre la lucha armada”, según Adrián Juri (en Página/12, 13.5.2001), uno de los cordobeses que lo realizaron. En tanto, Errepé (Gabriel Corvi y Gustavo de Jesús, 2003) es, de acuerdo al Catálogo 2004 del Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), un documental que ofrece la “Historia del ERP contada mediante los testimonios de un grupo de sobrevivientes, otrora dirigentes de mediano y alto rango de la organización. Con gran habilidad, el montaje enfrenta los discursos y pone de manifiesto una discusión tremenda sobre el pasado, cargada con el peso de la derrota, los errores políticos y la muerte de muchos ex compañeros de militancia. Fascinante y terrible, la revisión está teñida por un alto grado de sinceridad. Un documento imprescindible de la historia argentina”. Sólo fue visto por quienes asistieron a ese Festival, pues no tuvo lanzamiento comercial. Cuentas del alma (Mario Bomheker, 2010), en fin, le da voz a Miriam Prillentenski, quien desde su exilio en Israel recuerda que “el precio que sabía que se tenía que pagar por esa revolución era la vida de mucha gente”, a pesar de lo cual ansiaba quedar embarazada pues en ese estado “no nos mandaban” a combatir.

• Más abarcador, Insurgentes (Pablo Doudchitzky, 2006) es otro documental tendencioso pero que extiende su mirada a las “juventudes maravillosas” de países vecinos.

   Algunos capitostes de esas y otras organizaciones armadas merecieron, por su prestigio intelectual o por razones diversas, films que los retrataron.

“Empuñé un arma porque busco la palabra justa”.
Francisco Urondo.

• El santafesino Francisco Urondo (1930-1976) fue un destacado poeta, escritor, periodista y ocasional guionista en films dirigidos por su amigo Rodolfo Kuhn antes de tornarse miembro activo de las FAR, purgar prisión en 1973 y cometer suicidio mediante la ingesta de cianuro tras haber sido herido en un enfrentamiento con militares. Dos de sus mujeres fueron actrices, Zulema Katz y Lily Gacel, esta última llamada en realidad Lilian Angélica Massaferro, quien con Urondo y Francisco Reynaldo alias Jordán fueron detenidos el 14.2.1973 acusados del asesinato del teniente general Juan Carlos Sánchez (el 10.4.1972) y del almirante Emilio Rodolfo Berisso (el 25.12.1972) y trasladados a la cárcel de Villa Devoto. Una hija de Urondo, Claudia, era guerrillera y su actitud impulsó a su padre a unírsele. Las fuerzas de seguridad invadieron, además, el chalet Dixie, en Ingeniero Maschwitz, en el que se encontró “una impresionante cantidad de armas cortas y largas, varias de ellas pertenecientes a organismos policiales”, informando con posterioridad que se trataba de una “célula extremista de tendencia marxista peronista, que constituía un grupo operativo de las autotituladas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)” en “concomitancia con el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL)”, las que “perpetraron secuestros, asaltos y homicidios”, según datos recogidos en varios ejemplares de febrero 1973 del diario La Nación. Urondo, a quien sus amigos apodaban “Paco”, fue además quien organizó el robo del ataúd que contenía los restos del militar y ex Presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, asesinado por los Montoneros. Otra hazaña de Urondo fue celebrar con un eufórico “¡Lo hicimos!” el asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci, tal como lo relató Ricardo Grassi en su libro El Descamisado. El hombre mereció dos largometrajes grabados en video, el mejor de los cuales es el primero, Paco Urondo –La palabra justa– (Desaloms, 2003-2004); el otro se titula Paco Urondo (Ernesto Ardito y Virna Molina, 2013).

Francisco Urondo

“Un crimen es un crimen cualquiera sea el pensamiento
o el sentimiento o la pasión que impulse al criminal”.
Juan Domingo Perón, 22.1.1974, citado en Los 70, de Ceferino Reato, pág. 93.

Rodolfo Walsh (Rodolfo Jorge Walsh Gill, 1927-1977) era un rionegrino que se estableció en la Capital Federal hacia 1943, desempeñándose en un principio como corrector en Hachette, prestigiosa editorial a la que siguió ligado como traductor y compilador. Luego mudó a La Plata, donde se verifican sus inicios en tanto escritor con un par de textos publicados de manera casera en un boletín universitario. Pronto se profesionaliza colaborando en las revistas Vea y Lea y Leoplán, en ocasiones utilizando el pseudónimo Daniel Hernández: son textos de todo tipo, pero con marcada preferencia por el policial clásico con una fuerte impronta porteña. Tras publicar el citado Operación Masacre residió durante 1959 en La Habana, donde fue uno de los fundadores de la agencia de noticias Prensa Latina, y al regresar a la Argentina intensificó su labor periodística, literaria y ocasionalmente teatral, alternándola poco a poco con una militancia política que lo encumbró como jefe de Inteligencia en Montoneros, en la cual también participó (sucumbiendo en el intento) su hija mayor, María Victoria, “Vicki”. La mayor de sus “hazañas” como miembro de esa organización criminal fue la de haber sido el autor intelectual del atentado a la sede central de la Policía Federal Argentina (Moreno 1431), con un saldo de 24 víctimas mortales, a pesar de lo cual se le ha impuesto su nombre a una estación de subterráneos de la línea E, homenaje instituido en 2013 por un gobierno que tenía la costumbre poco ortodoxa de elevar a la categoría de héroes a delincuentes variados. Puesto en el ojo por la dictadura militar 1976-1983, es emboscado y fusilado en plena calle por un grupo de asesinos oficiales con base en la ESMA. A él le fueron dedicados los cortos Rodolfo Walsh (Nemesio Juárez, 1987) y Un oscuro día de injusticia (Daniela Fiore y Julio Azamor, 2017), éste un dibujo animado sobre su último día de vida, así como los largos documentales en video P4R+ –Operación Walsh– (Gordillo, 1999), cuyo título alude a “peón 4 rey, jaque”, jugada del ajedrez, pasatiempo al que Walsh era adicto y que incluye fragmentos de audios con su voz; Walsh entre todos (Carmen Guarini, 2015) y Rodolfo Walsh –La revelación de lo escondido– (Daniel Ritto, 2015).

Rodolfo Walsh

• El video Fragmentos rebelados (Blaustein, 2009) aborda vida y obra de Enrique José Juárez (1944-1976), cineasta y “cuadro” de Montoneros asesinado por miembros de la dictadura militar 1976-1983. Hermano del también cineasta Nemesio Juárez, Enrique nunca pudo o quiso dirigir un largometraje, por lo que su obra –como la de casi todos los que sólo hicieron cortos– se ha perdido en la noche de los tiempos, real y metafóricamente hablando: realizó, entre otros, La desconocida (1962), Marcha patriótica (1963) y el mítico Ya es tiempo de violencia (1969), en el que declaraba su militancia política.

Enrique Juárez

La palabra empeñada (Juan Pablo Ruiz y Martín Masetti, 2009) es un video documental biográfico sobre el periodista Jorge Ricardo Masetti (1929-1964), padre de uno de los realizadores, fundador de la agencia de noticias Prensa Latina y ardiente defensor de la Revolución Cubana, por la que luchó armas en mano. El video replica en forma indirecta a Muertos de amor de Jorge Lanata, libro que Jorge Fernández Díaz reseñó en La Nación (27.5.2007): “Siete años después de aquellos fusilamientos [se refiere a los de la Libertadora de 1956], se produjeron otros dos mucho menos estridentes de los cuales Walsh nunca escribió. Es cierto que esas ejecuciones no las produjo el Estado terrorista, sino los propios miembros del Ejército Guerrillero del Pueblo, una pequeña agrupación que buscaba reproducir en el norte de Salta los éxitos de Ernesto Guevara. Liderados por un ex periodista, Jorge Ricardo Masetti, que había entrevistado al Che en Sierra Maestra y que se hacía llamar «Comandante Segundo», se instalaron durante 1963 en la selva de los Yungas. Nunca entraron en combate, pero tuvieron dos muertos: dos militantes que se resistían a la disciplina militar fueron condenados por sus compañeros”. Cozarinsky coincide: “No sé si usted recuerda al grupo armado que decidió crear el primer foco insurgente en el norte. Grados militares. Armas. Disciplina. Un decálogo. Al primer compañero ordenaron matarlo porque sufría accesos de llanto en medio de la noche y no era un militante seguro. Al segundo por homosexual. Los dos creían en el socialismo y en una sociedad más justa. Pero no correspondían al hombre nuevo con el que soñaba nuestro jefe, que se había dado el grado de Comandante y tenía la autoridad que le daba el haber pasado por Cuba y Argelia. Y la soberbia de sentirse autorizado a matar. Un ideal redentor permite sentirse superior, juzgar, matar. Y a veces me pregunto si esta ambición no es anterior a la adopción del ideal” (En ausencia de guerra, pág. 93-94). Esos hechos ocurridos en Salta fueron el telón de fondo de Los guerrilleros (Lucas Demare, 1964).

Norma Arrostito –La Gaby– (Luis César D’Angiolillo, 2007) continúa la cruzada pro glorificación de la “juventud maravillosa” de los 70 emprendida desde lo más alto del gobierno de turno: es la biografía de Esther Norma Arrostito Rebolini (1940-1978, nombre de guerra “Gaby”), interpretada por Julieta Díaz, cuyo principal logro en su corta vida fue el de haber sido miembro fundador del pelotón de gangsters autodenominado Montoneros que en mayo 1970, a manera de cartas credenciales, secuestró y ejecutó a sangre fría de un balazo en la cabeza a otro ser humano: que ese otro ser humano fuera el teniente coronel y ex Presidente de facto de la Argentina entre 1955 y 1958 Pedro Eugenio Aramburu no es relevante. Secuestrada y asesinada por otro pelotón de gangsters, éstos de extrema derecha, autodenominados Proceso de Reorganización Militar, Arrostito devino –para algunos– heroína. El director D’Angiolillo declaró a La Nación (6.12.2008) que “es difícil entender esto, pero no es mi intención idealizar ni tirar abajo el personaje, sino contar su historia a partir de lo que se escribió sobre ella, y con los que recuerdan o estudian aquellos tiempos”: ínterin, algo le salió mal, pues el video, efectivamente, la muestra como una heroína revolucionaria idealista, ferviente y romántica. A despecho de su título real, el film fue publicitado como “Norma Arrostito –Gaby, la montonera–”.

Norma Arrostito

• Otro integrante de Montoneros tuvo el dudoso honor de tener film propio: se trata de Juan Julio Iván Roqué Ousset (1940-1977), quien planificó el operativo para asesinar al sindicalista José Ignacio Rucci y quien, personalmente, lo remató con un tiro en la cabeza el trágico 25.9.1973. Para el ambiente cinematográfico, Roqué, sin embargo, no parece haber sido tan importante como otros de sus secuaces, ya que el film que lo recuerda (Papá Iván, 1995) es apenas un mediometraje (56’) hecho en coproducción mexicano-argentina y dirigido por su hija, María Inés Roqué Rodríguez.

Envar El Kadri (1941-1998), mejor conocido como “Cacho” El Kadri, fue un peronista acérrimo, se recibió de abogado, integró las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y las FAR, ambas desprendimientos de la JP, y también un guerrillero precoz puesto que se inició como tal a comienzos de los 60: entre sus hazañas figuran “el asesinato del gremialista peronista Marcelino Mansilla, en agosto de 1973, del ejecutivo de Fiat Roberto Klecker, en abril de 1974, y del directivo de IKA Renault Ricardo Goya, en agosto de 1974”, según denunció el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (La Nación, 23.8.2012). Se le debe reconocer una relativa virtud, sin embargo, el haber rechazado sumarse a las huestes de Montoneros. Al retornar supuestamente redimido del exilio fue socio de Fernndo E. Solanas y productor delegado de sus films El exilio de Gardel (1985), Sur (1987) y El viaje (1990) además de ofrecer su testimonio en Cazadores de utopías y en Che… Ernesto (Miguel Pereira, 1997). Solanas le dedicó La nube (1997) y Marcelo Schapces Che, un hombre de este mundo (1997), y en 2019 fue protagonista in absentia de un largometraje completo, Cacho –Una historia militante–, escrito y dirigido por Santiago Acuña, quien lo retrata como un ser inteligente, moderado, lúcido, intelectual, contrario al empleo de la violencia, lo cual convierte a ese documental en una ficción. [Continuará]


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