TEMAS
Cuando los nazis iban llegando
Aclaración necesaria para jovencitos siglo XXI, quienes en general –al
menos en la Argentina– no saben casi nada de lo que pasó en el mundo antes de
ayer: el término nazi es la
abreviatura de Nationalsozialistische,
esto es, el partido político creado por un señor austríaco y malísimo llamado
Adolf Hitler (1899-1945) que gobernó Alemania desde 1934 hasta su muerte,
muerte que resultó mucho más piadosa (cometió suicidio) que la que ordenó
infligir a aproximadamente 6.000.000 de personas durante su gobierno, masacre
que la Historia denominó Holocausto.
Algunos de sus simpatizantes y
seguidores eran gente de cine, con un ejemplo mayúsculo en Leni Riefenstahl
(1902-2003), bailarina, pintora, actriz y directora de documentales que, aunque
servían a la propaganda oficial, resultaron extraordinarios en términos
formales, con un pico creativo en las dos partes del clásico Olympiad. Muchos otros cineastas
alemanes hicieron lo mismo, algunos obligados; otros, en cambio, debieron
exiliarse: el más representativo de éstos fue, sin duda, Fritz Lang. Sin
embargo, a los fines de este artículo interesan aquellos que tuvieron alguna
intervención en la industria del cine argentino.
Herr Gerhard Huttula (1902-1996) se inició en el cine cuando acababa de
terminar sus estudios secundarios: en 1922, su profesor de arte le pidió se
ocupara de los efectos fotográficos de un corto animado y esa tarea lo “animó”
a incursionar en la técnica de la fotografía para cine, un terreno aún virgen.
En 1930 ingresó a los estudios de la Universum-Film
AG (UFA) de Berlín, donde se especializó en los efectos especiales de fotografía y de cámara,
siendo su primer largometraje una producción checoslovaca allí filmada, la
célebre Extasis. Con el ascenso de
Hitler al poder, y considerando su experiencia, fue contratado por la Deutscher
Lichtbild-Dienst GmbH – Auslandsabteilung (Servicio Fotográfico Alemán SRL –
Sección Extranjera) para realizar una serie de documentales genéricamente
titulados Echo der heimat (“Eco de la
patria”), que resultaron ocho, distribuidos entre 1934 y 1938: hubo un noveno, Fern vom Land der Ahnen (1937), que
ofrecía material rodado por Huttula en la Argentina, adonde llegó en 1934 y
donde adaptó su nombre a Gerardo.
En un ambiente cinematográfico por
entonces todavía pequeño, su presencia en el país no pasó inadvertida: otro
alemán, Martin Jacobo Boy, le ofreció dirigir un largometraje por él producido,
Compañeros, que Huttula realizó en
Mendoza en mayo 1935 teniendo como director de fotografía al húngaro John
Alton. Es una pena que ninguna copia del film sobreviviera, pues hubiera sido
interesante comprobar el resultado de la colaboración entre dos expertos en
fotografía. Mientras continuaba filmando para los alemanes, Huttula fue
contratado por Baires Film para iluminar Mateo
(Tinayre, 1936), luego por Pampa Film para hacer lo propio en La fuga (Saslavsky, 1937) y por último
por Lumiton para Fuera de la ley
(Romero, 1937). “Después de eso, este hombre desapareció, se fue”, dijo Tinayre
años después: se fue, sí, pero dejando tres trabajos considerados entre los
mejores ejemplos locales de fotografía para cine.
Al regresar a Alemania, Huttula se
dedicó a los efectos especiales, tarea que desarrolló en una veintena de
largometrajes realizados entre 1938 y 1943 y dirigidos por Roger von Norman,
Eduard von Borsody, Gerhard Lamprecht, Karl Ritter, Traugott Müller, Kurt
Hoffmann, Herbert Maisch, Rolf Hansen, Veit Harlan, Harald Braun, Helmut Weiss
y Georg Jacoby. Tan solo en 1950 debutó en su país como director de fotografía:
firmó doce largos de los que diez fueron dirigidos por Fritz Genschow, uno por
Otto Meyer y otro por Hans Deppe. En 1955 hizo su primera experiencia en
colores para un largo de Genschow, Aschenputtel,
y entre 1958 y 1970 se dedicó a la realización de films publicitarios. Su
trabajo como diseñador de efectos especiales de fotografía fue reconocido por
la documentalista Ilse Wehner-Aeckerle en su telefilm Achtung! Hochspannung!
Tricks und sensationen im film (1960).
El Dictionnaire du cinéma editado por Larousse en 1986 es uno de los
pocos, acaso el único, que registra a Karl
Ritter (1888-1977), director, guionista y productor bávaro, “especialista
en el film patriótico” que “representa junto con Hans Steinhoff y Veit Harlan
un valor reconocido para el cine nazi, exaltando sobre todo el coraje de los
pilotos de la Luftwaffe” y que
“realiza obras de propaganda alejadas de toda preocupación estética”, de
acuerdo al texto firmado por Fabien Labourer. Desde 1928 en la industria del
cine alemán, director de producción en la UFA, Ritter dirigió entre 1932 y 1944
dieciocho largometrajes a menudo escritos por Felix Lützkendorf, fotografiados
por su hermano Heinz y protagonizados por Paul Hartmann, y también un
documental titulado Im kampf gegen den
weltfeind: Deutsche freiwillige in Spanien (“Luchando contra los enemigos
del mundo: voluntarios alemanes en España”, 1939), en el que, obviamente, los
“enemigos del mundo” eran los republicanos.
Tras la caída del régimen nazi y el fin de la Segunda Guerra Mundial, los Ritter (eran cuatro hermanos, como se verá) encontraron en la Argentina peronista un refugio seguro. Llegaron en mayo 1949, Karl modificó su nombre por Carlos y, hacia mayo 1950, integró una empresa denominada EOS Film SA, con sede en Mendoza, cuyo directorio se componía con mayoría de compatriotas que anunciaron un programa en el que figuraba “Viento blanco”, “historia de un avión de pasajeros que aterriza forzosamente en la Cordillera” (Heraldo, 31.5.1950), proyecto nunca concretado pero que coincidía con sus preferencias temáticas. Poco después, en cambio, asociado con otro alemán, José Lau, montó una pequeña productora denominada Laurit Films, que produjo apenas un título, El paraíso, drama sentimental de aventuras escrito y dirigido por Ritter que tuvo como director de producción al abogado Ricco Arendt, hombre que durante años estuvo muy ligado a la difusión del cine alemán en la Argentina. Toda copia del film parece haber desaparecido desde poco después de su estreno y jamás fue siquiera exhibido por televisión. Ritter regresó en junio 1953 a Alemania, donde dirigió sus dos últimos films y montó en 1955 la Karl Ritter Filmproduktion GmbH, que anunció una nueva versión de Die büchse der Pandora, según Wedeking, que no llegó a ser filmada. Volvió a la Argentina ya en forma permanente, y aquí murió.
Aníbal Di Salvo, que fue operador
de cámara en El paraíso, recordaba
que Ritter gustaba ser llamado “von Ritter” y que cuando con sus hermanos
hablaban del padre se referían a él como “el profesor”: ese padre también se
había dedicado al cine, en calidad de técnico en los estudios UFA. Sus tres
hermanos, menores que él, coincidieron con Karl en su único film argentino: Heinz
(Enrique) como director de fotografía, Gottfried (Godofredo) como compaginador
y Hans (Juan) como fotógrafo de filmación. Heinz había sido piloto de guerra y
ya en Alemania estaba un tanto obsesionado por la leyenda de la laguna del
Iberá: irónicamente, murió allí en 1958 en un accidente de aviación, tras haber
dirigido la fotografía de media docena de largometrajes argentinos y de uno
chileno. Gottfried fue el dueño del primer cine que hubo en Villa Gesell, hacia
1975 vendía espejos y lámparas marca Isco desde un local en Martínez y falleció
en Buenos Aires el 3.9.1993. Hans, el menor, que había sido corresponsal
fotográfico durante la guerra y supo ser prisionero de los soviéticos, fue de
los cuatro quién más trabajó en el cine local, siempre a cargo de la foto-fija,
en los estudios de la Guaranteed, en los de Argentina Sono Film y largos años
para la productora Aries en una gran cantidad de títulos hasta bien entrados
los 70: quienes tuvimos el gusto de tratarlo damos fe de que hacía pleno honor
a su apellido (“caballero”).
Algunos films alemanes dirigidos
por Karl, seis en total, tuvieron lanzamiento comercial en cines porteños, en
este orden: Verräter en mayo 1937, Capriccio (con Lilian Harvey) en agosto
1940, Pour le mérite (éste de abierta propaganda nazi) en enero 1941, Urlaub
auf ehrenwort en marzo 1941, Bal paré
en febrero 1949 y Unternehmen Michael
en agosto 1952. Un Carlos Ritter activo en equipos de cámara en la industria
local desde finales del siglo XX podría ser descendiente de alguno de los kleine brüder.
Campeón olímpico de ski alpino en 1932, el tirolés Gustav Ludwig Lantschner (1910-2011)
accedió al cine tras destacar en esa disciplina: lo hizo al principio en
calidad de actor en cinco títulos del subgénero heimatfilm (film de montaña), en dos de los cuales tuvo como
compañera de elenco a una joven y bonita actriz llamada Leni Riefenstahl.
Cuando ésta devino estrella del nazismo, convocó a Lantschner para colaborar en
sus documentales glorificadores del régimen, primero como asistente de
producción de Triumph des willens
(1935) y luego como operador de cámara de Olympiad.
Paralelamente, Lantschner dirigió en colaboración con el experimentado Harald
Reinl un par de cortos centralizados en los deportes de alta montaña.
Fue su pasión por el esquí antes
que por el cine lo que motivó a Lantschner a realizar en la Argentina Canción de la nieve (1953). Refugiado
desde 1947 en Bariloche gracias a su compatriota Juan Zechner, quien ya estaba
radicado en esa ciudad rionegrina, “Guzzi” (su apodo, con el que firmó su film
argentino) quedó fascinado por la majestuosidad de las montañas nevadas y así
dio rienda suelta a sus dos pasiones. Surgió entonces la idea de realizar un
film que exaltara las virtudes tanto del cerro Fitz Roy en particular cuanto de
la ciudad y de ese deporte. Un grupo de vecinos alemanes y austríacos
adinerados conformaron entonces una productora y le dieron carta blanca para
concretar lo que resultó una ficción acerca de una competencia alpina entre
nativos y extranjeros que culmina con fondo de marchas militares y que gana una
muchacha local. El resultado es argumentalmente muy precario e inconsistente,
brillante en su técnica y con un tufillo a ex nazis en el exilio sobrevolando
todo ello: una auténtica rareza en la historia del cine argentino a la que en
2014 el director Francisco D’Eufemia revisitó en el documental Canción
perdida en la nieve.
Antes de ese largometraje,
Lantschner dirigió algunos cortos documentales sobre alpinismo cuya exhibición,
al menos en aquellos años, se restringió a sus amigos de Bariloche. En algún
momento no especificado volvió a Europa y en 1967 estrenó otro largometraje,
éste documental, sobre la historia del esquí, dirigido con Wolfgang
Müller-Sehn, una producción germanofederal titulada Der weise rauch –einst
und jetzt. En el citado film de D’Eufemia otro documentalista argentino,
Carlos Echeverría, lo califica como “un obrero del cine” y un “simpatizante
ferviente” del nazismo, lo cual no resulta extraño si se tiene en cuenta que otro
Lantschner, de nombre Friedrich, fue gobernador del Tirol austríaco durante el
período nazi, que encontró refugio en
Bariloche desde 1948, que montó allí desde mediados de los 50 una empresa
constructora denominada Materna (Matera fue su apellido ficticio apenas llegado
a la Argentina) y que quizá fuera hermano de Guzzi, aunque el parentesco no ha
podido ser verificado.
Hilmar Wäckerle
OTROS FILMS MENCIONADOS
Bal paré (idem, Karl
Ritter, AL, 1939-1940)
Capriccio (Capricho, Karl Ritter, AL,
1938)
Ecstasy (Extasis, Gustav
Machaty, CHE, 1932)
Olympiad (Leni Riefenstahl, AL, 1938),
film en dos partes: Fest der schönhet
(Olimpia –Los dioses del estadio–) y Fest der völker (Juventud olímpica –Olimpia, segunda parte–)
Pour le
mérite (Caballeros
del aire, Karl Ritter, AL, 1938)
Triumph des willens (Leni Riefenstahl, AL, 1935)
Unternehem
Michael (Sacrificio de héroes, Karl Ritter, AL, 1937)
Urlaub auf
ehrenwort (Licencia
bajo palabra de honor, Karl Ritter, AL, 1937)
Verräter (Tanques de guerra, Karl Ritter, AL, 1936)
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