CHUCHERIAS
Yo sé que ahora vendrán caras
extrañas
Julien
Una
reliquia del incipiente cine sonoro titulada Galería de esperanzas –Chingolo– (1934), dirigida por nadie menos
que Carlos de la Púa y escrita por Enrique Cadícamo y cuyas copias
desaparecieron de la faz de la Tierra, ofrecía el debut en el cine argentino –y
en el cine a secas, en realidad– del bailarín y coreógrafo internacional Julien de Meriche, un bon viveur
que picoteaba allí donde podía y cuyo nombre real era Vládimir Lípkies Chazán,
hijo de un ruso y una mexicana nacido en Moscú en 1909. Meriche llegó de Chile,
donde a mediados de 1931 integraba la compañía teatral Artistas Unidos –en la
que también revistaba Emperatriz Carvajal–, y en Buenos Aires hizo teatro (en
el Variedades de Constitución, por ejemplo) y otros tres films, sucesivamente Busco un marido para mi mujer, Cuatro Corazones y La canción que tú cantabas, tras los cuales radicó en México, en
cuyo DF falleció el 27.7.1974 luego de filmar allí una enorme cantidad de
largometrajes y de contraer matrimonio con María Elena Velasco “La India
María”, popularísima actriz en films de consumo masivo en el interior del país,
ocasionalmente argumentista, guionista y directora.
Julien de Meriche en Los platillos voladores (MX, 1955), de Julián Soler
Wolf
El
deportista-actor Wolf Rubinsky (Otto
Wolf Rubinsky, 1921-1999), en ocasiones acreditado como Rubinskys, Rubinskis o
Ruvinskys, nació en Riga y radicó en la Argentina desde sus 18 años: aquí
desarrolló un físico imponente, lo que lo llevó a profesionalizarse y en tanto
luchador sus exhibiciones lo pasearon por buena parte de América, hasta que
decidió vivir en México. En ese país fue de inmediato contratado por
productores cinematográficos e intervino en muchísimos films, con un apogeo
estelar hacia comienzos de los 60 en series de acción trepidante como las de
Neutrón y Santo el Enmascarado de Plata. Compartió elenco con varios
argentinos, entre ellos Niní Marshall, Libertad Lamarque, Marga López y
Libertad Leblanc. Volvió a Buenos Aires el 1.7.1961 contratado por Daniel Tinayre
para interpretar al “inspector Maldonado” en Bajo un mismo rostro, y durante esos días intervino en la telenovela
del Canal 13 Cuatro historias y un final. No mucho tiempo después volvió al cine argentino, esta vez importado
por el mexicano Sergio Kogan, quien lo hizo actuar en Rata de puerto
(“el Rata”, hampón, luchador y estibador) y en el episodio El Demonio nos quema en nuestra propia lujuria (“Roberto”, manager boxístico en romance con
Graciela Dufau) del drama triepisódico El Demonio en la sangre. Luego continuó su carrera en
México.
Grazia
Un
sitio en la internet
(filmstarspostcards.blogspot.com) informa con abundancia de detalles –en
tiempos recientes, cabe aclarar, después
de haberme quemado los ojos rastreándola en libros y revistas– los antecedentes
de la italiana Grazia del Rio,
excepto fecha y ciudad de su nacimiento y su nombre real, pesumiendo que ése no
lo era. Allí se reproduce el texto en la parte posterior de una tarjeta postal:
dice que era pianista, concertista, cantante, bailarina y música, que hablaba
fluidamente italiano, francés, castellano e inglés, y que practicaba
equitación, patinaje y natación, nada de lo cual parece haberle servido más que
para actuaciones en roles secundarios. Debutó en su patria cuando el cine aún
era mudo e intervino en varios cortos sonorizados y en el que es considerado el
primer largometraje italiano sonoro, La
canzone dell’amore, aunque no en su versión original sino en la producida en
simultáneo pero dialogada en francés, La
dernière berceuse. Luego se la ubica en Francia, donde se rodaban films en
varios idiomas, algunos de los cuales tuvieron estreno en cines porteños: Rubacuori, La petite de Montparnasse y The
merry monarch. Durante su estancia porteña intervino en Turbión (acreditada en el puesto nº 6),
en Ambición (12º), en El misterio de la dama de gris (cortometraje
del que fue protagonista) y en La luz de un fósforo (10º). Reapareció en
Chile en Entre gallos y medianoche y nunca más se tuvieron noticias
suyas.
Helene
Armando
Bo e Isabel Sarli no tenían la más remota idea de quién era esa Helene Chanel acreditada en el puesto
nº 10 de …Y el Demonio creó a los hombres,
en el que interpretaba a “Lila”, esposa de “Carlos Argüello” (Santiago
Pedemonte). Hay dos opciones: podría ser la actriz francesa Hélène Chanel, que
había debutado en enero 1959 con el nombre Hélène Poliaroff en Les dragueurs y que a sus 17 años bien podía
haber estado en Punta del Este –donde fue rodado desde diciembre 1959–, habida
cuenta de la fuerte atracción que el balneario uruguayo ejercía sobre europeos
adinerados; esa Chanel de inmediato devino muy activa en el cine europeo trash de los 60 y 70 y en 1968 intervino
en la coproducción ítalo-argentina El
gran robo. La otra opción, una homónima que el 31.3.1951 debutó en el night club Manhattan (Cerrito 364)
publicitada como “la extraordinaria vedette de París Helene Chanel”. La
incógnita probablemente jamás sea develada, aunque la intuición me vuelca a la
segunda opción: 17 años eran muy pocos para ser “la señora de”.
Alma
Actriz,
bailarina, coreógrafa y escritora chilena, muy activa en la vida social de
cualquier país en el que residiera, bella mujer además, Alma Montiel (1929-2021) debutó en cine en un film chileno pero,
curiosamente, dirigido por el argentino Isidoro Navarro: Arbol viejo –Hijos que matan sin querer–, 1942): tenía apenas 12
años. Otro realizador argentino, Carlos Schlieper, la tuvo como coreógrafa en
un film que hizo Chilefilms SA, La casa
está vacía (idem, 1944-1945). Hacia mediados de los 50 aparece en la Argentina
y filma al menos dos largometrajes, La dama del millón y Buscando a
Mónica, en ambos en personajes de apoyo, secretaria de Jorge Rigaud en el
primero y hermana de Adolfo Marsillach en el segundo. Aquí vivió durante largos
años: mi amigo Oscar Barney Finn me contó que en Contar hasta diez (1984), el jardín de la que se supone es la casa
en la que vive Olga Zubarry era en realidad el jardín de su casa en San Isidro.
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