domingo, 16 de marzo de 2025

TEMAS

¡Delincuentes! (II)

2. Criminales “con conciencia social”

Herencia de la leyenda literaria de Robin Hood, personaje que el cine estadounidense encaró en diversas oportunidades, algunas de ellas interpretado por Douglas Fairbanks, Errol Flynn, Sean Connery y Kevin Costner. El espectro aborigen de este apartado incluye a:

Juan Moreira (1829-1874), bandido rural que deambulaba por la provincia bonaerense cuyas andanzas fueron novelizadas por Eduardo Gutiérrez en un folletín publicado entre el 28.11.1879 y el 8.1.1880 en el diario La Patria Argentina. Luego fue adaptado al teatro por la compañía de los Podestá, versión ésta que, según los historiadores especializados, dio origen al teatro de prosa. El cine se ocupó del personaje en varias oportunidades en films siempre titulados –salvando un par de excepciones– Juan Moreira, en los que fue encarnado por Enrique Muiño (Mario Gallo, 1910), Carlos Perelli (El último centauro, Enrique Queirolo, 1923), Domingo Sapelli (Nelo Cosimi, 1936), Fernando Ochoa (Moglia Barth, 1947), Rodolfo Bebán (Leonardo Favio, 1972) y Ricardo Alanis en el mediometraje La historia en la arena (Hugo Lescano, 1986-1987).

Rodolfo Bebán en el Moreira de Favio

Guillermo Hoyos –Hoyo, u Oyos: las fuentes no coinciden– (1837-1918) pasó a la eternidad por su apodo, “Hormiga Negra”: sus correrías delictivas alimentaron diversas expresiones artísticas, desde un inicial folletín de Eduardo Gutiérrez (1881) a radionovelas nacionales y regionales, representaciones circenses y teatrales en todo el país, historietas y varios proyectos cinematográficos, de los cuales fueron concretados dos, ambos titulados Hormiga Negra, uno con el actor rosarino Eduardo Ricart (Antonio Defranza, 1927) y otro con Víctor Bo (Ricardo A. Defilippi, 1977). Era el personaje de Gutiérrez preferido por Jorge Luis Borges, por encima aun de Juan Moreira.

Segundo David Peralta Miranda (1897-1940), tucumano y criminal de fuste, también pasó a la inmortalidad por su apodo: a él le decían “Mate Cosido”, por la enorme cicatriz que le atravesaba la cabeza. Mereció algunas piezas teatrales, los films Fronteras de la ley (Isidoro Navarro, 1940, con Juan Sarcione) y Mate Cosido (Goffredo Alessandrini, 1961, con Carlos Cores) y el video Mate Cosido, el bandolero fantasma (Michelina Oviedo, 2002, con Víctor Laplace).

Severino Di Giovanni (1901-1931), mítico anarquista italiano residente en la Argentina desde sus 22 años y fusilado bajo la Ley Marcial en Estado de Sitio a las 5 de la madrugada del 1.2.1931 en uno de los patios de la Penitenciaría Nacional: fue protagonista –aunque bajo un nombre ficticio– de Con el dedo en el gatillo (Moglia Barth, 1940), cuyo libreto desarrolla aspectos de su raid en una realización estándar pero efectiva. En su segunda mitad el “héroe” (estupendo Sebastián Chiola) abandona sus ideales y se lanza a la delincuencia lisa y llana, robando y matando a mansalva aunque el producto de sus fechorías jamás lo utilizó en su provecho.

• En 1972, Pablo Szir filmó en 16mm –y alcanzó a compaginar– Los Velázquez, largometraje de ficción que nunca pudo ser terminado y cuyo negativo se ha perdido. En él se narraban las peripecias de los hermanos Isidro (1928-1967) y Claudio Velázquez (1929-1963) y de Vicente Gauna (1942-1967), bandidos que operaban en las décadas de los 50 y los 60 en la provincia del Chaco, donde Isidro y Gauna fueron abatidos el 1.12.1967. Hay otros films sobre los Velázquez: Nosotros y los otros (Jorge E. Castillo, 1975) y Cuatreros (Albertina Carri, 2016).

• En Bairoletto (Atilio Polverini, 1985), Arturo Bonín personifica a otro bandido rural, el santafesino Juan Bautista Bairoletto (1894-1941). Además de otros proyectos fílmicos no concretados, el personaje fue representado en varias piezas teatrales. Sus robos a los ricos para beneficiar a los pobres, más algunos crímenes (daños colaterales, se dice en el siglo XXI), tuvieron protagonismo en las crónicas policiales en los años 20 y 30.

Bazán Frías –Elogio del crimen– (Lucas García, 2017) es un video que entremezcla ficción y documental para evocar a Andrés Bazán Frías (1893-1923), alias El Manco, un tucumano “que comenzó a robar comida para repartir entre la gente de su barrio”, terminó abatido por la policía y “es considerado hoy el santo de los presos tucumanos”, de acuerdo al Catálogo Cine Argentino 2019. Ramiro Tamayo ya se había ocupado del personaje en su corto Bazán (1960), escrito por Tomás Eloy Martínez.

3. Asesinos oficiales

Una relación de funcionarios gubernamentales caídos en la delincuencia comienza, al menos en lo que a sus transcripciones cinematográficas concierne, con el tristemente célebre “Restaurador”.

• “Militar y político argentino, jefe de los federalistas. En 1829 quitó el gobierno de Buenos Aires al general Lavalle, se hizo proclamar jefe del Estado, sometió las tribus salvajes del Sur hasta el estrecho de Magallanes y durante veinticuatro años ejerció una dictadura sangrienta, a la que puso fin el general Urquiza, derrotándole en el combate de Caseros en 1852. Murió en el destierro”, lo configura la Enciclopedia Concisa Sopena (Barcelona, 1974); menos diplomático, el Nouveau Petite Larousse Illustré (París, 1952) lo fulmina en tres adjetivos, “dictateur habile, mais cruel”. Se refieren a Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio (1793-1877), quien ha sido desde siempre, sin duda, el político más controvertido de la historia argentina. “¡Pedidle al espíritu de Facundo y de Rosas una sola gota de interés por el bien público, de dedicación a algún objeto de utilidad; torcedlo y exprimidlo, y sólo destilará sangre y crímenes!”, los despachó Sarmiento en el Facundo. El rojo de la sangre, precisamente, fue el color distintivo de la dictadura de Rosas. Su proclama inicial anticipa el plan de su mandato: “El que no está conmigo es mi enemigo”, frase que muchos años más tarde otro tirano argentino convertirá en “Por cada uno de nosotros que caiga caerán cinco de ellos”. La figura y las andanzas criminales de Rosas fueron tema, central o colateral, de varios films: Amalia (Enrique García Velloso, 1914), con José Miguens; el estadounidense Captain Alvarez (El capitán Alvarez, Rollin S. Sturgeon, 1915), con George Stanley; ¡Federación o muerte! (Atilio Lipizzi, 1915), con José Brieva; Manuelita Rozas (Ricardo Villarán, 1925), con Nelo Cosimi; Bajo la Santa Federación (Daniel Tinayre, 1934), con Ricardo Passano; Amalia (Moglia Barth, 1936), con Carlos Perelli; Facundo, el Tigre de los Llanos (Miguel P. Tato, 1951), con Luis Achával; la biografía reivindicatoria Juan Manuel de Rosas (Manuel Antín, 1971), con Rodolfo Bebán; Yo maté a Facundo (Hugo del Carril, 1974-1975), con Guillermo Murray; Camila (María Luisa Bemberg, 1983-1984), en el que sólo es aludido, y Facundo –La sombra del Tigre– (Nicolás Sarquis, 1991-1992), con Claudio García Satur.

• Otro reconocido criminal con chapa oficial fue el riojano Juan José Facundo Quiroga (1788-1835), uno de esos personajes históricos ciertamente incómodos, para algunos un héroe revolucionario, para otros un asesino despiadado. Piezas teatrales, films, ensayos literarios y el esforzado trabajo de los historiadores no han logrado, sin embargo, superar el elocuente retrato que Sarmiento escribió durante su exilio y publicó en 1845, primero en formato de folletín en el diario El Progreso con el título Civilización y barbarie –Vida de Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina– y de inmediato como libro con el título reducido lacónica y famosamente a Facundo. Contemporáneo de los hechos que narra, la mirada de Sarmiento es impiadosa aunque no deja de reconocerle cualidades de guerrero. Personaje ciertamente atractivo, como lo prueban los siguientes films: Bajo la Santa Federación (Tinayre, 1934), con un actor no identificado, Facundo, el Tigre de los Llanos (Tato, 1951), con Francisco Martínez Allende, El Santo de la Espada (Torre Nilsson, 1969), con Adolfo Marzoratti, Juan Manuel de Rosas (Antín, 1971), con José María Gutiérrez, Yo maté a Facundo (Carril, 1974), con Carlos Cores, El general y la fiebre (Jorge Coscia, 1990), con Angel Díaz, y Facundo –La sombra del Tigre– (Sarquis, 1991), con Lito Cruz, así como el video Sarmiento –Un acto inolvidable– (Pepe de la Colina, 2008), con Miguel Angel Morales.

• Dos films contemporáneos y rodados uno detrás del otro en 1956, Después del silencio (Lucas Demare) y Los torturados (Alberto Du Bois), narran el accionar de la temida Sección Especial de la Policía Federal Argentina instituida en los estertores del gobierno presidido por Juan Domingo Perón para investigar, perseguir, detener, torturar y eventualmente asesinar a dirigentes opositores. Ambos films dramatizan el calvario de algunos de ellos, apelando el primero a una furibunda diatriba antiperonista –curiosa por venir de tres cineastas (Eduardo Bedoya, Sixto Pondal Ríos y Demare) que durante el peronismo trabajaron sin problemas ni censuras y hasta beneficiándose en lo material– y el segundo a un tono cercano al documental periodístico, que lo favorece. Aquella temida Sección Especial tendrá su remake hacia 1973 en la autodenominada Alianza Anticomunista Argentina (AAA), en este caso paraestatal, ambas consentidas por el mismo Presidente.

Arturo García Buhr y Guillermo Battaglia

• Poco después de que un golpe de Estado militar derrocó el gobierno de Perón se produjeron los tristemente célebres fusilamientos de José León Suárez perpetrados por ese gobierno de facto. Entre el 9 y el 12.6.1956 la Policía de la Provincia de Buenos Aires al mando del teniente coronel Desiderio Fernández Suárez capturó a varios hombres, los trasladó de madrugada a lugares despoblados del conurbano bonaerense y los mandó fusilar amparándose en la efímera vigencia de la ley marcial. Algunos de ellos eran militares rebeldes al gobierno autodenominado Revolución Libertadora, que el 16.9.1955 había derrocado el gobierno constitucional. Estos militares rebeldes, en efecto, conspiraban para reponer a Perón en el poder, pero la mayor parte de los civiles fusilados, aunque de tendencia peronista, no estaba involucrada en el intento. El periodista Rodolfo Walsh investigó el asunto ayudado por algunos sobrevivientes que le relataron los hechos y publicó su trabajo en diversos formatos hasta el definitivo libro Operación Masacre, que fue filmado con ese título (Jorge Cedrón, 1970-1972), luego vueltos a retomar en el video de mediometraje Los fusiladitos (Cecilia Miljiker, 2003).

• En cuanto a los bárbaros atentados a la vida humana (investigar, perseguir, detener, secuestrar, torturar y asesinar a guerrilleros de la extrema izquierda, a sus familiares, amigos, conocidos y por las dudas a muchos otros, además de los que debieron acudir al exilio forzado) cometidos por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), el cine se ocupó en demasía de narrarlos en todos los formatos conocidos: hubo tiempos, en especial apenas recuperado el estado democrático, en que casi todo cineasta sentía la obligación de incluir en sus films al menos una viñeta al asunto. Sin embargo, transcurridos largos años desde aquella explosión, son pocos los títulos que resisten el paso del tiempo, mereciendo ser citados La historia oficial (Luis Puenzo, 1984), Contar hasta diez (Oscar Barney Finn, 1984), La noche de los lápices (Héctor Olivera, 1986), La amiga (Jeanine Meerapfel, 1987), Boda secreta (Alejandro Agresti, 1988), Un muro de silencio (Lita Stantic, 1992), Garage Olimpo (Marco Bechis, 1998) y Los rubios (Albertina Carri, 2001).

• La represión policial a las protestas sociales, a menudo en connivencia criminal con la llamada “patota sindical” y los “barrabravas” del fútbol, fueron asunto central de al menos dos largometrajes en video. El asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán perpetrado el 26.6.2002 por funcionarios policiales bonaerenses y las circunstancias sociales que motivaron aquella manifestación fueron retratados en La crisis causó 2 nuevas muertes –Los medios de comunicación en la masacre de Avellaneda– (Patricio Escobar y Damián Finvarb, 2006), en tanto el de un militante del Partido Obrero lo fue en ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? (Julián Morcillo y Alejandro Rath, 2012). [Continuará]

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