lunes, 3 de marzo de 2025

 BIOGRAFOS

Los Opera

1. El Opera

Por pura casualidad, al film Mamá querida le cupo el honor de ser el último argentino estrenado en el cine Opera, la tradicional sala de la avenida Corrientes 860 inaugurada por la empresa Clemente Lococo SAIC el viernes 7.8.1936 a las 21 con un programa de cortometrajes, el estreno del film estadounidense El ensueño del Misisipi y la actuación de “la Gran Orquesta Sinfónica de Radio El Mundo dirigida por Eduardo Armani, en función a beneficio de la Caja Dotal para Obreras”. Las exhibiciones regulares se iniciaron al día siguiente con un programa doble que a El ensueño del Misisipi agregó otro estreno del mismo origen, Risa en los ojos: la platea costaba 2.50 pesos y la pullman 2. Tenía un cupo de 2.530 localidades (1.280 + 1.250) y estaba preparado para ofrecer espectáculos teatrales, con un gran escenario y, en el subsuelo, varios camarines y hasta un microcine que con el correr de los años fue familiarmente llamado petit Opera. De hecho, durante muchísimos años alternaba films con espectáculos diversos, y no “números vivos” comunes sino atracciones de la talla de Marlene Dietrich, las enormes orquestas de jazz de Louis Armstrong, Benny Goodman y Harry James y hasta grupos de vanguardia como The Modern Jazz Quartet y recitales de jazz por Friedrich Gulda. Sin olvidar que, dado que uno de los Lococo tenía el berretín de pintar (cuadros), en el hall del primero y segundo pisos había permanentes exposiciones.

   Una anécdota personal revela hasta qué punto “ir al Opera” no era lo mismo que “ir al cine”. Cierto día de mi niñez, una prima de mi padre se casó y radicó en Córdoba, donde su flamante marido era ejecutivo de la IKA Renault. Su partida reunió a nuestra vasta familia para despedirlos en Retiro. La cita era en la confitería –un lujo–, todos muy bien vestidos, en especial Darío (hermano de la novia) y su esposa, que portaba sombrero, alhajas y un larguísimo abrigo de pieles: alguien les preguntó el porqué de tanta elegancia y respondieron que luego irían al Opera, “al estreno de Rapsodia con Elizabeth Taylor”. La anécdota, a la que los archivos me permiten fijar fecha (16.5.1956, esto es, a mis 10 años), ilustra sobre una época olvidada de Buenos Aires, cuando la gente “se vestía” para ir al cine, cuando aún era posible arriesgarse a una estación de trenes con pieles y joyas sin temor a ser asaltados y hasta tomar el té en una confitería, y no un pancho o un choripán en un mostrador grasiento.

   El Opera no concedía especial atención al cine argentino: el primer film allí estrenado lo fue tan sólo el 23.12.1937, pero Murió el sargento Laprida fue eyectado de su cartelera tras apenas dos días de exhibición. Habría que esperar exactamente dos años hasta que el 23.12.1939 fuera lanzado ¡Mi suegra es una fiera!, que sí tuvo sus siete días de rigor. Hacia comienzos de la década de los 90 la sala fue perdiendo prestigio en tanto cine para ir ganándolo como espacio para recitales, espectáculos musicales y en ocasiones teatrales: ese renuncio queda evidente si se toma en cuenta que el último film allí estrenado fue, el 1.3.1991, Refugio para el amor, pero los cuatro últimos films exhibidos lo fueron en calidad de cruce o de reposición. Un final indigno para un cine de los más importantes de la Argentina.

2. El Teatro de la Opera

En el mismo predio en el que fue construido el Opera ya existía otra sala, el Teatro de la Opera, inaugurada el 25.5.1872 y en un principio afectada sólo a la ópera, el ballet y los conciertos sinfónicos. Pero al ser inaugurado el teatro Colón (25.5.1908) con esa misma meta, éste acaparó los nombres internacionales más prestigiosos y populares rebajando al Teatro de la Opera a compañías de importancia cada vez más menguante y expandiendo obligatoriamente sus actividades a la zarzuela, la opereta, el teatro de prosa y hasta las revistas frívolas, incluyendo en 1925 la presentación de la célebre compañía francesa Folies Bergère. Allí estrenaron desde 1919 muchas de sus comedias y revistas autores-empresarios como Manuel Romero, Bayón Herrera e Ivo Pelay; allí se ofreció en mayo 1921 una corta serie de representaciones especiales de la pieza de Parravicini Melgarejo con un elenco all star; allí debutó en 1924 el joven barítono Iván Serra Lima, padre de la futura popular cantante María Martha Serra Lima; allí estaba actuando la compañía de Parravicini cuando en agosto 1934 fue anunciada su demolición, en coincidencia con el ensanche –comenzado en 1932 y terminado en 1936– de la calle Corrientes. Lococo concretó la compra del predio en mayo 1935.

   Cabe agregar que el Teatro de la Opera comenzó su decadencia cuando estuvo cerrado durante todo el primer semestre de 1912, lo cual provocó un comentario del cronista de La Nación, quien escribió el 13.7.1912 que ese teatro lírico, “el de la gran tradición artística y social”, indudablemente había perdido fuerzas ante el flamante Colón: “Lo que en el Colón es una poca cosa nadando en un gran espacio, en la Opera era una bonita joya alojada en su estuche justo”, poetizó. Y otro cronista del mismo matutino arriesgó, el 3.3.1916, que “fue nuestro coliseo aristocrático y casi oficial durante más de quince años, desde el cierre del antiguo Colón hasta la apertura del nuevo”. El Teatro de la Opera tenía su entrada principal por Corrientes 860 y una lateral, para venta de abonos y localidades, por Suipacha al 300. Su declive se acentuó cuando el miércoles 10.2.1915 “a las 4 p.m.” Carlos S. Velarde procedió a su remate judicial “entrando todo su moblaje, artefactos de luz, telones, etc. En la cuadra más valiosa de Buenos Aires. Edificado en un terreno de 3.272 varas cuadradas, con frentes a las calles Corrientes y Suipacha. Base, 1.027.406,66 pesos m/n o sea 314 pesos la vara cuadrada”, según los avisos publicitarios. No obstante, tras ese remate fueron ofrecidos en la sala los tradicionales bailes de Carnaval de febrero, y allí fue estrenado el 22.4.1916 nada menos que El nacimiento de una nación, el gran clásico de Griffith publicitado como “el asombroso espectáculo” y como “la octava maravilla del mundo”, exhibido con el acompañamiento musical de una “orquesta sinfónica de 40 profesores”.

3. El otro Opera

Pero por Corrientes, justo al lado, en el 848, hubo una pequeña sala de cine que primero fue denominada Salón El Nacional, inaugurada en 1905 tras ser cerrada su ubicación original (Maipú 471). Con el nombre Opera fue rebautizado el 23.6.1911, por lo cual durante algunos años convivieron, el uno pegado al otro, el Teatro de la Opera y el cine Opera, provocando cierta confusión en historiadores e investigadores. La empresa de ese primitivo cine Opera quizás haya sido la primera vinculada al todavía incipiente gremio en publicar un aviso publicitario en un diario porteño. En efecto, en la primera página –arriba, a la derecha– del ejemplar de La Nación del viernes 23.6.1911 se avisaba en 2 columnas x 10cm, letras blancas sobre fondo negro, lo siguiente: “Cine-Opera – Corrientes, 848 – Dirección: «Casa Lepage» de Max Glücksmann – Se avisa al público que todos los días de 3 á 6 de la tarde se dan funciones de matinées para familias, con un programa selecto renovado diariamente”. Ese cine Opera cerró en 1917 para dar paso desde el 11.3.1918 al teatro-cine Porteño, muy popular hasta su cierre a finales de 1957 y en el que tuvieron su estreno argentino Sin novedad en el frente y, al ser reinaugurado el 4.5.1932 tras una reforma, nada menos que el Frankenstein original. Luego fue construido allí un edificio de doce pisos en cuya planta baja y subsuelo refulgía la Galería Porteña, complejo edilicio que todavía permanece en pie.

4. Un recuerdo

En su columna “Teatro” del diario La Nación del 20.3.2010, Ernesto Schóó trazó “La agitada vida del querido teatro Opera”, como tituló a su artículo, que merece ser reproducido:

   «El cine teatro Opera, de la avenida Corrientes entre Suipacha y Esmeralda, acaba de perder su nombre tradicional, conservado desde 1871, cuando se construyó la sala original, y ha pasado a llamarse City. No es la única afrenta que ha sufrido en los últimos años. En 1998, una de estas columnas se tituló Adiós a Shangri-La, cuando la curiosa sala del Opera (la construcción del año 1936) fue irreparablemente modificada con el pretexto de albergar comedias musicales. Hasta ese momento era el único cine-teatro en América del Sur decorado según las normas de los llamados atmospheric theatres, “salas atmosféricas”, creados por el arquitecto norteamericano nacido en Rumania John Eberson (1875-1964), en los locos años 20.

   »Ordenemos los datos. En ese solar de la avenida Corrientes, el empresario italiano Antonio Pestalardo erigió, en 1871, el fastuoso Teatro de la Opera, diseñado por el arquitecto belga Jules Dormal, quien años después terminaría las obras del actual Teatro Colón (1888-1908). Al habilitarse ese nuevo Colón, la Opera empezó a decaer hasta ser demolida en 1935, cuando Corrientes se ensanchó. Otro empresario de origen italiano, Clemente Lococo, adquirió el solar y en agosto de 1936, tras apenas nueve meses de trabajo, se abrió el esplendoroso cine-teatro Opera, sobre los planos de otro arquitecto belga, Albert Bourdon. En su magnífico libro sobre Art Déco y racionalismo en Buenos Aires, Fabio Grementieri lo considera “un estupendo ejemplo de Art Déco tardío”, con sobreabundancia de mármoles y bronces en sus plantas de recepción, pródigas en “escaleras sobreactuadas”.

   »La sala, para 2500 espectadores, se construyó, como va dicho, según las normas del arquitecto Eberson. Se procuraba evocar un lugar prestigioso, un patio morisco, un castillo medieval, una plaza italiana, en la noche, bajo un cielo estrellado por el que discurrían, mediante un reflector llamado Brenograph Magic Lantern, las nubes. En torno, las fachadas de edificios del estilo correspondiente, o, como en el caso del Opera, una ciudad fantástica, rigurosamente Art Déco, con balcones cromados y estatuas clásicas. El arco del proscenio fingía un arco-iris, y en escena, antes de proyectarse el film, un organista tocaba Dama española.

   »Eberson y sus asociados construyeron unos 500 de estos “palacios de ensueño” en los Estados Unidos, en Australia y en Nueva Zelanda. De ellos perduran apenas unos diez, restaurados minuciosamente para devolverles la “atmósfera” que evocaba en ellos “el aire de una noche de verano en la tierra de los sueños”. Lamentablemente, a partir de las reformas de 1998, los porteños nunca más pudimos disfrutar de ese aire. Que era, además, único en esta parte del globo».

   El Opera sigue vivo, dedicado a espectáculos musicales que nunca alcanzan siquiera las rodillas de Marlene. Es algo: al menos no sufrió la vergüenza de ser rebajado a un puñado de microcines.

Lulamae Barnes

FILMS MENCIONADOS

All quiet on the Western front (Sin novedad en el frente, EEUU, 1930, dir. Lewis Milestone)

The birth of a nation (El nacimiento de una nación, EEUU, 1915, dir. D. W. Griffith)

Frankenstein (Frankenstein –El autor del monstruo–, EEUU, 1931, dir. James Whale)

Laughling irish eyes (Risa en los ojos, EEUU, 1935, dir. Joseph Shantley)

Mamá querida (Silvio Fischbein, 1987)

¡Mi suegra es una fiera! (Bayón Herrera, 1938)

Murió el sargento Laprida (Tito Davison, 1937)

Rhapsody (Rapsodia, EEUU, 1954, dir. Charles Vidor)

The sheltering sky (Refugio para el amor, EEUU, 1990, dir. Bernardo Bertolucci)

Show boat (El ensueño del Misisipi, EEUU, 1936, dir. James Whale)

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