sábado, 8 de marzo de 2025

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Cuando los nazis iban llegando

Aclaración necesaria para jovencitos siglo XXI, quienes en general –al menos en la Argentina– no saben casi nada de lo que pasó en el mundo antes de ayer: el término nazi es la abreviatura de Nationalsozialistische, esto es, el partido político creado por un señor austríaco y malísimo llamado Adolf Hitler (1899-1945) que gobernó Alemania desde 1934 hasta su muerte, muerte que resultó mucho más piadosa (cometió suicidio) que la que ordenó infligir a aproximadamente 6.000.000 de personas durante su gobierno, masacre que la Historia denominó Holocausto.

   Algunos de sus simpatizantes y seguidores eran gente de cine, con un ejemplo mayúsculo en Leni Riefenstahl (1902-2003), bailarina, pintora, actriz y directora de documentales que, aunque servían a la propaganda oficial, resultaron extraordinarios en términos formales, con un pico creativo en las dos partes del clásico Olympiad. Muchos otros cineastas alemanes hicieron lo mismo, algunos obligados; otros, en cambio, debieron exiliarse: el más representativo de éstos fue, sin duda, Fritz Lang. Sin embargo, a los fines de este artículo interesan aquellos que tuvieron alguna intervención en la industria del cine argentino.

   Herr Gerhard Huttula (1902-1996) se inició en el cine cuando acababa de terminar sus estudios secundarios: en 1922, su profesor de arte le pidió se ocupara de los efectos fotográficos de un corto animado y esa tarea lo “animó” a incursionar en la técnica de la fotografía para cine, un terreno aún virgen. En 1930 ingresó a los estudios de la Universum-Film AG (UFA) de Berlín, donde se especializó en los efectos especiales de fotografía y de cámara, siendo su primer largometraje una producción checoslovaca allí filmada, la célebre Extasis. Con el ascenso de Hitler al poder, y considerando su experiencia, fue contratado por la Deutscher Lichtbild-Dienst GmbH – Auslandsabteilung (Servicio Fotográfico Alemán SRL – Sección Extranjera) para realizar una serie de documentales genéricamente titulados Echo der heimat (“Eco de la patria”), que resultaron ocho, distribuidos entre 1934 y 1938: hubo un noveno, Fern vom Land der Ahnen (1937), que ofrecía material rodado por Huttula en la Argentina, adonde llegó en 1934 y donde adaptó su nombre a Gerardo.

   En un ambiente cinematográfico por entonces todavía pequeño, su presencia en el país no pasó inadvertida: otro alemán, Martin Jacobo Boy, le ofreció dirigir un largometraje por él producido, Compañeros, que Huttula realizó en Mendoza en mayo 1935 teniendo como director de fotografía al húngaro John Alton. Es una pena que ninguna copia del film sobreviviera, pues hubiera sido interesante comprobar el resultado de la colaboración entre dos expertos en fotografía. Mientras continuaba filmando para los alemanes, Huttula fue contratado por Baires Film para iluminar Mateo (Tinayre, 1936), luego por Pampa Film para hacer lo propio en La fuga (Saslavsky, 1937) y por último por Lumiton para Fuera de la ley (Romero, 1937). “Después de eso, este hombre desapareció, se fue”, dijo Tinayre años después: se fue, sí, pero dejando tres trabajos considerados entre los mejores ejemplos locales de fotografía para cine.

   Al regresar a Alemania, Huttula se dedicó a los efectos especiales, tarea que desarrolló en una veintena de largometrajes realizados entre 1938 y 1943 y dirigidos por Roger von Norman, Eduard von Borsody, Gerhard Lamprecht, Karl Ritter, Traugott Müller, Kurt Hoffmann, Herbert Maisch, Rolf Hansen, Veit Harlan, Harald Braun, Helmut Weiss y Georg Jacoby. Tan solo en 1950 debutó en su país como director de fotografía: firmó doce largos de los que diez fueron dirigidos por Fritz Genschow, uno por Otto Meyer y otro por Hans Deppe. En 1955 hizo su primera experiencia en colores para un largo de Genschow, Aschenputtel, y entre 1958 y 1970 se dedicó a la realización de films publicitarios. Su trabajo como diseñador de efectos especiales de fotografía fue reconocido por la documentalista Ilse Wehner-Aeckerle en su telefilm Achtung! Hochspannung! Tricks und sensationen im film (1960).

   El Dictionnaire du cinéma editado por Larousse en 1986 es uno de los pocos, acaso el único, que registra a Karl Ritter (1888-1977), director, guionista y productor bávaro, “especialista en el film patriótico” que “representa junto con Hans Steinhoff y Veit Harlan un valor reconocido para el cine nazi, exaltando sobre todo el coraje de los pilotos de la Luftwaffe” y que “realiza obras de propaganda alejadas de toda preocupación estética”, de acuerdo al texto firmado por Fabien Labourer. Desde 1928 en la industria del cine alemán, director de producción en la UFA, Ritter dirigió entre 1932 y 1944 dieciocho largometrajes a menudo escritos por Felix Lützkendorf, fotografiados por su hermano Heinz y protagonizados por Paul Hartmann, y también un documental titulado Im kampf gegen den weltfeind: Deutsche freiwillige in Spanien (“Luchando contra los enemigos del mundo: voluntarios alemanes en España”, 1939), en el que, obviamente, los “enemigos del mundo” eran los republicanos.


   Tras la caída del régimen nazi y el fin de la Segunda Guerra Mundial, los Ritter (eran cuatro hermanos, como se verá) encontraron en la Argentina peronista un refugio seguro. Llegaron en mayo 1949, Karl modificó su nombre por Carlos y, hacia mayo 1950, integró una empresa denominada EOS Film SA, con sede en Mendoza, cuyo directorio se componía con mayoría de compatriotas que anunciaron un programa en el que figuraba “Viento blanco”, “historia de un avión de pasajeros que aterriza forzosamente en la Cordillera” (Heraldo, 31.5.1950), proyecto nunca concretado pero que coincidía con sus preferencias temáticas. Poco después, en cambio, asociado con otro alemán, José Lau, montó una pequeña productora denominada Laurit Films, que produjo apenas un título, El paraíso, drama sentimental de aventuras escrito y dirigido por Ritter que tuvo como director de producción al abogado Ricco Arendt, hombre que durante años estuvo muy ligado a la difusión del cine alemán en la Argentina. Toda copia del film parece haber desaparecido desde poco después de su estreno y jamás fue siquiera exhibido por televisión. Ritter regresó en junio 1953 a Alemania, donde dirigió sus dos últimos films y montó en 1955 la Karl Ritter Filmproduktion GmbH, que anunció una nueva versión de Die büchse der Pandora, según Wedeking, que no llegó a ser filmada. Volvió a la Argentina ya en forma permanente, y aquí murió.

   Aníbal Di Salvo, que fue operador de cámara en El paraíso, recordaba que Ritter gustaba ser llamado “von Ritter” y que cuando con sus hermanos hablaban del padre se referían a él como “el profesor”: ese padre también se había dedicado al cine, en calidad de técnico en los estudios UFA. Sus tres hermanos, menores que él, coincidieron con Karl en su único film argentino: Heinz (Enrique) como director de fotografía, Gottfried (Godofredo) como compaginador y Hans (Juan) como fotógrafo de filmación. Heinz había sido piloto de guerra y ya en Alemania estaba un tanto obsesionado por la leyenda de la laguna del Iberá: irónicamente, murió allí en 1958 en un accidente de aviación, tras haber dirigido la fotografía de media docena de largometrajes argentinos y de uno chileno. Gottfried fue el dueño del primer cine que hubo en Villa Gesell, hacia 1975 vendía espejos y lámparas marca Isco desde un local en Martínez y falleció en Buenos Aires el 3.9.1993. Hans, el menor, que había sido corresponsal fotográfico durante la guerra y supo ser prisionero de los soviéticos, fue de los cuatro quién más trabajó en el cine local, siempre a cargo de la foto-fija, en los estudios de la Guaranteed, en los de Argentina Sono Film y largos años para la productora Aries en una gran cantidad de títulos hasta bien entrados los 70: quienes tuvimos el gusto de tratarlo damos fe de que hacía pleno honor a su apellido (“caballero”).

   Algunos films alemanes dirigidos por Karl, seis en total, tuvieron lanzamiento comercial en cines porteños, en este orden: Verräter en mayo 1937, Capriccio (con Lilian Harvey) en agosto 1940, Pour le mérite (éste de abierta propaganda nazi) en enero 1941, Urlaub auf ehrenwort en marzo 1941, Bal paré en febrero 1949 y Unternehmen Michael en agosto 1952. Un Carlos Ritter activo en equipos de cámara en la industria local desde finales del siglo XX podría ser descendiente de alguno de los kleine brüder.

   Campeón olímpico de ski alpino en 1932, el tirolés Gustav Ludwig Lantschner (1910-2011) accedió al cine tras destacar en esa disciplina: lo hizo al principio en calidad de actor en cinco títulos del subgénero heimatfilm (film de montaña), en dos de los cuales tuvo como compañera de elenco a una joven y bonita actriz llamada Leni Riefenstahl. Cuando ésta devino estrella del nazismo, convocó a Lantschner para colaborar en sus documentales glorificadores del régimen, primero como asistente de producción de Triumph des willens (1935) y luego como operador de cámara de Olympiad. Paralelamente, Lantschner dirigió en colaboración con el experimentado Harald Reinl un par de cortos centralizados en los deportes de alta montaña.

   Fue su pasión por el esquí antes que por el cine lo que motivó a Lantschner a realizar en la Argentina Canción de la nieve (1953). Refugiado desde 1947 en Bariloche gracias a su compatriota Juan Zechner, quien ya estaba radicado en esa ciudad rionegrina, “Guzzi” (su apodo, con el que firmó su film argentino) quedó fascinado por la majestuosidad de las montañas nevadas y así dio rienda suelta a sus dos pasiones. Surgió entonces la idea de realizar un film que exaltara las virtudes tanto del cerro Fitz Roy en particular cuanto de la ciudad y de ese deporte. Un grupo de vecinos alemanes y austríacos adinerados conformaron entonces una productora y le dieron carta blanca para concretar lo que resultó una ficción acerca de una competencia alpina entre nativos y extranjeros que culmina con fondo de marchas militares y que gana una muchacha local. El resultado es argumentalmente muy precario e inconsistente, brillante en su técnica y con un tufillo a ex nazis en el exilio sobrevolando todo ello: una auténtica rareza en la historia del cine argentino a la que en 2014 el director Francisco D’Eufemia revisitó en el documental Canción perdida en la nieve.

   Antes de ese largometraje, Lantschner dirigió algunos cortos documentales sobre alpinismo cuya exhibición, al menos en aquellos años, se restringió a sus amigos de Bariloche. En algún momento no especificado volvió a Europa y en 1967 estrenó otro largometraje, éste documental, sobre la historia del esquí, dirigido con Wolfgang Müller-Sehn, una producción germanofederal titulada Der weise rauch –einst und jetzt. En el citado film de D’Eufemia otro documentalista argentino, Carlos Echeverría, lo califica como “un obrero del cine” y un “simpatizante ferviente” del nazismo, lo cual no resulta extraño si se tiene en cuenta que otro Lantschner, de nombre Friedrich, fue gobernador del Tirol austríaco durante el período nazi, que encontró refugio en Bariloche desde 1948, que montó allí desde mediados de los 50 una empresa constructora denominada Materna (Matera fue su apellido ficticio apenas llegado a la Argentina) y que quizá fuera hermano de Guzzi, aunque el parentesco no ha podido ser verificado.

Hilmar Wäckerle

OTROS FILMS MENCIONADOS

Bal paré (idem, Karl Ritter, AL, 1939-1940)

Capriccio (Capricho, Karl Ritter, AL, 1938)

Ecstasy (Extasis, Gustav Machaty, CHE, 1932)

Olympiad (Leni Riefenstahl, AL, 1938), film en dos partes: Fest der schönhet (Olimpia –Los dioses del estadio–) y Fest der völker (Juventud olímpica –Olimpia, segunda parte–)

Pour le mérite (Caballeros del aire, Karl Ritter, AL, 1938)

Triumph des willens (Leni Riefenstahl, AL, 1935)

Unternehem Michael (Sacrificio de héroes, Karl Ritter, AL, 1937)

Urlaub auf ehrenwort (Licencia bajo palabra de honor, Karl Ritter, AL, 1937)

Verräter (Tanques de guerra, Karl Ritter, AL, 1936) 

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