BIOGRAFOS
Los Opera
1. El Opera
Por pura casualidad, al film Mamá querida
le cupo el honor de ser el último argentino estrenado en el cine Opera, la
tradicional sala de la avenida Corrientes 860 inaugurada por la empresa
Clemente Lococo SAIC el viernes 7.8.1936 a las 21 con un programa de
cortometrajes, el estreno del film estadounidense El ensueño del Misisipi
y la actuación de “la Gran Orquesta Sinfónica de Radio El Mundo dirigida por
Eduardo Armani, en función a beneficio de la Caja Dotal para Obreras”. Las
exhibiciones regulares se iniciaron al día siguiente con un programa doble que
a El ensueño del Misisipi agregó otro estreno del mismo origen, Risa en los ojos: la platea costaba 2.50
pesos y la pullman 2. Tenía un
cupo de 2.530 localidades (1.280 + 1.250) y estaba preparado para ofrecer
espectáculos teatrales, con un gran escenario y, en el subsuelo, varios
camarines y hasta un microcine que con el correr de los años fue familiarmente
llamado petit Opera. De hecho, durante muchísimos años alternaba films
con espectáculos diversos, y no “números vivos” comunes sino atracciones de la
talla de Marlene Dietrich, las enormes orquestas de jazz de Louis Armstrong,
Benny Goodman y Harry James y hasta grupos de vanguardia como The Modern Jazz
Quartet y recitales de jazz por Friedrich Gulda. Sin olvidar que, dado que uno
de los Lococo tenía el berretín de pintar (cuadros), en el hall del
primero y segundo pisos había permanentes exposiciones.
Una anécdota personal revela hasta
qué punto “ir al Opera” no era lo mismo que “ir al cine”. Cierto día de mi
niñez, una prima de mi padre se casó y radicó en Córdoba, donde su flamante
marido era ejecutivo de la IKA Renault. Su partida reunió a nuestra vasta
familia para despedirlos en Retiro. La cita era en la confitería –un lujo–,
todos muy bien vestidos, en especial Darío (hermano de la novia) y su esposa,
que portaba sombrero, alhajas y un larguísimo abrigo de pieles: alguien les
preguntó el porqué de tanta elegancia y respondieron que luego irían al Opera,
“al estreno de Rapsodia con Elizabeth Taylor”. La anécdota, a la que los
archivos me permiten fijar fecha (16.5.1956, esto es, a mis 10 años), ilustra
sobre una época olvidada de Buenos Aires, cuando la gente “se vestía” para ir
al cine, cuando aún era posible arriesgarse a una estación de trenes con pieles
y joyas sin temor a ser asaltados y hasta tomar el té en una confitería, y no
un pancho o un choripán en un mostrador grasiento.
El Opera no concedía especial
atención al cine argentino: el primer film allí estrenado lo fue tan sólo el
23.12.1937, pero Murió el sargento Laprida fue eyectado de su cartelera
tras apenas dos días de exhibición. Habría que esperar exactamente dos años
hasta que el 23.12.1939 fuera lanzado ¡Mi suegra es una fiera!, que sí
tuvo sus siete días de rigor. Hacia comienzos de la década de los 90 la sala
fue perdiendo prestigio en tanto cine para ir ganándolo como espacio para
recitales, espectáculos musicales y en ocasiones teatrales: ese renuncio queda
evidente si se toma en cuenta que el último film allí estrenado fue, el
1.3.1991, Refugio para el amor, pero los cuatro últimos films exhibidos
lo fueron en calidad de cruce o de reposición. Un final indigno para un cine de
los más importantes de la Argentina.
2. El Teatro de la Opera
En el mismo predio en el que fue construido el Opera ya existía otra sala,
el Teatro de la Opera, inaugurada el 25.5.1872 y en un principio afectada sólo
a la ópera, el ballet y los conciertos sinfónicos. Pero al ser inaugurado el
teatro Colón (25.5.1908) con esa misma meta, éste acaparó los nombres
internacionales más prestigiosos y populares rebajando al Teatro de la Opera a
compañías de importancia cada vez más menguante y expandiendo obligatoriamente
sus actividades a la zarzuela, la opereta, el teatro de prosa y hasta las
revistas frívolas, incluyendo en 1925 la presentación de la célebre compañía
francesa Folies Bergère. Allí estrenaron desde 1919 muchas de sus comedias y
revistas autores-empresarios como Manuel Romero, Bayón Herrera e Ivo Pelay;
allí se ofreció en mayo 1921 una corta serie de representaciones especiales de
la pieza de Parravicini Melgarejo con un elenco all star; allí
debutó en 1924 el joven barítono Iván Serra Lima, padre de la futura popular
cantante María Martha Serra Lima; allí estaba actuando la compañía de
Parravicini cuando en agosto 1934 fue anunciada su demolición, en coincidencia
con el ensanche –comenzado en 1932 y terminado en 1936– de la calle Corrientes.
Lococo concretó la compra del predio en mayo 1935.
Cabe agregar que el Teatro de la
Opera comenzó su decadencia cuando estuvo cerrado durante todo el primer
semestre de 1912, lo cual provocó un comentario del cronista de La Nación,
quien escribió el 13.7.1912 que ese teatro lírico, “el de la gran tradición
artística y social”, indudablemente había perdido fuerzas ante el flamante
Colón: “Lo que en el Colón es una poca cosa nadando en un gran espacio, en la
Opera era una bonita joya alojada en su estuche justo”, poetizó. Y otro
cronista del mismo matutino arriesgó, el 3.3.1916, que “fue nuestro coliseo
aristocrático y casi oficial durante más de quince años, desde el cierre del
antiguo Colón hasta la apertura del nuevo”. El Teatro de la Opera tenía su
entrada principal por Corrientes 860 y una lateral, para venta de abonos y
localidades, por Suipacha al 300. Su declive se acentuó cuando el miércoles
10.2.1915 “a las 4 p.m.” Carlos S. Velarde procedió a su remate judicial
“entrando todo su moblaje, artefactos de luz, telones, etc. En la cuadra más
valiosa de Buenos Aires. Edificado en un terreno de 3.272 varas cuadradas, con
frentes a las calles Corrientes y Suipacha. Base, 1.027.406,66 pesos m/n o sea
314 pesos la vara cuadrada”, según los avisos publicitarios. No obstante, tras
ese remate fueron ofrecidos en la sala los tradicionales bailes de Carnaval de
febrero, y allí fue estrenado el 22.4.1916 nada menos que El nacimiento de
una nación, el gran clásico de Griffith publicitado como “el asombroso
espectáculo” y como “la octava maravilla del mundo”, exhibido con el
acompañamiento musical de una “orquesta sinfónica de 40 profesores”.
3. El otro Opera
Pero por Corrientes, justo al lado, en el 848, hubo una pequeña sala de cine
que primero fue denominada Salón El Nacional, inaugurada en 1905 tras ser
cerrada su ubicación original (Maipú 471). Con el nombre Opera fue rebautizado
el 23.6.1911, por lo cual durante algunos años convivieron, el uno pegado al
otro, el Teatro de la Opera y el cine Opera, provocando cierta confusión en
historiadores e investigadores. La empresa de ese primitivo cine Opera quizás
haya sido la primera vinculada al todavía incipiente gremio en publicar un
aviso publicitario en un diario porteño. En efecto, en la primera página
–arriba, a la derecha– del ejemplar de La Nación del viernes 23.6.1911
se avisaba en 2 columnas x 10cm, letras blancas sobre fondo negro, lo
siguiente: “Cine-Opera – Corrientes, 848 – Dirección: «Casa Lepage» de Max
Glücksmann – Se avisa al público que todos los días de 3 á 6 de la tarde se dan
funciones de matinées para familias, con un programa selecto renovado
diariamente”. Ese cine Opera cerró en 1917 para dar paso desde el 11.3.1918 al
teatro-cine Porteño, muy popular hasta su cierre a finales de 1957 y en el que
tuvieron su estreno argentino Sin novedad
en el frente y, al ser reinaugurado el 4.5.1932 tras una reforma, nada
menos que el Frankenstein original.
Luego fue construido allí un edificio de doce pisos en cuya planta baja y
subsuelo refulgía la Galería Porteña, complejo edilicio que todavía permanece
en pie.
4. Un recuerdo
En su columna “Teatro” del diario La Nación del 20.3.2010, Ernesto
Schóó trazó “La agitada vida del querido teatro Opera”, como tituló a su
artículo, que merece ser reproducido:
«El cine teatro Opera, de la
avenida Corrientes entre Suipacha y Esmeralda, acaba de perder su nombre
tradicional, conservado desde 1871, cuando se construyó la sala original, y ha
pasado a llamarse City. No es la única afrenta que ha sufrido en los últimos
años. En 1998, una de estas columnas se tituló Adiós a Shangri-La,
cuando la curiosa sala del Opera (la construcción del año 1936) fue
irreparablemente modificada con el pretexto de albergar comedias musicales.
Hasta ese momento era el único cine-teatro en América del Sur decorado según
las normas de los llamados atmospheric theatres, “salas atmosféricas”,
creados por el arquitecto norteamericano nacido en Rumania John Eberson
(1875-1964), en los locos años 20.
»Ordenemos los datos. En ese solar
de la avenida Corrientes, el empresario italiano Antonio Pestalardo erigió, en
1871, el fastuoso Teatro de la Opera, diseñado por el arquitecto belga Jules
Dormal, quien años después terminaría las obras del actual Teatro Colón
(1888-1908). Al habilitarse ese nuevo Colón, la Opera empezó a decaer hasta ser
demolida en 1935, cuando Corrientes se ensanchó. Otro empresario de origen
italiano, Clemente Lococo, adquirió el solar y en agosto de 1936, tras apenas
nueve meses de trabajo, se abrió el esplendoroso cine-teatro Opera, sobre los
planos de otro arquitecto belga, Albert Bourdon. En su magnífico libro sobre
Art Déco y racionalismo en Buenos Aires, Fabio Grementieri lo considera “un
estupendo ejemplo de Art Déco tardío”, con sobreabundancia de mármoles y
bronces en sus plantas de recepción, pródigas en “escaleras sobreactuadas”.
»La sala, para 2500 espectadores,
se construyó, como va dicho, según las normas del arquitecto Eberson. Se
procuraba evocar un lugar prestigioso, un patio morisco, un castillo medieval,
una plaza italiana, en la noche, bajo un cielo estrellado por el que
discurrían, mediante un reflector llamado Brenograph Magic Lantern, las nubes.
En torno, las fachadas de edificios del estilo correspondiente, o, como en el
caso del Opera, una ciudad fantástica, rigurosamente Art Déco, con balcones
cromados y estatuas clásicas. El arco del proscenio fingía un arco-iris, y en
escena, antes de proyectarse el film, un organista tocaba Dama española.
»Eberson y sus asociados
construyeron unos 500 de estos “palacios de ensueño” en los Estados Unidos, en
Australia y en Nueva Zelanda. De ellos perduran apenas unos diez, restaurados
minuciosamente para devolverles la “atmósfera” que evocaba en ellos “el aire de
una noche de verano en la tierra de los sueños”. Lamentablemente, a partir de
las reformas de 1998, los porteños nunca más pudimos disfrutar de ese aire. Que
era, además, único en esta parte del globo».
El Opera sigue vivo, dedicado a
espectáculos musicales que nunca alcanzan siquiera las rodillas de Marlene. Es
algo: al menos no sufrió la vergüenza de ser rebajado a un puñado de
microcines.
Lulamae Barnes
FILMS MENCIONADOS
All quiet on the Western front (Sin novedad en el frente, EEUU, 1930, dir. Lewis Milestone)
The birth of a nation (El nacimiento de una nación,
EEUU, 1915, dir. D. W. Griffith)
Frankenstein (Frankenstein –El autor del monstruo–, EEUU, 1931, dir. James Whale)
Laughling irish eyes (Risa en los ojos, EEUU, 1935, dir. Joseph Shantley)
Mamá querida (Silvio Fischbein, 1987)
¡Mi suegra es una fiera! (Bayón
Herrera, 1938)
Murió el sargento Laprida (Tito
Davison, 1937)
Rhapsody (Rapsodia,
EEUU, 1954, dir. Charles Vidor)
The sheltering sky (Refugio para el amor, EEUU,
1990, dir. Bernardo Bertolucci)
Show boat (El ensueño del Misisipi,
EEUU, 1936, dir. James Whale)
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